Mensaje del Comisionado Residente Aníbal Acevedo Vilá en el 143 aniversario del natalicio del prócer Luis Muñoz Rivera - 15 de julio de 2002. Barranquitas, Puerto Rico

Muñoz Rivera en el 50 Aniversario del Estado Libre Asociado: lecciones de unidad y consenso

I. El Ejemplo de Muñoz Rivera
¡Qué gran satisfacción estar aquí en Barranquitas, en pleno corazón de la montaña de Puerto Rico! En esta montaña borincana el alma se siente sosegada, a gusto, como si recobrara la armonía espiritual que une a todo puertorriqueño con su amada tierra. No es difícil imaginar cómo este rinconcito del país, lejos de las grandes urbes, pudo ser cuna de próceres, y en particular, cuna de ese grande de Puerto Rico, de ese padre fundador de nuestra democracia, de ese forjador de nuestro pueblo que fue Luis Muñoz Rivera. Mi agradecimiento a la Fundación Luis Muñoz Marín por esta invitación a ser el orador en este acto. Me honran con esta invitación. "Soy hijo de la montaña, sin otras facultades que mi buena voluntad y mi ardiente patriotismo," dijo Muñoz Rivera, con humildad personal y orgullo patriótico. Un 17 de julio de 1859 nació en una humilde casa terrera, hecha de madera, con techo de zinc, ubicada a la entrada de Barranquitas. De ahí, habría de convertirse en el líder más importante de la política puertorriqueña durante el período del cambio de siglo. Su influencia en nuestra historia es contundente. Conocemos los datos históricos. Sabemos, por ejemplo, del fogoso periodista, del prócer autonomista que supo defender nuestros derechos tanto en España como en Washington, del político hábil y por supuesto del poeta, autor de "Sísifo" y "Paréntesis". En estos días, he vuelto a reflexionar sobre Luis Muñoz Rivera, no tanto como la figura de talante decimonónico que describen los libros de historia. He pensado en el Muñoz Rivera de carne y hueso, el luchador incansable. El hombre para quien la política fue siempre sacrificio personal convertido en bien para su pueblo. En el líder de una joven nación que luchó por la unidad patriótica y el consenso, aun en las peores circunstancias. El líder que nos trazó la ruta autonómica para el desarrollo pleno de nuestro país.

Qué gran ejemplo nos legó Luis Muñoz Rivera, el patriota que nunca sacrificó a Puerto Rico por sus preferencias ideológicas o teorías abstractas. Para Muñoz Rivera, Puerto Rico estaba por encima de cualquier preferencia ideológica. Los que amamos a Puerto Rico y trabajamos día a día para forjar un mejor país, un mejor Puerto Rico, encontramos en Muñoz Rivera un modelo de liderato político intachable, una guía moral, que nos devuelve la convicción para seguir adelante por el arduo camino de la política honesta.

En estos días en que nos aprestamos a celebrar el 50 Aniversario de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, los invito a reflexionar sobre la vida de Muñoz Rivera como ejemplo vivo de acción política constructiva, como el profeta que fue de nuestra democracia y como el visionario que nos dejó la ruta trazada para el futuro desarrollo político de nuestro pueblo.

Gestor de nuestro pueblo
En la historia de los pueblos hay figuras que siembran la semilla de la unidad, para que florezca un pueblo solidario, líderes que proveen las herramientas fundamentales para futuros crecimientos; y que, en fin, aceptan su destino histórico de dirigir al pueblo a través del desierto para que otros puedan llegar a la tierra prometida, que ellos nunca verán. En nuestra historia, Muñoz Rivera fue sin duda esa figura; consciente de la utopía, se supo responsable de lograr lo posible, lo alcanzable, lo que era mejor para su pueblo.

Para dar cuenta del impacto de Muñoz Rivera y de su legado, basta recordar las palabras de su adversario, el líder Republicano José Tous Soto, ante la noticia de su muerte, y cito: "...nos damos cuenta que el hombre que nos ha dejado era el llamado a templar radicalismos, a encender los espíritus vacilantes, aunar voluntades, a realizar el milagro de una patria unida en un solo ideal." ¡Qué descripción extraordinaria! Estas palabras nos conmueven aun hoy, porque reflejan no sólo la hondura moral de Muñoz Rivera, sino el efecto constructivo que tuvo en todo un pueblo, incluso en sus adversarios políticos. ¡Qué falta nos hace hoy aprender de Luis Muñoz Rivera! ¡Qué falta nos hace adoptar esa voluntad de unidad, de rechazar el fanatismo radical de unos pocos que insisten en tratar de separarnos en tribus, de aunar voluntades, de encender los espíritus para juntos hacer el trabajo que nos exige el momento histórico, y de trabajar en el proyecto de una patria unida!

