Amigos, compatriotas:
Comienza la campaña por la Ley de Constitución y Convenio. La votación del pueblo será el día 4 de junio, dentro de seis semanas aproximadamente. Yo quiero sentirme seguro de que cada ciudadano que me escucha, siendo elector, irá a los sitios de votación en esa fecha a depositar su voto, a expresarse de esa manera, como es su derecho y también su deber hacerlo, cuál es su voluntad sobre la ley sometida a su consideración por el Congreso de Estados Unidos bajo el título de la Ley Número 600. Yo estoy, como todos ustedes saben, a favor de que se apruebe la Ley de Constitución y Convenio por el pueblo de Puerto Rico. Estoy a favor por razones que ya he dicho, por las que diré hoy, por las que expresaré en el curso de la campaña que abro en este momento.
Como es natural, yo les pido a todos mis compañeros que tienen seguridad en mi buena fe y confianza en mi consejo, que no dejen de ir a votar por la Ley de Constitución y Convenio bajo ninguna circunstancia el día 4 de junio. Les digo, y lo demostraré con el dato y el razonamiento en el curso de la campaña, que es de la mayor importancia, no solamente que triunfe esta ley, sino también que vayan a las urnas el mayor número posible de votos para que el convenio, que es importantísimo para el futuro de nuestro pueblo, y la Constitución que se haga más tarde, que es importantísima al mejor Gobierno de nuestro pueblo, se fundamenten en el terreno bueno, hondo y fértil de una gran voluntad popular expresada arrolladoramente en las urnas.
También les pido a aquellos que por alguna razón, de desconocimiento, de duda, de confusión, no estén a favor de aprobar esa ley que somete el Congreso a la decisión de nuestro pueblo, a éstos también les pido que concurran a las urnas a expresar su voluntad.
Es de suma importancia en el desarrollo histórico de Puerto Rico, en el avance y afianzamiento de sus derechos, en el facilitar mejor porvenir de paz, en el poner obstáculo al mal porvenir de violencia y sangre, que el pueblo concurra a dar su decisión con sus votos. Si es deber concurrir para aquellos que estén en contra, ¿cómo han de fallar en su deber aquellos que confían en mi buena fe, en mi consejo, en mis razones, y en las suyas propias, y por ello están en favor de que se acepte la Ley de Constitución y Convenio?
Vamos a explicar brevemente una vez más lo que es la Ley de Constitución y Convenio. La ley fue hecha por puertorriqueños, presentada al Congreso de Estados Unidos por el doctor Fernós, Comisionado Residente de Puerto Rico; aprobada por el Congreso de Estados Unidos con un solo voto en contra, el voto del único representante amigo del comunismo en aquel momento en el Congreso de Estados Unidos. Pasó a la firma del Presidente de Estados Unidos como tienen que pasar todos los proyectos de ley aprobados por el Congreso de Estados Unidos antes de convertirse en leyes. El Presidente Truman lo firmó. Pero en este caso particular-- creo que es el único en toda la historia--ni aun después de ser firmado por el Presidente de Estados Unidos, se convirtió en ley el proyecto. ¿Por qué? Porque el proyecto mismo dice que si no lo aprueba también con sus votos el pueblo de Puerto Rico--ustedes, los que me están oyendo--no se convertirá en ley. No basta con la votación casi unánime del Congreso de Estados Unidos. No basta con la firma, tan poderosa en los asuntos del mundo entero, del Presidente de Estados Unidos. Como se trata de un convenio, como se trata de un acuerdo--como si dijéramos de una escritura--necesita llevar también el signo de la aprobación del pueblo de Puerto Rico en sí, signo que habrá de darse personal y directamente con los votos en las urnas.
