Palabras del Gobernador Luis Muñoz Marín ante el Subcomité del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos - 12 de julio de 1949

Puerto Rico es una comunidad de dos millones doscientos mil (2,200,000) ciudadanos americanos dedicados a un gran esfuerzo de mejoramiento propio. El resultado de este esfuerzo se traduce ya en hechos concretos que podemos ver a nuestro alrededor: fábricas, escuelas, carreteras, caseríos, plantas hidroeléctricas y sistemas de acueductos.

El cambio psicológico es igualmente notable. Ha desaparecido la actitud derrotista de un pueblo que vivía en la creencia de que se enfrentaba a un problema sin solución. Tenemos plena conciencia de las dificultades y obstáculos que existen entre la realidad presente y el nivel decoroso de vida que aspiramos para nuestra gente. Pero estamos seguros que si los factores básicos, sobre los cuales venimos trabajando en la solución de nuestros problemas, no se cambian, y no se le crean nuevos obstáculos a nuestro desarrollo, superaremos nuestras limitaciones naturales y eliminaremos las huellas, que todavía subsisten, de la extremada pobreza que ha sufrido una parte considerable de nuestra población. La actitud de nuestra gente es de dedicación al trabajo y de esperanza en la eficacia de ese trabajo.

No hace muchos años que nuestro problema se consideraba insoluble, y nuestra situación, sin esperanza. Se señalaba a Puerto Rico como ejemplo flagrante del fracaso de los principios americanos fuera de las fronteras del continente y en su relación con una comunidad bien organizada, pero de diferente cultura. Ya tal cosa no se dice, excepto con intención malévola. Hoy los observadores sin prejuicios y los que interpretan nuestra realidad, hacen hincapié en la calidad de nuestro esfuerzo y en las oportunidades que existen para el buen éxito de nuestros propósitos. Los medios que utilizamos para superar las limitaciones económicas son objeto de cuidadosa atención por parte de otras comunidades que también están tratando de resolver problemas similares. Ya no somos una comunidad por la cual los Estados Unidos deban sentirse frustrados, ni siquiera avergonzados, ante el resto del mundo. Los progresos políticos y económicos alcanzados en Puerto Rico, todavía lejanos de ser completamente satisfactorios, no justifican el orgullo jactancioso. Pero base hay para una sobria satisfacción.

La Isla incuestionablemente va jalda arriba, pero le falta mucho para llegar a la cima. Hasta ahora el progreso logrado, aunque loable en vista de los obstáculos que hubo de vencer, no ha podido, por la misma razón de esos obtáculos, desarrollar un movimiento capaz de generar de por sí suficiente ímpetu para seguir jalda arriba si el camino, de pronto, se nos volviese más difícil.

La Isla ha alcanzado un nivel de vida--como revela evidencia tan objetiva como el ingreso neto por persona, los índices de mortalidad, literacias, las carreteras, los automóviles, los teléfonos y radios, en relación con el número total de habitantes que sobrepasa el de todos los pueblos iberoamericanos con la excepción de la Argentina, Chile y el Uruguay. Pero nuestro ingreso neto por persona todavía es la mitad del de Miissippi, el estado más pobre de la Unión, y mucho más bajo que lo que nos proponemos alcanzar.

Los problemas que confrontamos, como ustedes bien saben, son extremadamente difíciles. Tenemos una densidad de población de tipo industrial, mientras que nuestro sistema de producción en su mayor parte es agrícola. Tenemos un índice de natalidad de tipo agrícola y un índice de mortalidad de tipo industrial. Nuestra gente, por la disparidad entre los índices de natalidad y mortalidad, se reproduce más rápidamente que cualquiera otra en el mundo. Estamos casi codo con codo. Contamos únicamente con dos millones doscientas mil (2,200,000 ) cuerdas, de las que sólo un millón (1,000,000) pueden utilizarse en una agricultura intensiva, esto es, en la producción de frutos. Estamos en busca de petróleo, pero no lo hemos encontrado. Sólo nos queda un camino franco para nuestra densidad de población: crear oportunidades de trabajo industrial. Hacemos todo lo que podemos con la agricultura, pero existen evidentes limitaciones por ese lado. Nuestra fuerza obrera, en números redondos, alcanza ahora setecientos mil (700,000). Alrededor de diez porciento (10%) de ese número se encuentra desempleado, y un fuerte contigente sólo está parcialmente empleado. Para 1960, descartando el desempleo y ocupándonos sólo del aumento neto en la fuerza obrera, tendremos que crear empleos para doscientos cuarenta mil (240,000), de los cuales ciento veinte mil (120,000) tendrán que ser en la industria. Estas cifras deben parecerles a ustedes bastante pequeñas, acostumbrados como están a las cifras nacionales de sesenta millones (60,000,000) de trabajadores, casi totalmente empleados. Pero esta cifra que resulta pequeña si se la compara con el total nacional, es de vital importancia para nosotros.

