Mensaje del Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington
Luis G. Fortuño en ocasión de la conmemoración del natalicio de
Luis Muñoz Rivera

Barranquitas, Puerto Rico
18 de julio de 2005

Con todos y para el bien de todos
--JoséMartí

Muchísimas gracias a todos.

Honorable Alcalde de Barranquitas, Francisco López y su distinguida esposa, señores y señoras legisladores, alcaldes, jefes de agencias y demás invitados.

Queridos Hermanas y Hermanos puertorriqueños:

Antes que nada, quisiera expresar mi más profundo agradecimiento al alcalde de Barranquitas Francisco López, al Director Ejecutivo de la Fundación Luis Muñoz Marín, José Roberto Martínez y su Junta de Directores, a la Directora Ejecutiva del Instituto de Cultura, Dra. Teresa Tió y su Junta de Directores, y a Doña Victoria Muñoz Mendoza y su familia por la gentileza que tuvieron al extenderme esta invitación para dirigirme a ustedes en este día en que conmemoramos el Natalicio de Don Luis Muñoz Rivera.

Cuando acepté la invitación, hace meses, para estar aquí hoy&lo hice a plena conciencia. A plena conciencia de que no podía; no quería dejar pasar la oportunidadpues no se si se me presente otra vez en mi vidade venir públicamente a pagar una deuda&una deuda de agradecimiento contraída hace casi un siglo.

En el año 1911, un joven puertorriqueño, quien acababa de recibir su título de derecho, precisamente en la ciudad de Washington, buscaba abrirse paso en la profesión legal. Para aquel entonces uno de los hombres más distinguidos de la profesión lo era un prominente abogado aguadillano de nombre José De Diego, a quien el joven admiraba desde su anonimato. Desprovisto de contactos o influencias que le pudieran ayudar a encaminar su carrera, el joven buscó la ayuda del Comisionado Residente en Washington, quien con gran desprendimiento lo refirió a De Diego. Con este último, el joven trabajó por muchos años, convirtiéndose en el único socio que De Diego tuvo en su bufete de abogado en Mayagüez. De él aprendió y gracias a él logró desempeñar una prominente carrera como abogado, para orgullo de su familia y de su pueblo. Este gesto cambió la vida del joven letrado para siempre, al igual que la de sus familiares.

Aquel Comisionado Residente era don Luis Muñoz Rivera.

Y aquel joven abogado era don Guillermo Moscoso, mi bisabuelo.

Hoy vengo aquí orgulloso de ocupar la silla que ocupó Luis Muñoz Rivera en el Congreso y además como biznieto de Guillermo Moscoso. A nombre de él y de mi familia le doy las gracias y me comprometo a emularlo y no olvidar que por más grandes que puedan ser los asuntos de estado a los que tenga que entregarme en cuerpo y alma, no habrá ninguno más importante que el ayudar individualmente a cada ciudadano que me lo pida, como lo hizo usted con mi bisabuelo.

Las vueltas que da la historia no dejan de sorprendernos.

¡Cuán significativo que casi un siglo más tarde, el biznieto de aquel joven abogado, convertido hoy en Comisionado Residente, tenga la oportunidad de venir un día como hoy a rendirle homenaje a aquel puertorriqueño cuya grandeza tuvo un día su más sencilla expresión en su desprendido gesto de ayudar a alguien por el mero hecho de que le pidió ayuda!

¡Cuán grande puede ser la sencillez, y cuán sencilla la grandeza!

Habiendo satisfecho ese compromiso moral y personal, tengo que confesarles que el resto de mi mensaje a ustedes en el día de hoy encontró su inspiración irónicamente- en la reacción que generó mi aceptación de la invitación que se me hizo para venir a honrar a Muñoz Rivera.

Esa reacción, tanto la que reseñó ampliamente la prensaque relató la sorpresa de algunos de mis correligionarios políticoscomo la que no trascendió públicamente por parte de líderes del otro partido que igualmente consideran mi presencia en este camposanto un sacrilegio, se presenta como un reflejo, una manifestación concreta de mucho de lo que anda mal en Puerto Rico hoy en día.

Un reto, al mismo tiempo que una gran oportunidad.