Entonces, con la aprobación del pueblo de Puerto Rico a través de sus votos, la Ley del Congreso entrará en vigor, no ya como una ley del Congreso, sino como un convenio, como una escritura entre el Congreso de Estados Unidos y el pueblo de Puerto Rico. En la papeleta en la que se votará sobre esto dentro de algunas semanas estarán, de un lado, las palabras Voto a favor de que se acepte la Ley Número 600 del Congreso; y de otro lado, las palabras Voto en contra de que se acepte la Ley Número 600 del Congreso. Y en la parte de abajo de la papeleta, palabra por palabra, la Ley 600 del Congreso sobre cuya aprobación o desaprobación va a votar en esa papeleta cada elector.
Como es necesario que haya alguna insignia, para que sirva de guía a los electores que no sepan leer, se ha adoptado el dibujo de una azada como la insignia bajo la cual debemos votar todos los que estemos a favor de que se apruebe la Ley de Constitución y Convenio. Habrá otra insignia que será una rueda para que los que no sepan leer sepan que debajo de la rueda es que harán su marca los que quieran votar en contra de lo que yo aconsejo, en contra de lo que yo defiendo, en contra de lo que, en unión de otros puertorriqueños, yo he iniciado e impulsado. Fíjense que no habrá insignia de partido, ni del Partido Popular, ni del Estadista, ni del Socialista, ni del Partido Independentista Puertorriqueño, ni de ningún otro. No habrá en la papeleta insignias de partidos. No las habrá porque muchos puertorriqueños que no pertenecen al partido que inició esta legislación, que no pertenecen al partido mío, que están en desacuerdo con nosotros en otros problemas de Puerto Rico, están sin embargo de acuerdo con nosotros en cuanto a que debe votarse a favor de que sea aceptada la Ley de Constitución y Convenio. Esa es una razón por la cual no aparecerán en la papeleta insignias de partidos. De ese modo, todos los que estén de acuerdo conmigo en favorecer la Ley de Constitución y Convenio, aunque un número de ellos no pertenezcan a mi partido, se sentirán cómodos al votar debajo de una insignia que no es ni de ellos ni mía, ni de su partido ni del mío--debajo de una azada, humilde y sencillo instrumento de trabajo en Puerto Rico. Estos dibujos no tienen importancia ni significado simbólico; no representan un símbolo al cual haya que cogerle o dejarle de coger cariño. Si todos los electores supieran leer bien, bastaría con las palabras en letras impresas, sin dibujo o insignia de clase alguna. Pero como un número de electores no saben leer, o no han tenido la oportunidad de aprender a leer bien, se ponen las insignias para que sepan reconocer en qué sitio es que deben votar si están a favor y en qué sitio corresponde votar si están en contra. En la papeleta no aparecerá, como ya dije, insignia de partido político alguno. No aparecerá la insignia de La Pava, bajo la cual yo estoy acostumbrado a votar desde que tuve el honor de fundar ese gran partido político que se llama el Partido Popular Democrático. Cuando vuelvan las elecciones, la votación en que la lucha es entre partidos, volverá a aparecer en la papeleta la insignia de La Pava y volverán a aparecer las insignias de los otros partidos; y entonces yo volveré a tener el honor y la satisfacción de hacer mi cruz debajo de La Pava. Pero en esta votación que se aproxima el día 4 de junio, dentro de seis semanas, las insignias que aparecerán en la papeleta serán solamente dos: el dibujo de la azada para lo que estén a favor; el dibujo de la rueda para los que estén en contra. Y en esa votación yo voy a hacer mi cruz debajo de la azada, en señal de aprobación a este gran paso de avance para todo el pueblo puertorriqueño que se llama la Ley de Constitución y Convenio.
Recuérdenlo bien. Por esta vez, el día 4 de junio, la azada sí; la rueda no. Repito: Por esta vez, el día 4 de junio, la azada sí; la rueda no. La azada sí; la rueda no. Repítanlo conmigo: La azada sí; la rueda no. La azada sí; la rueda no. La azada sì; la rueda no.
