Discurso ante la tumba de los dos trabajadores muertos en la pasada huelga de la caña - 21 de septiembre de 1942

Hablo ante la igualdad de la muerte y la injusticia de la vida. Hablo ante la igualdad de la muerte simbolizada en este cementerio y ante la injusticia de la vida simbolizada en las vidas de ustedes que me oyen aquí en Guayama, y de todos los que, como ustedes, a través de todos los campos y poblaciones de Puerto Rico, comparten los mismos sufrimientos de ustedes, y tienen en su voluntad el llevar a cabo la misma lucha para ponerle fin a esos sufrimientos.

En la muerte el Dios Todopoderoso nos trata de enseñar cómo debe ser la igualdad para todos; la muerte es igual para el débil que para el poderoso, para el pobre que para el rico. Dios nos enseña esta lección, la lección de la igualdad en la muerte. Nuestro ideal es que se aprenda esa lección, que se trabaje por ir estableciendo la igualdad entre los hombres en la vida.

En el cementerio reposan ahora en la igualdad de la muerte los trabajadores Delfín Alicea y Justino Ortiz. En años venideros reposarán también en el cementerio, en la igualdad de la muerte, los que compu-sieron el jurado que hace dos días los absolvió. Reposarán también en el cementerio, en la igualdad de la muerte, los poderosos que fueron absueltos. Delfín y Justino se han librado de la incertidumbre y el dolor de la vida. En su día los otros también se librarán de la incertidumbre y las tentaciones de la vida.

Mantengamos la fe fuerte y serena en la enseñanza de igualdad que nos da el Todopoderoso. Mantegamos nuestra voluntad, nuestro propósito, nuestra esperanza, inquebrantablemente, empeñados en la lucha por ir haciendo que la vida sea cada día más igual y más justa para los hombres sobre la tierra. Ese es el significado profundo y esen-cial de esta gran lucha a la que ustedes y yo, en que todos los hombres y mujeres sufridos a través de Puerto Rico, y a través del mundo entero, estamos dedicados.

Se concibe que en un sistema de justicia haya quienes tengan más que otros. Hay distintas capacidades de servicio y producción. Hay distintos grados en que se puede ser útil a la comunidad. Se concibe que, en justicia, haya quienes tengan más que otros. Pero lo que no puede en justicia concebirse es que haya quienes tienen más de lo que necesitan para sus vidas mientras otros tienen menos de lo que necesitan para sus vidas. Mientras hayan hombres que tengan menos de lo necesario para el sustento de sus hijos, no puede estar justificado que hayan hombres que tengan más, mucho más, de lo necesario para el sustento de los suyos.

La igualdad es la igualdad de los hombres ante Dios. La igualdad es la igualdad en la dignidad humana de cada ser en este mundo. La igualdad es la igualdad en el respeto que se debe al alma de cada hombre, pobre o rico, débil o fuerte. La justicia quiere esa igualdad profunda en la dignidad humana y en el alma humana; que exista entre los que tengan más y los que tengan menos. Trasmítanle ustedes, los que me oyen, este mensaje a los poderosos de esta comarca y de esta tierra puertorriqueña: si las desigualdades en la riqueza violan la ley de Dios que ordena la igualdad entre las almas de los hombres, se nos puede dejar con un solo remedio para garantizar esa igualdad en la dignidad humana. Y ese remedio sería hacer la igualdad también en la riqueza de los hombres.

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