Discurso pronunciado a través de la W. N. E. L., desde el Capitolio, sobre el impasse legislativo - 12 de abril de 1941

Hablo esta noche en cumplimiento de un deber democrático: del deber que tengo de informarles a ustedes, al pueblo de Puerto Rico en todos sus campos y poblaciones, de la legislación pendiente que se relaciona con la justicia que ustedes esperan que esperan los trabajadores, los agricultores, el comercio, el pueblo en general; del estado de la instrumentación para hacer efectiva la legislación ya aprobada, que sin esa instrumentación mucha de ella no podrá llevarse a cabo. Al explicarles estas cosas ustedes sabrán también quiénes pueden ser los culpables de que se les niegue la justicia y por qué motivos y a base de qué ambiciones es que se disponen a asumir esa culpabilidad que ustedes castigarán como ya supieron castigar otras culpabilidades el día cinco de noviembre. Lea sobre la democracia y los deberes tanto para las personas como para el estado en nuestro artículo o buy ethics research papers, para que comprenda el mensaje del artículo y también se dé cuenta de la importancia de la "voz".

Ha sido aprobada anteriormente la mayor parte del programa que ofreció el Partido Popular Democrático al pueblo. Las leyes han llegado al Gobernador. El ya ha firmado varias, entre las más importantes. Puedo asegurar que las firmará casi todas. Pero una gran parte de estas leyes no puede ponerse en vigor si no se aprueba ahora la instru-mentación que falta para ponerlas en vigor. Por esta razón está en peligro una gran parte del programa de justicia que nosotros hemos aprobado, que el gobernador está dispuesto a aprobar, que ustedes ordenaron en las elecciones con sus votos y que ustedes están esperando ahora.

Al llegar el momento, ayer, en que sólo faltaban algunas leyes y la legislación para instrumentar el programa ya aprobado, ciertos señores consideraron oportuno hacer ciertas peticiones de empleos para políticos, bajo la amenaza palpable de negar sus votos para instru-mentar las leyes aprobadas y que ustedes esperan. ¡Todo lo que creí que debí conceder, lo concedí sin discusión! Pidieron puestos-llaves. Les negué rotundamente los puestos-llaves, de los cuales depende el llevar a cabo con toda efectividad el programa por el cual ustedes votaron en las elecciones. Les pregunté si se disponían a votar o no las leyes que ustedes necesitan. Se me dijo entonces que me contestarían a las ocho de la noche. Les supliqué que lo hicieran lo antes posible, pues no había tiempo que perder. A las ocho de la noche me comu-nicaron que dentro de uno o dos días quién sabe me contestarían. Entonces les mandé a decir a esos señores que evidentemente estaban tratando de asesinar, por el retraso y la evasión, el programa ofrecido al pueblo; que así yo lo interpretaba,y que actuaría inmediatamente en defensa del pueblo contra semejantes tácticas. Delante de quienes me dieron el mensaje hice arreglos para poder hablar con ustedes por la radio esta noche y todas las noches que sean necesarias. Delante de ellos llamé al presidente de la Cámara y al floor líder del Partido Popular Democrático en la Cámara, y les indiqué que inmediatamente reunieran la Cámara y empezaran a poner a votación las leyes. Los populares íntegramente votarían a favor de las leyes que el pueblo ha ordenado. Los otros les votarían a favor o en contra. Las leyes serían aprobadas o derrotadas. Y la responsabilidad de esto caería claramente sobre la conciencia y sobre los hombros y sobre la historia de los que le votaran en contra. Allí mismo ordené que se me diera una lista completa de cada votación celebrada en la Cámara con los nombres de todos los que votaron a favor y de todos los que votaron en contra. Estas listas se las leeré a ustedes en otros discursos por radio que seguiré haciendo en estos días. Y en cada distrito de Puerto Rico sabrán los electores de todos los partidos cómo ha votado en esta cuestión el representante que enviaron a la Cámara. Y en los bohíos y hogares de Puerto Rico las manos temblorosas de coraje de un pueblo traicionado van a escribir nombres en la tablita del seto de sus casas y esa será la lista democrática del deshonor permanente deshonor que no se borrará por una generación de la memoria de este pueblo. Todavía no sé quiénes van a estar en esa tablita. Todavía no sé quiénes van a votar en contra. Todavía no sé quiénes se van a atrever a afrentarlos a ustedes con la traición del sabotaje contra su justicia. Pero en los próximos tres días lo van a saber. Esta noche misma, en parte, lo vamos a saber. Y antes de veinticuatro horas de saberlo yo, lo van a saber ustedes en todos los campos y en todos los pueblos de Puerto Rico.