Así que, como en tantas otras veces en mi vida, hice una simple introspección que hasta ahora nunca me ha fallado. ¿Qué hubiera hechome preguntéqué hubiera hecho el autor de la célebre sentencia la razón no grita, la razón convence? Si hubiera estado en mi posición, y hubiese sido invitado a esta ceremonia ¿qué hubiera hecho don Luis Ferré?

Yo estoy convencido de que Don Luis Ferré hubiera venido a honrar a Luis Muñoz Rivera.

Pero para que todo el mundo lo tenga claro: déjenme gritar a los cuatro vientos desde Barranquitascorazón de Puerto Rico: soy estadista y republicano, y vivo orgulloso de serlo. Y vengo aquí, ante la tumba de Luis Muñoz Rivera, a rendirle homenaje a uno de los más grandes hombres de nuestra historia, sencillamente porque sí&porque vivo igualmente orgulloso de ser puertorriqueño.

Si Barbosa pudo honrar a su adversario político y decir en su despedida de duelo: Mi ilustre adversario Luis Muñoz Rivera ha caído herido por la muerte, todo el país unido ante esa enorme desgracia solo tiene un corazón para sentir muy hondamente tan terrible golpe, y lágrimas que derramar ante el cadáver de este ilustre patricio. ¿Por qué no puedo yo honrar hoy a ese mismo prócer? ¿Hay alguien hoy que se atreva a cuestionar la lealtad de Barbosa a nuestro ideal de la estadidad por haberle éste rendido tributo a Muñoz Rivera?

Los próceres no pertenecen a ningún partido político. Muñoz Rivera nos pertenece a todos. Como a todos nos pertenecen Barbosa, De Diego, Muñoz Marín y Ferré.

Puede haber quien no lo entienda, o entendiéndolo no lo acepte, pero eso no cambia la realidad.

Yo no concibo como puede llamarse buen puertorriqueño aquél que reniega de la sublime herencia que estos grandes hombreslos unos y los otrosnos han legado a todos.

Permítanme citar a otro gran puertorriqueño quien en una ocasión dijera: Luis Muñoz Rivera no es, como pudiera suponerse, el líder puertorriqueño de un pasado político que terminó hace veinte años el día infausto de su muerte. Luis Muñoz Rivera es, desde el silencio augusto de su tumba en sus amadas montañas de Barranquitas, el líder de la hora actual y presente de nuestro pueblo. Y todo parece indicar que ha de seguir siéndolo por mucho tiempo.

Estas últimas fueron palabras de don Antonio R. Barceló, uno de tantos puertorriqueños ilustres que en alguna ocasión vino a este mismo lugar a honrar la grandeza de espíritu y de patria que encarnó Muñoz Rivera.

De seguro, mientras más años sigamos condenados a sufrir el oportunismo, la falta de sinceridad, la mezquindad y la pequeñez de espíritu de algunos líderes políticos, tanto más grande se nos seguirán haciendo Muñoz Rivera&y Barbosa& y De Diego&y Barceló&y Muñoz Marín&y Ferré.

Y es que fueron todos, más que políticos, hombres de estado capaces de poner a Puerto Rico siempre PRIMERO, por encima de las banderas que cada cual empuñaba.

Es hora ya que acatemos las palabras de Barbosa con verdadera entrega de espíritu y reconozcamos, como éste decía: buscamos el bienestar de la Patria por distintos caminos pero con igual patriotismo.

No pretendo que caigamos en falsos romanticismos de que todo tiempo político pasado fue mejor. No hay que dudar que en el tiempo de Muñoz Rivera, aún cuando se demostraba mayor tolerancia, respeto e inclusive aprecio por el adversario político de lo que estamos acostumbrados a ver hoy en día, en aquel tiempo, como hoy, cada cual de estos grandes hombres empuñaba su bandera con aguerrida convicción de que la suya representaba lo mejor para Puerto Rico. A pesar de ello las páginas de la historia de nuestros partidos políticos están repletas de ejemplos donde aliados políticos de un día se vuelven adversarios al siguiente.

El cínico pudiera decir que no hay nada nuevo bajo el sol&que la historia tiende a repetirse y que el desasosiego político que vivimos hoy día no es muy distinto del que protagonizaron Muñoz Rivera y Barbosa&Barceló y Muñoz Marín&Muñoz Marín y Sánchez Vilella&Ferré y García Méndez&Hernán Padilla y Carlos Romero Barceló&

Sin embargo, es menester recalcar que los verdaderos líderes políticos, los que logran el verdadero respeto y reconocimiento de nuestro pueblo, lo hacen por su dedicación. Porque en vez de provocar apasionamientos fanáticos inspiran y guían con desprendimiento personal. Con lealtad a los ideales en vez de a las posiciones... con apego a los principios más que a los presupuestos.