Líder autonomista
Muñoz Rivera, como el resto de su generación, vivió los tiempos más difíciles en la historia política de Puerto Rico. En el año 1887, el joven Luis participa como delegado de Barranquitas en la Asamblea de Ponce donde se adopta la constitución del Partido Autonomista Puertorriqueño. Es muy difícil entender hoy lo que suponía ser autonomista entonces. En ese año terrible de 1887, el gobierno colonial llevó a cabo una cruda persecución contra los autonomistas. Mediante el uso de castigos corporales y torturas, el nefasto General Palacios pretendía apagar la creciente llama de sentimiento autonomista y patriótico que se propagaba por la isla. Los crueles "compontes" aterrorizaron a nuestro pueblo.

Sin garantías constitucionales que les protegieran, sin poderes reales, lo único que tenían los autonomistas era su valor, su integridad y su dignidad.

Y en esa encrucijada, Muñoz Rivera no flaqueó. Combatió la situación con su pluma en la serie "El paso del déspota." Muñoz Rivera no se rebajó a la guerra sucia, sino que luchó con las herramientas de la paz y de la democracia que España nos negaba. Nadie debe olvidar la importancia de Muñoz Rivera en la gestación de la conciencia democrática de nuestro pueblo. Posteriormente, desde "La Democracia", ejerció una crítica acérrima contra el régimen colonial español y predicó el valor de las libertades democráticas para el crecimiento y la dignidad del pueblo.

Quedó sembrada en todo un pueblo una semilla que habría de germinar con fuerza: la semilla del autonomismo. Para Muñoz Rivera, el destino estaba marcado y se dispuso entonces a completar el proyecto autonómico de Baldorioty. Muñoz Rivera entendió que las luchas intestinas del autonomismo no llevarían a nada y que la única manera de lograr un verdadero cambio en el "status" político de Puerto Rico era acudir con una voz unida y sensata a la metrópolis y lograr un compromiso con los líderes políticos de España. Muchos, como Barbosa, se opusieron al pacto. Preferían la retórica, el mal llamado purismo ideológico. Muñoz Rivera prefirió el resultado de libertades y beneficios tangibles para el pueblo.

La historia le dio la razón a Muñoz Rivera. El estatuto autonómico de 1897 era un paso gigante hacia el gobierno propio y la realización democrática de nuestro pueblo. En 400 años de historia, fueron la visión y la tenacidad de Muñoz Rivera las que lograron un cambio de status en la isla. Y el pueblo así lo reconoció al apoyar abrumadoramente el gobierno autonomista de Muñoz Rivera en esas primeras elecciones autonómicas.

Tuvo que haber sido un golpe tremendo para Muñoz Rivera ver cómo su logro se deshacía en apenas un año, con la invasión de los Estados Unidos; ver cómo el arreglo autonómico con España era sustituido primero por un gobierno militar norteamericano y luego por una Ley Foraker que, como el propio Muñoz le señalara al Presidente McKinley, era indigna tanto para los Estados Unidos que la imponía como para Puerto Rico que la toleraba.

Su poema "Sísifo," describe bien la circunstancia que enfrentaba Muñoz Rivera y todo Puerto Rico: luego de haber logrado el gobierno autonómico, la invasión del emergente poder imperial de los Estados Unidos colocaba la piedra del autonomismo al pie de la montaña.

Como en el mito de Sísifo, Muñoz Rivera, con la voluntad incólume, volvía a cargar la pesada piedra, montaña arriba. La piedra de nuestros sueños rotos, la piedra de nuestras aspiraciones democráticas, de la lucha por nuestra identidad y nuestro orgullo nacional.

En su afán por buscar una solución al dilema colonial, Muñoz, en un momento llegó a pensar que la autonomía era alcanzable dentro del esquema federal, incorporándose Puerto Rico como estado de la unión. Poco tiempo le tomó convencerse de que la anexión era incompatible con la preservación de nuestra nacionalidad y que tampoco había intención alguna de parte de la metrópolis de aceptarnos como iguales, respetando nuestra herencia e identidad cultural.

