Cultura y Democracia: Discurso pronunciado en el Ateneo Puertorriqueño - 30 de junio de 1940

Aunque a un auditorio como el de este foro público del Ateneo le han de ser conocidas las definiciones que voy a hacer, parece conve-niente hacerlas para que formen parte inmediata del contexto de esta breve expresión de pensamiento sobre democracia y cultura.

Creo que podemos definir cultura, en su sentido más amplio, como actitud de una comunidad que puede ser un mundo, un hemisferio o una isla como la trabazón de maneras de vivir la vida. En este sentido existe una cultura en el centro del Congo o en la Polinesia, lo mismo que en Europa o en América. Y si nos estuviéramos refiriendo no sólo a maneras de vivir la vida, sino a maneras de vivir la vida y esperar la muerte, encontraríamos cierta dificultad en decidir si estamos hablando de cultura o de religión. En su sentido más profundo ambas cosas se entrelazan y se sintetizan. En un sentido más especializado, cultura es esa serie de disciplinas intelectuales y espirituales conscientes, de un grupo que se supone preparado para tales disciplinas en una comunidad, que tratan de extender la comprensión, la efectividad del pensamiento y de las fuerzas espirituales con intención de aclarar, fortalecer, variar, perfeccionar, la actitud hacia la vida que ha desarrollado una comunidad obedeciendo a las múltiples fuerzas incluyendo predominantemente las fuerzas no dirigidas que han hecho su desarrollo. Es decir, cultura, en su sentido más amplio es la actitud hacia la vida y maneras de vivir la vida de una comunidad, actitud mala o buena, inteligente o torpe, pero real y espontánea desarrollada por esa comunidad en el proceso de su formación como tal y en los antecedentes que precedieron a la iniciación de ese proceso.

Cultura, en el sentido especializado, es el propósito del espíritu humano, el propósito de la conciencia, de la imaginación, de la comprensión, de la inteligencia, de establecer variantes de superación en la actitud de esa comunidad hacia la vida, en la manera de vivir la vida esa comunidad, o sea superación en la cultura (en el sentido más amplio) de esa comunidad. Y repito que por comunidad podemos querer decir mundo, hemisferio, región o isla.

El concepto democracia también tiene dos definiciones generales: una amplia y honda, y otra especializada. En el sentido especializado, democracia podría definirse como separación de poderes; el ejecutivo, el judicial, el legislativo, si este último tiene su origen en el pueblo. En el sentido especializado, democracia podría definirse como gobierno congresional de tipo Estados Unidos con la rama legislativa electa por el pueblo, la rama ejecutiva electa por el pueblo, aparte de la rama legislativa, la rama judicial fruto de ambas o a veces electa por el pueblo directamente también. Democracia podría definirse como gobierno parlamentario tipo inglés o francés, en el que la rama ejecutiva surge directamente de la rama legislativa, surgiendo los gabinetes ejecutivos del seno mismo del parlamento electo por el pueblo y surgiendo la rama judicial de esa manera de combinar los poderes ejecutivos y legislativos. Democracia también podría definirse, en comunidades pequeñas, como en ciertas comunidades de la antigua Grecia, como la acción legislativa directa del pueblo por los electores en masa reunidos al efecto. Todas estas formas específicas de la democracia, en el sentido especializado de la palabra, pueden resumirse en las palabras de Abraham Lincoln en su discurso de Gettysburgh: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Es noble y grande la frase de Lincoln, e incluye todas las defini-ciones de detalle dadas anteriormente. Pero la misma frase de Lincoln es todavía demasiado superficial para definir esta cosa tan grande que es la democracia. Porque un gobierno puede ser del pueblo sin que el pueblo esté viviendo la verdadera dignidad de la democracia. Porque un gobierno puede ser por el pueblo sin que el pueblo sepa ejecutar el verdadero significado de la democracia. Y porque un gobierno del pueblo y por el pueblo, sin ese entendimiento, no será completamente un gobierno para el pueblo.

Más allá del gobierno parlamentario o gobierno congresional, más allá de las decisiones públicas en las pequeñas repúblicas de Grecia, más allá de la técnica de separación de poderes, más allá del concepto de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, la democracia, en su sentido más hondo, es una actitud hacia la vida, es una manera de vivir la vida. Es más que eso: es una manera de vivir la vida ante la realidad augusta y trágica de la muerte. Es una manera de vivir la vida para poder morir la muerte dignamente. Y en ese sentido se entrelaza y se funde con la actitud religiosa. Y en ese sentido se entrelaza y se funde con lo que, para nuestras mentes occidentales, es el sentido más alto de la religión: se entrelaza y se funde con el cristianismo.