Imagínense que el grito de lucha entre los unionistas a principios de siglo pasado era Muera Barbosa. Relata Antonio S. Pedreira que mientras Barbosa recorría el pueblo de Bayamón haciendo campaña, una mujer con una bandera unionista le gritó desde el balcón Muera Barbosay Barbosa al escucharle le respondió desde su carro Viva Muñoz

La biografía que Pedreira hiciera sobre Barbosa contiene uno de los mejores relatos sobre el temperamento de Muñoz Rivera. Este relato es digno de citarlo íntegramente:

Cuenta&Luis Muñoz Marín, que el recuerdo más remoto que tiene de Barbosa, lo vincula a esta anécdota: Siendo él muy niño unos amigos de Muñoz Rivera le enseñaron su grito de combate Muera Barbosa, obligándole a repetirlo en una habitación donde Muñoz escribía. Este soltó la pluma y contrariado por aquella frase levantó al inocente chiquillo por los codos, poniéndole de pie sobre su escritorio.

Quién te ha enseñado esto? --le preguntó el buen padre. Hasta que no digas Viva Barbosa no te bajaré de aquí

El chico repitió entre pucheros, las palabras del padre, que al fin le dejó libre con un Nunca vuelvas a decir muera.

Que distinto a algunos líderes de nuestros tiempos, de todos los partidos, que fomentan unos estilos estridentes, a veces ofensivos, que se apartan de las valiosas lecciones de estos próceres.

Esa erosión de nuestros valores tiene una manifestación particularmente insidiosa en la vida pública, pero no es exclusiva de ella.

Lo que nos pasa, Puerto Rico, es que estamos tan obsesionados con alcanzar nuestro destino, que se nos ha olvidado cómo caminar.

En todas los órdenes de nuestra vida: el individual, el familiar, el colectivo como pueblo...vivimos obsesionados con un destino, una meta...al punto que hemos echado por la borda todo lo que aprendimos de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestra cultura en el sentido más amplio, acerca de cómo conseguir nuestras metas...de cómo andar ese camino.

Hemos olvidado que tan o mas importante que llegar al destino, es saber andar ese camino, es hacerlo de tal forma que estemos orgullosos de todos nuestros logros.

Lo que quiero enfatizar es que el fin NUNCA justifica los medios, ni en la política ni en ningún otro orden de cosas.

Eso es, sin embargo, lo que estamos observando a diario en Puerto Rico: el empeño de cada cual en hacer su voluntad, de conseguir lo que quiere, con total desprecio del derecho ajeno.

La que te hace un corte en la carretera con tal de llegar primero a la luz, que de todas formas está roja; el que se come la luz roja, sin importarle el riesgo a que expone a otros; el que se lleva mercancía sin pagar de la tienda, porque él tiene derecho a ella, y total el de la tienda tiene muchos chavos; el que no le paga a Hacienda lo que le corresponde porque quiere empatar la pelea con el gobierno; la que se copia en el examen porque ella no se va a matar estudiando; el que deja de pasar la pensión porque ella ahora sale con otro; el que te pidió tu voto y nunca se acordó de ti...

Si como sentencio Juárez el respeto al derecho ajeno es la paz, por que ha de sorprendernos el desasosiego con que vivimos hoy en día en Puerto Rico? Si a diario despreciamos el derecho ajeno con mayor impunidad?

Tenemos que retomar, tenemos que reaprender nuestros valores. Tenemos que retomarlos y reaprenderlos pero también tenemos que exigírselos a nuestros líderes.

La honestidad, la compasión, la modestia, la templanza, el amor a la familia, al trabajo, el sacrificio, la responsabilidad personaltanto por lo que hacemos (sobre todo lo malo) como por lo que dejamos de hacerel respeto a la dignidad de las personas&la fe, la sencillez, el amor, la solidaridad, la esperanza.

Mire, no es tan difícil. Difícil sería si tuviéramos que inventárnoslos. Pero los valores están ahí. Escoja usted el código de valores y virtudes que prefiera. Las opciones van desde el Evangelio hasta el refranero popular puertorriqueño.