En 1904, Muñoz Rivera se incorpora al movimiento de la Unión de Puerto Rico, iniciado por Matienzo Cintrón, por entender que el país necesitaba concordia, paz y unidad de propósitos. "No basta tener patriotismo-advertía Muñoz Rivera-hay que tener fuerza." Un pueblo dividido es un pueblo débil. Muñoz Rivera entendía que en el consenso y en la unidad de propósitos patrióticos estaba la fuerza. Cuando hoy hablamos de consenso, nos enfrentamos al mismo reto al que se enfrentó Muñoz Rivera, al de la desunión patriótica, a la fragmentación tribal de la acción política, al de la deslealtad de algunos, que anteponen el fanatismo y los intereses individuales al bien del pueblo. ¡Qué ejemplo patriótico nos dejó Muñoz Rivera!

Fue Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, de 1910 a 1916. Su trabajo allí fue arduo e incansable para lograr ampliar los derechos democráticos de Puerto Rico y conseguir un grado digno de gobierno propio. Reconocía que el Acta Jones no era suficiente, pero entendió que se trataba de una plataforma más sólida para seguir luchando, para lograr el régimen autonómico deseable.
Muñoz Rivera murió en 1916, sin ver culminado su proyecto autonómico. Nos dejó mucho, nos dejó su legado, su ejemplo de amor patriótico y nos marcó el camino de la autonomía como el futuro de nuestro pueblo.

No olvidemos que Muñoz Rivera sufrió atentados contra su persona y su familia por parte de las fuerzas de la reacción. Estos abrazaban el fanatismo ideológico y sin importarle el bien del pueblo, ni el respeto que exige la democracia, se dedicaron a sembrar odio y violencia. Y la respuesta de Muñoz Rivera al odio fue la paz, al fanatismo fue su labor patriótica incansable, al tribalismo fue la unidad. Muñoz Rivera combatió esas divisiones estériles y buscó la unión de todos los puertorriqueños. En 1910 dice: ".....por esto abogo por la unión y quito obstáculos a la unión, así tenga que abrazar a mis rudos adversarios, y perdonar a mis rudos enemigos, y olvidar que un día la piqueta rompió mis talleres, la demagogia amenazó mi hogar y la reacción me condujo al banquillo de los reos. Eso es nada; eso es menos que nada, porque eso es mi angustia, mi dolor; porque eso, si yo sintiese de modo distinto, podría ser mi vergüenza o mi orgullo. Y lo otro...Lo otro es mi Patria."

Hermanos puertorriqueños, nuestro deber en estos tiempos difíciles es rescatar la unidad de Puerto Rico por la que trabajó Muñoz Rivera. Rechacemos rotundamente la violencia y el fanatismo. Escuchemos al profeta de la unidad, del sacrificio y del amor patriótico. El mundo y el país han cambiado dramáticamente desde la época de Luis Muñoz Rivera, pero su ejemplo es tan relevante hoy como hace 100 años.

II. El Estado Libre Asociado: 50 años de Autonomía
Las décadas que siguieron la muerte de Muñoz Rivera fueron un fracaso tanto en lo político como en lo económico. El régimen colonial norteamericano fracasaba en la isla, que llegó a conocerse como la casa pobre del Caribe. Ni se nos dieron las herramientas democráticas para el desarrollo, ni se nos brindó la ayuda institucional para combatir la pobreza, el analfabetismo y los muchos males que aquejaban al país.

Asimismo, el intento de asimilar culturalmente a Puerto Rico fracasaba. La política de asimilación de las primeras cuatro décadas del Siglo 20 tuvo el efecto contrario al que se buscaba. El resultado fue solidificar nuestra propia identidad cultural. Aquella que defendieron los abolicionistas y luego los autonomistas, se fue fortaleciendo y enriqueciendo ante el asedio cultural.

En 1940, el Gobernador norteamericano de la isla, el Almirante Leahy, describió acertadamente la realidad sociológica del puertorriqueño de entonces: "Son ciudadanos Americanos por ley, latinos por tradición, religión y costumbre, y puertorriqueños por orgullo y devoción." El proyecto de asimilación había fracasado. Muñoz Rivera y los autonomistas no habían luchado en vano, la semilla sembrada ya había germinado.

El destino quiso que el continuador de esa ruta hacia la autonomía y la democracia de nuestro pueblo, fuese su hijo, Luis Muñoz Marín. En 1938, Muñoz Marín funda el Partido Popular Democrático, como un instrumento del pueblo para lograr una democracia participativa real, para lograr justicia social y proteger nuestra identidad cultural. Esos propósitos del programa del PPD no están guiados por dogmas ideológicos, sino por unos fines claros basados en los más altos principios de la democracia, de justicia, de dignidad humana y de desarrollo espiritual y material para cada uno de los hijos de nuestra tierra. Por ello y hacia ello, el partido que fundó Muñoz Marín encontró en la fórmula autonómica del Estado Libre Asociado el vehículo idóneo para adelantar esos propósitos.