La amenaza que parece hacerse contra el pueblo es que si no se les dan unos cuantos empleos a unos cuantos políticos no habrá la legislación que todavía no está aprobada ni la instrumentación para la legislación ya aprobada que envuelve cuestiones de justicia para el pueblo.

Les voy a decir ahora algunas de las leyes que están pendientes.

La ley declarando la industria del azúcar de servicio público, sujetándola a reglamentación para protección de los agricultores, del trabajo y de los intereses de la comunidad puertorriqueña en general. Las grandes corporaciones tienen un gran interés en que no se apruebe esta ley. Legisladores que recibieron los votos de ustedes se niegan a votar sobre esta ley, bien piden unos puestos públicos para unos políticos o bien porque dan eso como una excusa para complacer a las grandes corporaciones.

Está pendiente de aprobación la ley estableciendo el Tribunal de Apelaciones para los contribuyentes, de modo que, por salvarse los ricos de las justas contribuciones como ahora, no siga siendo necesario imponerles contribuciones injustamente alta a los pobres. Esta es otra de las leyes que se niegan a votar los que quieren negociar leyes por empleos para políticos. Está pendiente en la Cámara la ley conva-lidando el impuesto sobre la gasolina y el petróleo. Si no pasa, las compañías gasolineras se ahorrarán cientos de miles de dólares que perderá el pueblo de Puerto Rico. Está pendiente la ley asegurando vacaciones a los empleados de comercio. Está pendiente la ley enmendando el servicio de indemnizaciones a obreros, y una de estas enmiendas es para que el trabajador lesionado cobre completa su indemnización en vez de cobrar en plazos parciales como ahora. Esta es una de las leyes que se están negando a votar los legisladores electos por ustedes y que quieren negociarlas por unos cuantos cheques para unos cuantos políticos. Está pendiente de acción en la Cámara la ley que prohíbe que las centrales tengan tiendas que arruinen el comercio local. Está pendiente en la Cámara la ley del servicio de taxis para proteger en mejor forma a los choferes en su derecho de ganarse la vida. Está pendiente de acción en la Cámara el proyecto de la retasación de la propiedad, para que los ricos paguen todo lo que en justicia deben pagar y para que los pobres no tengan que llevar la carga de una tasación injusta. Está pendiente de acción la ley que reglamenta, en protección de los agricultores, las relaciones entre agricultores y centrales. Está pendiente de acción en la Cámara la ley que autoriza a usar una parte del producto del income tax para industrialización y, por consiguiente, proporcionar más empleos y reducir la miseria y el sufrimiento que causa el desempleo.

Alguna orden llegó a los legisladores tripartitas de no votar a favor de estas leyes hasta que no se les repartan unos empleos a unos cuantos políticos de su partido. Pero debo decir en justicia que el representante Rodríguez Pacheco no está de acuerdo con esto. Y me siento seguro que el mismo señor Ramírez Santibáñez, haciendo honor al nombre de liberal, tampoco está de acuerdo. Ustedes son dos millones de seres humanos. Los políticos para los cuales se quiere negociar estas leyes que envuelven la justicia de ustedes son, si acaso, seis o siete. ¡En la balanza siniestra que tenemos ante la vista se hace que los empleos para seis o siete políticos pesen más que la justicia para dos millones de seres humanos!