&O sencillamente, haga una introspección, que seguro que los encuentra grabados en su corazón, ahí mismo donde los dejaron grabados sus padres, sus abuelos, una maestra, un ministro, el sacerdote&Lo importante es que no tenemos que inventarlos, sólo tenemos que ponerlos en práctica.

¿Queda esperanza para Puerto Rico? Claro que sí.

Yo lo creo. Como Muñoz Rivera, yo albergo una gran esperanza en nosotros mismos y quiero compartirla con todos.

No debemos desanimarnos por el pesimismo y el desasosiego que nos arropa. A veces la noche tiene que ser más oscura para que el amanecer sea más radiante.

Los puertorriqueños debemos, y podemos, unirnos en un abrazo fraternal, individual y colectivo, para devolverle a nuestro pueblo la cordialidad, esperanza y fraternidad que todos nos merecemos. Es hora de exigirles a nuestros líderes que suelten la espada de la discordia y empuñen la lucha por el bienestar de Puerto Rico... Es hora de exigirles a nuestros líderes que paren los insultos y los atropellos y que se enfoquen en lo mucho que nos une... Es hora de exigirle a nuestros líderes que trabajemos por proveer resultados y una mejor calidad de vida, no por destruir lo que hizo el que nos precedió&Es hora de exigirle a nuestros líderes que no utilicen nuestros ideales como un mero vehículo para alcanzar el poder, sino como una guía para alcanzar nuestras metas&Y es hora de que los líderes sepan que el poder emana del pueblo y que es para utilizarlo a favor de quienes lo han prestado de forma temporera, de tiempo en tiempo.

Hace un momento me referí al desasosiego causado por los estilos y pugnas personales, el cuál, como he dicho, debemos y podemos superar. También debemos superar los retos que tenemos como pueblo en la educación, la creación de empleos, el garantizarle la salud a nuestra gente y un retiro digno a los que entran en la edad dorada. No debemos rehuir ningún asunto, por complejo que parezca. Específicamente, es necesario e ineludible referirnos al desasosiego que resulta de la incertidumbre política. Lo que Muñoz Rivera bautizó como nuestro problema del status, que aún nos aqueja.

Les pido a ustedes que no se limiten a venir aquí cada año a rememorar a Muñoz Rivera, como los estadistas no nos debemos circunscribir a elogiar cada año a Barbosa.

Los invito a que, no de año en año, sino de día en día imitemos el proceder de estos patriotas. Pero más aún que les exijamos a los líderes políticos de hoy que se comporten como ellos. Que tengan a Puerto Rico como único interés y que se dispongan a resolver los problemas que nos aquejan, incluyendo el centenario problema del status.

Como ustedes saben, yo soy un firme creyente de la estadidad. Pero respeto el derecho de mis conciudadanos a escoger el status de su preferencia ejerciendo su derecho individual e indelegable mediante una selección educada, justa y democrática entre alternativas de status de naturaleza permanente y no-territoriales.

Barbosa dijo en el sepelio de Muñoz Rivera: Hoy, ante la desgracia que nos entristece, Unionistas y Republicanos estamos unidos como un solo hombre para llorar y para sentir. Continuemos unidos para resolver el problema político planteado por Muñoz Rivera allá en Washington. Terminemos su obra.

Después de 107 años sin resolver, de forma final, el problema del status , 88 años de ciudadanía americana y casi 90 años desde la muerte de Muñoz Rivera, es hora de que esta generación termine su obra. Escojamos finalmente una alternativa de status permanente y no-territorial para así terminar la discusión de este tema que por tantas generaciones nos ha dividido. Estoy convencido que al resolverlo, haremos mucho más fácil el atender todos los demás asuntos que nos aquejan.

El pueblo de Puerto Rico lo necesita. Nuestras futuras generaciones lo merecen. Es hora de actuar. Como pueblo, nos hemos ganado el sagrado e innegable derecho a decidir nuestro futuro, dentro del clima de respeto y sosiego que Muñoz Rivera y Barbosa nos enseñaron. Imitémoslos para alcanzar esa Tierra Prometida.

Ese es mi norte y el de todo puertorriqueño de buena voluntad. Que Dios bendiga a esta bella tierra y a tanta gente buena que tenemos.

Muchas gracias.

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