Democracia en este último sentido sin la cual los demás sentidos que hemos expresado no valen permanente ni efectivamente creo que debe definirse como una actitud de profunda igualdad entre los seres humanos igualdad mucho más allá del voto y de las formas de constituir el gobierno: todo eso se da por descontado, todo eso se da por hecho dentro del marco de la democracia: todo eso es mera expresión de la otra igualdad; y hasta el punto en que no lo fuera sería falsa expresión de la verdadera igualdad. Democracia en este sentido es igualdad de la dignidad humana ante la vida y ante la muerte; es igualdad de la dignidad humana ante el dolor de la vida y ante el misterio de la muerte; es igualdad de la dignidad humana ante el tiempo y el espacio, ante el infinito y ante la eternidad.

Democracia no implica una teoría de que todos los seres humanos son iguales en cualidades, porque eso sería falso, y el sentido más hondo de la democracia no puede estar viciado de falsedad. La democracia reconoce, porque la realidad dicta ese reconocimiento, que hay quienes son más fuertes que otros, que hay quienes son más inteligentes que otros, que hay quienes han desarrollado mayores capacidades que otros; reconoce hasta que hay quienes son mejores que otros dentro de los términos de la relación social y creadora inmediata. Si no reconociera esto, la democracia estaría basándose en una falsedad, la democracia no valdría la pena. La democracia tiene que reconocer que los hombres son distintos, que los méritos son variados, que hay una escuela de capacidades. Lo que la democracia, profundamente, no puede reconocer es que estas distinciones y que estas variaciones tengan importancia ante la vida y ante la muerte y ante la eternidad. Pudiera ser que yo tuviera más inteligencia que muchos jíbaros de nuestro pueblo. No que todos, porque yo he hablado en las montañas de Puerto Rico con muchos jíbaros analfabetas que son más inteligentes que yo. Pudiera ser que muchos de nosotros que estamos reunidos aquí tuviéramos más inteligencia y más capacidad que hombres cuya única ortografía es la ortografía tremenda del surco sobre la tierra, sin la cual no hay lenguaje de frutos ni de creación. Pero, ¿quién es desigual ante el misterio de la vida y de la muerte? ¿Quién es desigual ante el dolor que aniquila y ante el no saber que ciega? ¿Quién es desigual ante este hecho tremendo de nacer, vivir y morir? ¿Quién es menos ignorante que otros en cuanto a la eternidad? ¿Quién es más sabihondo que otros ante la muerte? ¿Quién sabe más ni entiende más que otros de por qué es todo este lujo y todo este dolor y toda esta gloria del mundo y de la vida? ¿A quién le duele más lo que a él le duele supremamente de lo que le duele a otro, de lo que a ese otro le duele supremamente? Yo sé mucho más que muchos jíbaros y Einstein sabe mucho más que yo. Pero de las cosas que todos quisiéramos saber, y que ninguno de nosotros sabemos, ante las cosas que todos quisiéramos vencer y que ninguno vencemos, ¿qué diferencia seria, que valga la pena, hay entre el jíbaro más infeliz y este hombre que habla, ni entre este hombre que habla y la mentalidad lógica mejor organizada del mundo, que es Einstein o el que sea? Ante el dolor, la dignidad y la humanidad obligada de todos de todos, ¿qué diferencia hay entre los seres? ¿Qué diferencia hay entre la malacrianza de nacer llorando y la malacrianza de morir esperando un buen entierro, un entierro bueno por cariño o bueno por lujo? ¿Qué diferencia hay entre los que nacemos, vivimos y morimos, ante la dignidad del alma del hombre frente al misterio, ante la humildad que debe tener el alma del hombre frente al dolor y al misterio? ¿Qué vale que unos sean ingenieros, otros peones, otros filósofos y otros santos?

La dignidad del hombre y la humildad del hombre, la igualdad en la dignidad y la humildad del hombre esa, es la democracia. Unos sabemos más y otros sabemos menos, pero todos morimos iguales y todos sabemos igual de la muerte. Unos hacemos más y otros hacemos menos, pero todos hacemos lo que podemos, y en eso somos iguales.

La democracia, en su sentido más hondo, en su sentido más verdadero, en su sentido más irrefutable, en su sentido más vivible es la igualdad del alma humana ante la vida humana.

