Discurso pronunciado por el honorable Luis Muñoz Marín, Gobernador de Puerto Rico, desde el barco Suzanne a su regreso de Estados Unidos - 1 de agosto de 1949

Agradezco profundamente esta nueva demostración de afecto y de confianza. No tengo que decir cómo reciproco ambos. En mi viaje al Norte creo no haber hecho otra cosa que cumplir, hasta donde alcanzó mi trabajo, con el deber de dedicación que tengo contraído con ustedes. Entre las labores de orden económico y social hice también la de orden político. Creo que ustedes me encomendaron con sus votos que agotara todo esfuerzo por sacarlos de la confusión y zozobra sobre status político y por ponernos todos en un camino de claridad, de buen sentido, de firme orientación. Honradamente, sin falsas modestias--porque no hay tiempo que perder en falsedad de modestia ni de cosa alguna--creo que estamos en ese camino. Si estuviere equivocado, si mi creencia fuera acaso distinta a la del pueblo de Puerto Rico, una votación del pueblo entero podría proporcionar una rápida decisión.

La doctrina que en nombre de ustedes he expresado es la siguiente: Puerto Rico es una comunidad de ciudadanos de Estados Unidos cuyo origen racial es similar al de las repúblicas americanas que bordean el Mar Caribe y cuyo origen cultural es el de todos los países hispánicos en América. Esta posición del pueblo de Puerto Rico merece ser bien entendida tanto por nuestros amigos fraternales de la América del Sur como por nuestros conciudadanos fraternales de la América del Norte. Si Puerto Rico tiene las características de otros países hispánicos de América que son estados independientes, ¿por qué no es Puerto Rico un estado independiente también? ¿Se debe esto a la presencia forzada y tiránica de Estados Unidos en Puerto Rico? El pueblo de Puerto Rico sabe que Estados Unidos no tiene interés colonial en Puerto Rico, ni económico, ni político. Sabe que en cualquier momento en que el pueblo quiera dejar de ser parte de la independencia de Estados Unidos para constituir en más pequeña escala la de Puerto Rico, sólo tiene que decirlo a través de una votación. El pueblo de Puerto Rico ha escogido deliberadamente no decirlo. Sabe que puede constituir una independencia aparte cuando quiera. Hasta ahora ha decidido ser parte de una independencia mayor. Puerto Rico no es colonia. Tampoco es estado separado. Tampoco es estado federado. No es colonia.

Los puertorriqueños somos ciudadanos de Estados Unidos, constituimos nuestro gobierno por sufragio universal de nuestro pueblo. Los productos de Puerto Rico circulan libremente por todo el territorio de Estados Unidos. La característica de que las colonias se limitan a producir materia prima para ser elaborada por la industria de la metrópoli no tiene vigencia en Puerto Rico. Puerto Rico se está industrializando con la ayuda de Estados Unidos. Muchas de sus industrias se fundan en elaborar materia prima traí da de Estados Unidos para reexportarla a Estados Unidos después de su elaboración por la industria puertorriqueña. El caso del azúcar refinada, que es el último discrimen que queda, se está resolviendo. El Congreso de Estados Unidos tiene en teoría el derecho de abolir las leyes de Puerto Rico, lo mismo que en teoría tiene, con los estados, el derecho de abolir la constitución misma de Estados Unidos. Tan irreal es la posibilidad de que se haga lo uno como lo otro. Parte importante de la doctrina que sostenemos los puertorriqueños es que la libertad ha de conocerse más por la observación de los hechos que por la mera lectura de documentos políticos o jurídicos.

Puerto Rico no es estado federado. Su gobierno interno es prácticamente igual al de un estado federado; pero éstos paga contribuciones al Tesoro de Estados Unidos y Puerto Rico no pagan tales contribuciones. Todas las contribuciones que paga el pueblo de Puerto Rico van al Tesoro de Puerto Rico para los fines que determinen las leyes de Puerto Rico aprobadas por la Asamblea Legislativa electa por el pueblo, refrendadas y puestas en ejecución por el Gobernador también electo por el pueblo. Por diferenciarse de los estados federados en no pagar contribución al Tesoro de Estados Unidos, también se diferencia en no tener representación con voto en el Congreso Federal que impone las contribuciones al resto de los ciudadanos de Estados Unidos pero no a los que residen en Puerto Rico.

Si Puerto Rico no es ni colonia, ni estado federado, ni estado separado, entonces, ¿qué es? Lo que se está creando en Puerto Rico, no por plan de teóricos ni por preciosismos de juristas, sino por la dinámica creadora de una moderna política, es una nueva clase de Estado. Una nueva clase de Estado asociado a la república de Estados Unidos. Y también una nueva clase de Estado, en un sentido más relacionado con todo el hemisferio, asociado por la confraternidad política a la América del Norte, por la confraternidad tradicional a la América del Sur y por la cultural a ambas.

Repito que la libertad hay que juzgarla más por la observación inteligente de su realidad que por la lectura ingenua de sus documentos. Así es cómo se entiende, por ejemplo, la libertad inglesa y su relación a la del Canadá. Por la lectura de documentos Canadá sería colonia del parlamento inglés, sujetas sus libertades a revocación por simple estatuto de dicho parlamento. Sin embargo es un hecho incuestionable a los ojos del mundo entero que constituye una comunidad libre asociada a Inglaterra. En cambio hay todavía en América países donde la constitución dice que sólo el electorado podrá cambiar los gobiernos y donde con gran frecuencia son fuerzas militares y no electorales las que cambian los gobiernos.

Este pueblo debe resentir que se insista en darle el apodo de colonia, para tratar de humillarlo y denigrarlo. El pueblo de Puerto Rico tiene el respeto y la admiración de todas las gentes que saben de él en toda América, por no haber una democracia más vigorosa que la puertorriqueña en parte alguna del hemisferio americano ni en el norte ni en el sur; por ser uno de los pueblos en América que con mayor resolución, paciencia e inteligencia brega con gravísimos problemas de vida; por la fuerza de espíritu que le mantiene serena la consciencia y ancho el horizonte en un tiempo en que el mundo ve turbarse las conciencias y encogerse los horizontes. El pueblo de Puerto Rico, este pueblo de Puerto Rico de carne y hueso, por sus cualidades de democracia y espíritu recibe el respeto y la admiración de América. ¿Con qué derecho tratan de vejarlo con motes y apodos falsos un puñado de sus propios compatriotas? ¿Y con qué justificación?

¿Y con qué fuerza moral? Pretender luchar contra una colonia que no existe es ponerse a pelear con un muñeco de paja para rehuir la responsabilidad de pelear contra los verdaderos problemas de Puerto Rico, que son: Ir organizando y perfeccionando la libertad política que en efecto tiene; bregar con la escasez para abolirla, con la injusticia para corregirla, con la enfermedad para curarla, con la falta de medios educativos para que haya plena educación. Y contra ese gigante que no es de paja, contra el gigante de los verdaderos y hondos problemas de este pueblo; contra ése sí que pelea y se faja hasta el fondo de su corazón, y con la mayor claridad de la luz de su conciencia, este magnífico pueblo de Puerto Rico, a quien tengo el honor de saludar con todo mi cariño, mi respeto y mi admiración.

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