Doce años después del triunfo del Partido Popular en Puerto Rico, se proclamó la Constitución del Estado Libre Asociado, por nuestro primer Gobernador electo por el pueblo, Luis Muñoz Marín. El 25 de julio de 1952, en nuestra tierra se izó, por primera vez, de forma legal, la bandera de Puerto Rico junto a la de los Estados Unidos. Se izaron a la misma altura, significando la unión de dos pueblos en igual dignidad, en respeto mutuo.

Este año celebramos el 50 aniversario del Estado Libre Asociado. Es importante que esto sea mucho más que una celebración - debe ser para todos motivo de reflexión profunda sobre el camino recorrido y hacia dónde debemos caminar como pueblo.

No cabe duda de que la Constitución del Estado Libre Asociado es el mayor logro democrático en la historia de Puerto Rico en el siglo 20. Esa constitución reconoce el valor de nuestra cultura, de nuestra identidad como pueblo. Esa constitución consagra los más altos valores democráticos en su Carta de Derechos que es de mayor amplitud y avanzada que la de Estados Unidos. Esa constitución es la que garantiza la participación de los partidos de minoría en la Asamblea Legislativa, protección que han invocado los 3 partidos principales en Puerto Rico. Esa Constitución repudia la corrupción gubernamental y es la que le da poder e independencia a la Oficina del Contralor. Esa Constitución es patrimonio y orgullo de todos los puertorriqueños.

Esta constitución también instauró un régimen autonómico llamado el Estado Libre Asociado. El ELA nos ha permitido armonizar dos aspiraciones que compartimos la mayoría de los puertorriqueños. Por una parte, la afirmación y proyección de nuestra identidad nacional, la garantía de ser lo que somos: puertorriqueños. Por otra parte, una fructífera unión política con los Estados Unidos que se basa en pilares de común ciudadanía, común defensa, común moneda, común mercado, a la vez que mantenemos un gobierno propio, autonomía fiscal y proyección internacional.

El Estado Libre Asociado, como status autonómico, legítimo y digno, le ha servido bien a Puerto Rico y a los Estados Unidos. Es legítimo porque fue escogido por el pueblo y ha revalidado en todas las consultas de status. Es digno porque su énfasis no es en abstracciones retóricas, sino en la dignidad individual de cada hijo de esta tierra, en lograr el progreso material y espiritual necesario para la vida buena y digna.

III. La necesidad del consenso para llegar al futuro
Al reclamar y celebrar los logros del ELA en su cincuenta aniversario es momento, además, para reafirmar nuestra voluntad de futuro. Y es momento, además, para reafirmar nuestra voluntad democrática de asegurarle a aquellos que no creen en el Estado Libre Asociado la oportunidad de participar en justicia y equidad de cualquier discusión sobre el futuro político de Puerto Rico.

Para algunos políticos recibir una invitación al diálogo sobre status resulta sorpresivo y amenazante. La explicación para esta reacción puede ser sencilla. Por ocho años los que ostentaron el poder público en el país intentaron adelantar su agenda de status sin diálogo y sin consenso. Fueron los ocho años de millones de dólares en fondos públicos malgastados en cabilderos a favor de la estadidad, ocho años donde la única agenda en Washington fue la estadidad, relegando a un segundo y tercer plano las necesidades reales de nuestra gente, fueron los ocho años del malogrado proyecto Young, fueron los ocho años donde le impusieron dos plebiscitos al país, llegando al colmo de escribirles las definiciones de status a los otros partidos. Los que hoy rechazan la invitación a dialogar son los que resisten el cambio y quisieran seguir viviendo en esos ocho años de confrontación.

El modelo de la jaibería política fracasó en Puerto Rico. El que crea que Washington va a responder a los reclamos partidistas de la isla, no conoce la historia y no conoce a Washington. La respuesta de diálogo y consenso contenida en el Programa de Gobierno del Partido Popular Democrático, aprobada por el pueblo en las urnas, es la respuesta seria a los errores del pasado.