Las leyes que he dicho no son ni remotamente todo lo que está en peligro. Si no se logra aprobar el nuevo presupuesto, porque se le nieguen los votos suficientes para aprobarlo, regirá el presupuesto anterior, o sea el que está vigente ahora. En el presupuesto que está vigente ahora, y que regirá si no se aprueba el nuevo presupuesto, no hay apropiación para poner en vigor inmediatamente la Ley de Tierras. Aprobamos la Ley de Tierras en cumplimiento de nuestra promesa, y hoy mismo el Gobernador de Puerto Rico acaba de firmarla. Nosotros hemos cumplido; el Gobernador ha cumplido con el deseo del pueblo; ¡y un puñadito de políticos en un comité político es el que se mete por el medio entre ustedes y la justicia de ustedes! ¡Parece que ya no se acuerdan de lo que pasó el cinco de noviembre!

Si no se puede aprobar el nuevo presupuesto, no habrá personal suficiente en el Negociado de Income Tax para cobrarles las contri-buciones que les estamos imponiendo a los ricos. De manera que este negocio, que a veces parece un negocio meramente de políticos y puestos públicos, en ciertos aspectos cobra la apariencia siniestra de lo que puede ser un negocio de millones para los explotadores del pueblo de Puerto Rico. Si no se logra aprobar el nuevo presupuesto no habrá manera de llevar a los barrios de Puerto Rico los doscientos dispensarios médicos aprobados por el Partido Popular Democrático. El dolor de la gente enferma en el desamparo por esos campos caerá sobre la conciencia de los que bloqueen este proyecto que está ante la Legislatura. Los que pierdan a sus hijos por falta de atención médica sabrán sobre el alma de quién cae la culpa de la muerte de esos hijos. ¡Doscientos dispensarios médicos uno para cada cuatro barrios en Puerto Rico cumpliendo la palabra del Partido Popular Democrático! ¡Y un puñadito de políticos se niegan a que ustedes tengan ese servicio médico en los campos de Puerto Rico a menos que no se le den empleo en una negociación! Si no se logra aprobar el nuevo presupuesto no habrá medios de poner en vigor la Ley de Salario Mínimo, que es para que haya salarios justos para los trabajadores a lo largo y a lo ancho de Puerto Rico.

Si no se logra aprobar el nuevo presupuesto y la legislación financiera pendiente, se pone en peligro la ley de ocho horas para la policía, ofrecida por el Partido Popular Democrático y cumplida; pues se amenaza con negar fondos, y la falta de fondos puede poner en peligro esta ley. Si no se aprueba la legislación financiera se pone en peligro la ley que les da doce meses de trabajo con sueldo a los maestros de Puerto Rico. A esta obra de justicia, aprobada por el Partido Popular Democrático en cumplimiento de su promesa, se opone un puñadito de políticos en negociación absurda por unos empleos públicos. Si no se logra aprobar la legislación financiera pendiente posiblemente el Gobernador no podrá firmar la ley que les quita a ustedes el deber de pagar el impuesto sobre la sal. El Partido Popular Democrático cumplió su promesa y aprobó esta ley, quitando el impuesto de la sal. Estoy seguro que el Gobernador, en justicia, tiene el deseo de firmarla. Pero si le niegan los medios financieros para sustituir ese impuesto con otro impuesto más justo, podrá serle difícil firmar esa ley por culpa de un puñado de políticos, y seguirán así pagando ustedes uno y dos centavos más cada vez que compren una libra de sal. El Partido Popular Democrático ha aprobado un impuesto sobre muellaje para sustituir en parte este impuesto de la sal. Estoy seguro que el Gobernador está dispuesto a firmar esta ley del Partido Popular Democrático. Pero la ley tiene ciertos defectos técnicos que tienen que ser corregidos por la Cámara y el Senado. Hasta ahora se está negando este puñado de políticos en la Cámara a dar su consentimiento para que la ley vuelva a ser enmendada.

Y esto ahora nos trae al problema más urgente de todos: el problema que tiene que resolverse antes de cuatro horas. Y en este problema están envueltos tres millones y medio de dólares. Si no se da oportunidad a que se corrija la Ley de Muellaje, el gobierno perderá un ingreso sustancial. Y el Gobernador tiene, según la ley, hasta las doce de la noche ¡hasta dentro de cuatro horas! para firmar esa ley, si se la enviamos corregida, y para firmar la ley que elimina el impuesto del dos por ciento sobre las ventas, por el cual el comercio ha venido clamando desde hace muchos años. El Partido Popular Democrático ha cumplido y ha pasado esa ley. El Gobernador la tiene ante sí. Antes de cuatro horas la ley tiene que firmarla o rechazarla. El Gobernador ha expresado públicamente su deseo de firmarla. Pero si no queda convalidada, en la forma que he explicado, la Ley de Muellaje, creo que el gobernador no puede privar al Tesoro de los ingresos del dos por ciento, y contra su voluntad se puede ver obligado a rechazar esta ley.