¿Qué es lo que van a decidir ustedes con sus votos cuando hagan la cruz en la papeleta el día 4 de junio? Van a decidir si quieren hacer y aprobar su propia Constitución, la ley que me ha de gobernar a mí, a la Legislatura y a todo el Gobierno; o si quieren que esa ley la siga haciendo el Congreso de Estados Unidos en vez de ustedes mismos. Al votar a favor de esto, el pueblo de Puerto Rico estará en ese aspecto poniéndose en igual situación que cada uno de los cuarenta y ocho estados que forman la Unión Americana: cada uno de esos cuarenta y ocho estados hace y enmienda, cuando lo cree oportuno, su propia Constitución de estado, la ley que en el estado gobierna a los gobernantes del estado en nombre del pueblo del estado. Van a decidir también si favorecen las actuales relaciones económicas, fiscales y de ciudadanía con Estados Unidos.
Las relaciones que se estarán aprobando son las mismas que ya existen, son las que conocemos, son aquellas bajo las cuales estamos viviendo en estos mismos momentos: comercio libre (o sea, que los productos de Puerto Rico no pagan un solo centavo de contribución de aduana en ningún sitio de Estados Unidos); ciudadanía americana, con libre tránsito de los puertorriqueños por todas las partes de Estados Unidos, sin pasaporte ni cortapisa ni impedimento de clase alguna; el uso de todas las contribuciones que se pagan en Puerto Rico para la obra del pueblo de Puerto Rico mismo, de acuerdo con las leyes aprobadas por los hombres electos por el pueblo de Puerto Rico mismo, bajo la Constitución aprobada por el pueblo de Puerto Rico mismo; asociación con la gran Unión de pueblos y de estados que se llama Estados Unidos, en una forma nueva de estado, aún en desarrollo, y que continuará estando en continuo y dinámico desarrollo en términos de confraternidad con todos los pueblos y estados que forman la gran Unión de Estados Unidos. ¿Cuál es entonces la importancia de aprobar estas relaciones buenas que ya existen? Hay una razón de gran importancia en aprobarlas. La importancia es que ahora esas relaciones existen por decisión única del Congreso de Estados Unidos, sin acuerdo o convenio alguno con el pueblo de Puerto Rico. No hay razón, ni moral ni de ninguna otra clase, por la cual no puedan suspenderse, cambiarse, sustituirse esas relaciones por otras que fueran perjudiciales en cualquier momento. La votación favorable del pueblo de Puerto Rico le da el carácter de convenio a esas relaciones; le da el carácter de acuerdo, de escritura formalizada; le da el carácter de relaciones que existirán por acuerdo de las dos partes a quienes conciernen, no por capricho o arbitrariedad o generosidad, pasajera o no, de una sola de las dos partes.
Asegurarse de esto es de la más grande importancia para nosotros, para nuestros hijos, para la obra en que todos estamos empeñados, y que todos juntos estamos impulsando hacia adelante para la esperanza del porvenir. Por eso es que no basta sólo que triunfe la afirmación por pocos votos. Es necesario que todos los puertorriqueños se sientan en el deber, en la obligación de espíritu, de ir a la votación y expresar su voluntad. Mientras más avasalladora sea la expresión de la voluntad afirmativa de nuestro pueblo, más fuerza moral, más inviolabilidad para en caso de que alguien en el futuro quisiera violarla, tendría este convenio.