Veamos los fundamentos básicos de esta propuesta, que la Gobernadora Sila Calderón ha reafirmado está en disposición de adelantar. La creación de la Comisión de Unidad Puertorriqueña y Consenso parte de dos premisas que deben ser aceptadas por todos sus futuros participantes: primero, el derecho del pueblo puertorriqueño a escoger libre y democráticamente su futuro político entre alternativas de plena dignidad política; y, segundo, el derecho del pueblo a votar por las tres alternativas de status que históricamente hemos defendido: ELA desarrollado, estadidad e independencia. Esto, luego de una oportunidad plena a cada partido para presentar sus aspiraciones al país. Aunque claramente estos principios son un cambio de lo que vivimos en los previos ocho años, yo pregunto, desde aquí, donde descansan los restos mortales de estos dos gigantes, Luis Muñoz Rivera y Luis Muñoz Marín: ¿quién, en el siglo 21 está en contra de estos principios que históricamente hemos defendido?

Tampoco puede haber objeción válida a la composición de esta Comisión. La Comisión tendrá nueve miembros, incluyendo los Presidentes de los tres partidos políticos o sus representantes y el Comisionado Residente. Los restantes cinco serían nombrados por consenso entre la Gobernadora y los otros dos presidentes, lo que garantiza un balance de tres representantes por ideología de status. La gobernadora ha expresado su disposición a aumentar o variar la composición de la Comisión, de ser necesario, por acuerdo de los tres partidos. Nuevamente, ¿quién puede genuinamente estar en contra de una composición como esta que garantiza el balance ideológico y la búsqueda del consenso?

Finalmente, la Comisión tendría una agenda sencilla, pero fundamental. Tratar de lograr un consenso sobre cuál es el proceso de autodeterminación que queremos como pueblo. Hasta ahora todos los intentos que hemos realizado han fracasado. Fracasaron los plebiscitos criollos. Fracasaron los intentos de que el Congreso autorice un plebiscito. Cuál es el mejor mecanismo para el futuro es algo en lo que hoy no tenemos acuerdo. Esa sería la agenda fundamental de la Comisión, lograr un consenso de todos los sectores en Puerto Rico sobre cuál debe ser ese mecanismo que nos permita adelantar esta discusión de status. Logrado el consenso acudiríamos con una sola voz a Washington, no a pedir, iríamos a reclamar que se le garantice a este pueblo un verdadero proceso de autodeterminación. Nuevamente pregunto, desde aquí, desde esta Cuna de Próceres, ¿quién está en contra de que este pueblo hable con una sola voz?

El que crea que a la capital federal se puede ir a adelantar agendas de status como una tribu que pretende atacar o aprovecharse de otra tribu, nuevamente está avocado al fracaso. Sólo una propuesta que emane del consenso amplio de este pueblo tiene posibilidades de progreso. En el asunto de status, óiganme bien, la fuerza no está en los partidos políticos. Muñoz Rivera nos dio la clave, la fuerza está en el pueblo.

En este momento histórico, cuando el partido en el poder está en disposición de compartir ese poder con los otros partidos para, por consenso, adelantar la discusión del status político, le hago un llamado al pueblo estadista. No permitan que un liderato que ha secuestrado al partido de la estadidad los lleve a cometer los mismos errores del pasado.

En un momento en que el país reclama diálogo y búsqueda de consenso en la discusión de asuntos trascendentales, el viejo liderato que controla ese partido parece aferrarse a los estilos de confrontación que el país rechazó claramente en las urnas. Resulta irónico que un partido que se fundó precisamente del reclamo del pueblo estadista de participar en la discusión pública de status, hoy, de forma caprichosa se niegue a lo más básico en una democracia, a dialogar.

Las excusas ofrecidas para rechazar esta invitación son precisamente eso, excusas. La Gobernadora Sila Calderón ha sido clara en que la composición de la Comisión de Unidad Puertorriqueña y Consenso se hará en consulta y con la aprobación de los presidentes de los partidos de oposición.

Quien rechaza esta invitación patriótica claudica a la responsabilidad que se tiene como líder. Parece ser que el viejo liderato de ese partido que lo tiene secuestrado en este momento insiste en los viejos estilos de hacer política. Le hago un llamado a todo ese liderato a que recapacite y responda a este llamado de la historia. Que sigan el ejemplo del hombre que honramos hoy cuando dijo, "Yo no (sacrifico) a Puerto Rico a mis preferencias, a mis ideales, a mis teorías." Y añado yo hoy, nadie tiene el derecho de poner sus pequeñas aspiraciones personales por encima de la gran agenda de Puerto Rico.

Muchas gracias.

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