De manera que este puñado de señores, que se creían que estaban negociando unos empleítos, estaban negociando nada menos que con el destino y la justicia y la esperanza de un pueblo. Esta noche, antes de las doce, el gobernador tiene que firmar o rechazar la Ley de Income Tax la ley de contribuciones sobre ingresos, la ley que sólo pagan los que tienen dinero, la legislación más justa que puede haber pasado, que recae en proporción al dinero que tiene cada uno y exime a los pobres de pagarlo. De los fondos que produzca esta ley es que puede instrumentarse la justicia para los maestros y para la policía; de los fondos que produzca esta ley es que puede ponerse en movi-miento la Ley de Salario Mínimo; que puede iniciarse la implantación de la Ley de Tierras; que puede permitir que se les quite a todos el impuesto de la sal; que pueden establecerse los dispensarios médicos en los barrios de Puerto Rico. El Partido Popular Democrático aprobó esta ley. Está sobre el escritorio del Gobernador. El Gobernador tiene el deseo de firmarla. Pero la ley tiene tres defectos técnicos. El Gobernador ha pedido que se le corrijan estos defectos en la Legislatura. ¡Los que nieguen sus votos para corregir estos defectos están poniendo en peligro esta ley, están protegiendo a las corporaciones y a los ricos para que no paguen el income tax que les ha impuesto el Partido Popular Democrático!

Esta era la situación que tenía que informarles. Esta era la amenaza que ustedes tenían que saber. Y así como la han sabido esta noche, pueden estar seguros de que, mientras yo viva, cada vez que haya una amenaza como ésta ustedes la sabrán inmediatamente, y del conoci-miento de ustedes de estas cosas es que vendrá el convencimiento en el ánimo de los políticos pequeños de que no se les puede traicionar a ustedes impunemente.

Ahora ustedes conocen la situación. En los próximos días la seguirán conociendo con más detalles. Si es necesario, les hablaré por radio todas las noches. Es una situación que tiene dos aspectos. Por un lado parece ser una mera negociación de políticos que amenazan con destruir la justicia de ustedes a menos que se les entreguen unos cuantos puestos públicos para unos cuantos de ellos. Pero por otro lado tiene un aspecto mucho más grave y mucho más siniestro. Lo que superficialmente parece un negocio barato de meros políticos, más en el fondo pudiera tal vez interpretarse por alguien como una maniobra de los grandes intereses explotadores que ustedes derrotaron con sus votos el cinco de noviembre, para destruir las leyes de justicia que el Partido Popular Democrático ha hecho aprobar cumpliendo la promesa a ustedes y el mandato dado por ustedes el cinco de noviembre. En cualquiera de estos dos aspectos el atentado merece la condenación de todas las personas decentes y ha de provocar la indignación y el coraje y el desprecio de toda la gente sencilla y humilde que está sufriendo la injusticia por esos montes y por esos pueblos de Puerto Rico, y que me están oyendo en este momento. En cualquiera de sus dos aspectos pero sobre todo en el último, en el aspecto de careta de un movimiento de explotadores contra un pueblo este atentado condena a los que participen en él a la marca candente de más deshonor en la conciencia y en el recuerdo de todo el pueblo de Puerto Rico.

