La relación de Puerto Rico a Estados Unidos es nueva y única. Se está creando lo que he llamado una nueva clase de estado--asociado por ciudadanía y convenio al estado federal en sí más bien que con los estados federados.
Puerto Rico tiene el derecho a hacer y a cambiar su propia constitución, lo mismo que un estado independiente aislado o que un estado federado.
El pueblo elige todo su gobierno: consejos municipales, alcaldes, representantes, senadores y jefe ejecutivo bajo el título de Gobernador. El Gobernador designa, con la aprobación del Senado, los ministros, el jefe de la Policía, el jefe de la Guardia Nacional y los tribunales. La Constitución dirá la forma expresa de designar el Tribunal Supremo de Justicia.
Ninguno de estos funcionarios es responsable a autoridad alguna de Estados Unidos y todos lo son ante el pueblo que elige o ante el Ejecutivo que designa. Como funcionarios y como ciudadanos le debemos lealtad a la Constitución Federal y a la de Puerto Rico.
Por ejemplo, sobre el Gobernador no tiene autoridad de ley ningún funcionario de Estados Unidos--ni el Presidente ni otro alguno. La tiene 1) el electorado para cambiarlo al final de un término de cuatro años, o la Legislatura para enjuiciarlo y destituirlo, y 2) cualquier ciudadano que concurra con razón y prueba ante un tribunal de justicia para que se le impida violar o se le ordene cumplir cualquier ley de Puerto Rico.
Claramente, dentro del gran federalismo de Estados Unidos. Puerto Rico es una nueva clase de estado y en pleno desarrollo aún. Se asemeja, dentro del federalismo, a los dominios como el Canadá en la comunidad británica de pueblos.
La relación económica de Puerto Rico con Estados Unidos es la siguiente: Puerto Rico, al contrario de si fuera independiente por separado en vez de serlo en asociación con el federalismo de Estados Unidos, no paga aduanas al entrar sus mercancías por los puertos de Estados Unidos. Al contrario de si fuera un estado federado de Estados Unidos, no paga un solo centavo de contribución al Tesoro de Estados Unidos. Todas las contribuciones se gastan o invierten según dispongan las leyes de la Asamblea Legislativa, electa, igual que el Gobernador, por sufragio universal de los hombres y mujeres de Puerto Rico.
Puerto Rico tiene un representante ante el Gobierno Federal en Washington. Este representante, al contrario que si lo fuera de un estado federado, tiene reconocimiento oficial ante la rama ejecutiva del Gobierno de Estados Unidos; y al contrario de si fuera representante de un país independiente separado, tiene también asiento en el seno del Congreso federal. Como sus representados no pagan contribuciones federales, tiene voz y no voto.
En Puerto Rico rigen las leyes federales que son necesarias a la unidad de la federación; y las leyes federales que proporcionan grandes ayudas económicas a Puerto Rico en su difícil obra de ir estableciendo un buen nivel de vida para su población en continuo crecimiento (Puerto Rico tiene dos millones y cuarto de habitantes en diez mil quinientos kilómetros cuadrados). Estas leyes incluyen finanzas para carreteras, escuelas, salud pública, enseñanza técnica, desarrollo agrícola, seguros sociales y otras.
Los tribunales de Puerto Rico tienen entera autoridad de ley para administrar la justicia. Sólo las alegadas violaciones a la Constitución federal pueden apelarse al Tribunal Supremo federal en Washington. Para litigios entre extranjeros y ciudadanos, hay un tribunal federal en Puerto Rico, al igual que los hay en todos los estados federados de Estados Unidos.
La determinación sobre cuál de los dos idiomas de nuestra ciudadanía será usado en las escuelas le corresponde enteramente al Gobierno de Puerto Rico. De hecho, el Gobierno que tengo el honor de presidir ha determinado que la enseñanza se lleve a efecto en español y que el inglés se enseñe intensamente como asignatura para perfeccionar lo antes posible nuestro privilegio de bilingüismo.
Las aportaciones del Gobierno Federal a la economía de Puerto Rico ascienden a $120 millones al año. Puerto Rico importa $340 millones y exporta $210 millones. Si dejara de recibir las aportaciones federales, su desbalance anual sería el desastroso de $130 millones. Aun después de las aportaciones, este año fue de $22 millones el desbalance.
En resumen: Puerto Rico es un país latinoamericano compuesto por buenos ciudadanos de Estados Unidos. Está unido al Norte por fraternales lazos políticos, al Sur por fraternales lazos raciales e históricos; y a ambos, por las culturas que conviven en su seno. Como los estados independientes separados, hace su Constitución, la cambia cuando lo cree oportuno, elige su Ejecutivo (y no lo llama Presidente por su desinterés en meros títulos), elige sus legisladores y sus gobernantes municipales. Como un estado federado de Estados Unidos, elige todo su gobierno interno a base de su propia constitución estatal y tiene las relaciones federales que tienen los estados federados. Pero tiene comercio enteramente libre con Estados Unidos, al revés de los estados independientes, y no paga contribuciones al Gobierno Federal, al revés de los estados federados.
Tiene, además, un privilegio único en el mundo: nada impide que, si el pueblo puertorriqueño en cualquier momento lo quiere, pueda convertirse en república independiente aislada o en estado federado. En cuanto a la separación, Puerto Rico tiene la seguridad, dada por el Presidente Truman, que sólo tiene que solicitarla para obtenerla. Nuestro pueblo, por abrumadoras mayorías, ha decidido no solicitar ni lo uno ni lo otro. Nada impide que en el futuro lo haga, si quiere hacerlo.
Puerto Rico tiene, pues, hasta la libertad de escoger su forma de libertad y la mejor oportunidad de tiempo para la que quiera escoger.
Es el puertorriqueño un pueblo lisa y llanamente democrático. Tiene la oportunidad de escoger su propia forma política de entre las conocidas. Mejor aún que eso, tiene el privilegio de estar creando su propia forma política, adaptada por su propio espíritu libre a su propia manera de vida y circunstancia de historia.
Yo personalmente propulso la alternativa creadora que vamos forjando en libre asociación de común ciudadanía con la gran federación de Estados Unidos. Ojalá algún día ésta pueda tener su gran equivalente fraternal en la parte latina del hemisferio, reasumiendo el Sur la ruta de la Gran Colombia.