Entendamos esto bien en Puerto Rico, porque posiblemente seremos uno de los pocos rincones de este mundo donde se podrá mantener esta creencia, donde se podrá atesorar esta realidad profunda como atesoraron los monasterios y conventos en la Edad Media las verdades que acumuló el mundo antiguo y que fueron tempora-riamente suspendidas cuando la invasión de los bárbaros rompió entonces, como ahora, la frontera del Rhin. Si vivimos guiándonos por la desigualdad superficial que evidentemente existe entre los hombres, el sentido de superioridad en los que sean o se crean superiores tenderá siempre a ser utilizado para beneficios personales, transitorios y efímeros beneficios que no pueden alcanzar más allá de un entierro lujoso. El que se sienta superior tratará de acaparar privilegios por sobre los que él sienta inferiores. El que se sienta superior caerá en la pequeñez de usar su superioridad temporera y efímera en perjuicio de los que siente sus inferiores, en perpetuación de sistemas de luchas pequeñas y sin valía. El que continúe sintiendo muy fuertemente su pobre y deleznable superioridad, la utilizará para que continúe existiendo un mundo inferior en su comprensión, deleznable en su pelea contra el dolor y contra la injusticia (la injusticia, que es el instrumento humano para acrecentar el dolor); el que continúe creyéndose tan poca cosa que solamente venciendo a sus compañeros en este mundo puede sentirse importante; el que continúe teniéndole más miedo (miedo que es el signo definitivo de la inferioridad verdadera) a los acontecimientos vanos de su pobre vida que a no entender la dignidad del alma humana en este mundo en su lucha contra el dolor y el misterio y la injusticia; el que, por sus superioridades nimias, no entienda de la dignidad suprema de su igualdad, ese será la mera materia prima con que las almas responsables tienen del alma humana. Y la superioridad del alma humana solamente puede establecerse en el concepto más hondo de la dignidad y de la humildad ante la terrible tragedia de los seres.

Democracia de este modo definida; democracia definida como la igualdad esencial de las gentes que nacen, viven y se mueren; democracia definida como la ignorancia igual de todos ante la muerte; democracia definida como la dignidad igual de todos ante la vida; democracia, de este modo definida, tiene que llevar a los que alcancen a comprenderla, a que las superioridades superficiales y transitorias se usen, no para aprovechar y ahondar esas superioridades superficiales y transitorias, sino para compensarlas, para igualarlas; para hacer la superioridad del que es superficial y transitoriamente inferior; para que el que sabe más de pan pueda usar su conocimiento en igualar justicieramente al que sabe menos de pan; para que el que sabe más de dolor pueda compensar con su conocimiento al que sabe menos de dolor; para que el que sabe más de justicia pueda compensar, con su conocimiento, la ignorancia involuntaria de justicia del que sabe menos de justicia. La superioridad superficial del que la tiene, en el sentido hondamente democrático de la vida, debe servirle al que tiene esa superioridad como estímulo para corregir la injusticia a favor del que no la tiene, en vez de servirle como estímulo de astucia y jaibería, para utilizarla en hundir más aún al que injustamente ha nacido o ha crecido sin esa superioridad.

Y en Puerto Rico, en nuestro Puerto Rico, en este rincón del mundo, que en medio de una ola de barbarie ideológica puede ser monasterio que preserve las verdades profundas de la democracia y la cultura y democracia y cultura son en este sentido, la misma cosa noble y grande de una dignidad humana acechada y que se defiende en Puerto Rico democracia y cultura debe querer decir que se desechen de nuestros espíritus las pequeñas competencias basadas en las inútiles superioridades superficiales; los pequeños miedos que inutilizan a los que debían servir, y el miedo intelectual y el miedo moral constituyen la suprema forma de la incultura, que se comprenda lo deleznable, lo ridículo, lo absurdo, lo indigno, lo inculto, de que alguien compre a alguien o de que alguien venda a alguien, y que alguien se dé por comprado cualquiera que sea el precio; y que a través de nuestro pueblo se haga, no la unión de conveniencias electorales, no la unión de mínimas superioridades que son guiñapos ante la eternidad y ante el destino de un pueblo, sino la unión de gentes iguales ante su ignorancia de la muerte, ante su turbación de la vida y ante la dignidad de su destino ante su turbación de la vida y ante la dignidad de su destino ante la vida y la muerte; la unión de los que saben, por ser cultos, con los que saben muy poco menos que ellos por ser muy incultos, la unión de la sabiduría de los que saben a la falta injusta de sabiduría de los que no saben; la unión de la cultura militante, que debe ser la conciencia dirigente de nuestro pueblo, fundiéndose con la cultura espontánea y vital que es la existencia misma de nuestro pueblo, la unión de la cultura y de la democracia.

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