Creo que es una práctica de mal gobierno permitir que se con-quisten los puestos públicos amenazando con negarle legislación de justicia al pueblo. Es una mala práctica, porque si se permite a los políticos llegarse a creer que así es que se consiguen los puestos públicos, el pueblo estaría constantemente sujeto a esta clase de atracos en las encrucijadas de su destino. Esta es la razón, y no lo que valgan los miserables puestos, y también por la razón de que un puesto llave para defender a los trabajadores no se le puede dar a un hombre que permite si es que lo ha permitido conscientemente, que en realidad lo dudo que se usen semejantes tácticas contra los trabajadores para obtener el puesto. Repito que creo que no debe entrarse nunca en negociación con el destino de un pueblo. Repito que creo que hay que matar implacablemente, y arrancar de raíz inexorablemente, toda costumbre de amenazar la justicia de un pueblo en beneficio de unos cuantos puestos para unos cuantos políticos o en maniobra oculta de fuerzas explotadoras. Por esa razón, y no por lo que valgan los puestos, es que me he negado a acceder.

Pero la responsabilidad final está en ustedes. ¡Ustedes van a decidir! Le he pedido al Comisionado del Interior que dirija el Telégrafo en la isla hasta las doce de esta noche. Ahora yo les pregunto a ustedes, para que ustedes me ordenen: ¿quieren ustedes que yo les dé a cualesquiera señores los miserables empleos públicos a cambio de que se le quiten de en medio a la justicia de ustedes, arriesgando así a crear un hábito de atracos en nuestra vida pública? ¿o quieren ustedes que yo me mantenga firme y no entre en negocios con el destino del pueblo? Las oficinas del Telégrafo están abiertas en toda la isla. Reúnan sus centavitos, y ahora mismo vayan a la oficina del Telégrafo más cercana y pónganme un telegrama dirigido al Capitolio, San Juan, diciéndome si ustedes quieren que entregue esos empleos públicos para que se le quiten de en medio los políticos a la justicia de ustedes, o si ustedes quieren que yo no negocie la justicia de ustedes.

Quiero repetir que creo que los hombres del ala liberal no están de acuerdo con la situación que he denunciado esta noche. Si no están de acuerdo, no hay razón por la cual deban de rendirse a lo que su conciencia repudia. Si no están de acuerdo los liberales que a través de la isla me escuchan, deben dirigirse a sus líderes y darles ánimos para que se resistan a esta situación que acabo de denunciar. Y todos aquellos que en su conciencia repudien lo que acabo de denunciar, sean del partido que sean, deben dirigirse a sus líderes y darles la orden de que cesen en su entorpecimiento de lo que el pueblo necesita. Si Luis Muñoz Marín le pide órdenes a ustedes, no hay ninguna razón por la cual otros líderes no deban recibir, aunque no las pidan, órdenes de ustedes. ¡Dénles órdenes! ¡Ustedes mandan!

Estoy seguro que para destruir esta conspiración, para abrirle camino a la justicia del pueblo en la Cámara de Representantes, sola-mente hace falta un hombre un voto más. ¡Un hombre que sea hombre! ¡Un hombre que sea conciencia; un hombre, además de los que están firmes en su deber, que le tenga más respeto a ustedes que a las maquinaciones politiqueras de líderes, un hombre que le dé paso a la posibilidad de que se derogue el impuesto del dos por ciento, que le dé paso a la instrumentación necesaria para la Ley de Tierras, a la Ley del Salario Mínimo, a la ley de los maestros y de la policía; un hombre que le dé paso a la legislación necesaria para que haya dispensarios médicos en los barrios del campo de Puerto Rico! ¡Un hombre! ¡Un hombre hace falta en la Cámara de Representantes en las próximas cuatro horas! ¡Un hombre más! ¡El pueblo de Puerto Rico está esperando que surja un hombre que se necesita en la Cámara de Representantes! ¡Uno sólo! ¡Con uno sólo basta para destruir esta maquinación siniestra! ¿Será posible que entre todos los demás partidos no haya un solo hombre, una sola conciencia? ¡Las próximas cuatro horas le contestarán esta pregunta al pueblo de Puerto Rico! ¡Me parece sentir el grito en todas esas montañas de Puerto Rico, el grito que sale de los corazones adoloridos de ustedes y que me llega a través de la obscuridad en esta noche, y que suena en mi conciencia y tiene que sonar en la de otros! ¡Me parece oír ese grito de todos ustedes que en este momento están diciendo: Dios mío, dános un hombre en la Cámara de Representantes; un hombre más que merezca el título de hombre y que tenga la valentía de respetar más a su pueblo que a la coacción y la amenaza de los enemigos de su pueblo!

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