Para llevar a cabo nuestro actual esfuerzo hemos mobilizado, hasta el límite que hemos podido, nuestros propios recursos. Mucho se ha hecho con los fondos recaudados por concepto del alto consumo de ron durante los años de guerra; ingreso debido a arreglos fiscales que datan desde el año 1900. Supimos conservar los recursos. De 1941-42 a 1948-49, se separaron doscientos cincuenta millones de dólares ($250,000,000) para invertirlos en obras públicas o en expansión económica, en vez de emplearlos en los gastos de funcionamiento del Gobierno. Ciento siete millones ($107,000,000) se destinaron a obras públicas corrientes, tales como escuelas, hospitales y carreteras, para ser administradas por nuestros departamentos ejecutivos regulares. Ciento cuarenta y cuatro millones ($144,000,000) se consignaron a un número de corporaciones públicas. Muchas de éstas, como la Acueductos y Alcantarillados, construirían obras públicas que anteriormente eran operadas, por lo general con menor eficiencia, por organismos más pequeños. Otros fondos se destinaron para servicios indispensables al desarrollo económico e industrial, así como para el bienestar del pueblo, tales como caseríos, energía eléctrica, aeropuertos, muelles y comunicaciones telegráficas. Pero una parte importante cincuenta y cinco millones ($55,000,000) se destinó a los organismos creados para fomentar el desarrollo económico, como la Compañía Agrícola, la Compañía de Fomento Industrial y el Banco Gubernamental.

Permíte destacar que se destinaron doscientos cincuenta millones de dólares ($250,000,000) para obras públicas y desarrollo económico, mientras que menos de doscientos millones de dólares ($200,000,000) se reembolsaron al Tesoro Insular como resultado de los arreglos existentes respecto a los impuestos sobre el ron. Hemos sido exigentes con nosotros mismos y continuaremos siéndolo hasta el límite de nuestra capacidad, en nuestro propósito de echar adelante nuestro programa de amplios alcances. A partir de 1940 nuestros cobros por concepto de contribuciones sobre ingresos se han más que multiplicado por diez, mientras que el ingreso social sólo ha aumentado alrededor de dos y media veces.

En estos mismos instantes estamos trabajando en los fundamentos de una política contributiva que asegure una parte razonable de nuestro ingreso para los servicios públicos y el desarrollo de la Isla, y que permita al mismo tiempo mantener el incentivo para producir, lo que tan necesario resulta en donde como aquí se labora por expandir la producción mediante la empresa privada.

Como solución provisional al desconcertante problema de imponer contribuciones suficientes para hacer todo lo que tenemos que hacer, y conservar, no obstante, el incentivo para producir, y en nuestro caso, compensar algunas de las desventajas inherentes a un país que se encuentra en los primeros años de su desarrollo industrial, fué que ideamos la política de exención contributiva. Mantendremos escrupulosamente los beneficios que hemos prometido y que hemos otorgado, pero para el futuro estamos buscando una solución más permanente. Ustedes, que tienen que bregar constantemente con este problema, convendrán en que no puede hallarse una rápida solución conflicto económico.

En el campo de la seguridad social Puerto Rico ha hecho un esfuerzo considerable. No es, sin embargo, suficiente a la luz de nuestras grandes necesidades. Los detalles les serán presentados por testigos peritos. Un principio nos ha guiado al hacer la distribución de recursos. El objetivo cardinal de este Gobierno es aumentar la producción. Creemos que la seguridad social, conjuntamente con otros gastos públicos como los destinados a instrucción, salud, agua pura y albergues decorosos, ayuda a fomentar la eficiencia y la productividad del obrero, cosa esencial a la expansión productiva. Hemos tratado, dentro de nuestros ancianos y niños pobres. Establecimos durante la guerra y continuamos manteniéndolo, un sistema de ayuda directiva en beneficio de los más necesitados. Un plan modesto de seguro contra el desempleo para minimizar el sufrimiento que causa el carácter estacional de la industria de la caña, se inauguró este mismo año. Por muchos años ha estado funcionando un amplio sistema de seguro contra accidentes del trabajo. Estoy seguro que cuando conozcan los datos de nuestros intensos esfuerzos por proveer un minimo de seguridad social en Puerto Rico, se sentirán más convencidos todavía que cuando votaron por el Proyecto de la Cámara 6000, de lo razonable y justo de su acción. Todos los puertorriqueños, en todos los niveles de la sociedad, les agradecemos sinceramente el haber votado a favor de ese proyecto.

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