Yo voy a votar a favor del convenio; les estoy aconsejando a ustedes, a cada uno de ustedes, que vayan a votar y voten a favor de la Ley de Constitución y Convenio porque creo con toda la sinceridad de mi espíritu que las relaciones que existen entre el pueblo de Puerto Rico y Estados Unidos en estos momentos son relaciones no solamente buenas, no solamente muy buenas, no solamente en extremo buenas para el mejor interés de la gran masa de nuestro pueblo, sino también que son relaciones absolutamente necesarias para poder seguir dando la pelea, que tan difícil es aun dentro de esas relaciones buenas; por seguir mejorando paso a paso, empujón a empujón, día a día, año a año, jalda a jalda, el progreso, la mejoría--lenta pero segura--en la vida del pueblo de Puerto Rico. Está equivocado quien diga que Puerto Rico perdería la posición que hoy tiene en cuanto a las ayudas que proporciona el Gobierno federal, aquí y en los estados continentales, para fines de mejoramiento económico y social. Todos ustedes saben que mi gran preocupación con el problema de estatus político ha sido siempre que no se comprometan las fuerzas y facilidades económicas que tiene Puerto Rico y que tanto necesita para seguir resolviendo los graves problemas que lo confrontan.
Debe ser evidente a todos que Estados Unidos puede vivir perfectamente con o sin estas relaciones con Puerto Rico, pero que Puerto Rico tiene una necesidad vital, tremenda, enorme de que subsistan estas relaciones favorables para él poder seguir ganando su gran pelea contra la pobreza, contra el dolor de todo su pueblo. Al que menos le interesa firmar esto como convenio es al Congreso, y el Congreso ya lo firmó; al que más le interesa, como cuestión de vida o muerte, es al pueblo de Puerto Rico, y el pueblo de Puerto Rico tiene una solemne y profunda obligación consigo mismo, con sus descendientes, de ir el 4 de junio a depositar sus votos en las urnas.
Si alguno creyera que las relaciones que existen ahora con Estados Unidos no son buenas, será natural que vaya a las urnas y vote en contra de que se acepte la Ley de Constitución y Convenio. Por eso mismo no sería natural que el que crea que las relaciones que existen son buenas, y más aún, absolutamente necesarias para el bien de Puerto Rico, dejara de ir a las urnas para aprobar y para darle carácter de convenio a esas relaciones--para que no sigan siendo sólo a voluntad de la parte que menos interés tenga en mantenerlas.
Es bueno señalar también, que por su misma naturaleza, el convenio que hemos de aprobar el 4 de junio no tiene que ser para todo el resto de la eternidad. Al votar afirmándolo, no estamos comprometiendo a generaciones futuras que pudieran creer distinto a nosotros; no estamos comprometiendo en forma alguna el porvenir. El mismo carácter de convenio, la misma razón por la cual la ley ahora hace necesario el consentimiento del pueblo de Puerto Rico a esas relaciones, crea el incuestionable derecho moral del pueblo de Puerto Rico de retirar su consentimiento si en algún momento del futuro creyera perjudicial el continuarlo. Quiero decir con entera sinceridad que si yo creyera que al dar el consentimiento a estas relaciones ahora se haría imposible variar las relaciones por todo el resto de los años de los años, y de los siglos de los siglos, yo mismo tendría graves dudas en dar mi voto a favor. Es porque los convenios moralmente no se pueden violar que son buenos los convenios para las buenas relaciones entre los hombres y los pueblos. Pero es también porque los convenios se pueden variar, y en la práctica se varían constantemente, que no son esclavizantes, sino instrumentos de libertad los convenios de relaciones entre los hombres y los pueblos. La violación sería por arbitrariedad de una de las partes; la variación es por acuerdo de las dos partes en variarlo. Los convenios obreros, por ejemplo, son buenos cuando están bien hechos porque comprometen a dos partes. Y son buenos también porque permiten ser variados por acuerdo de las partes. Establecer el derecho a un convenio es establecer el derecho a que siempre después las relaciones sean a base de algún convenio--el que se haga u otro mejor que se acordare--pero queda establecido que más nunca se podrá vivir sin convenio, o por acción generosa o caprichosa, pero en todo caso arbitraria, de una sola de las partes.
Es mi propósito a través de la campaña que hoy se inicia, contestar en mis discursos por la radio, ya sean discursos pronunciados desde tribuna o desde las estaciones, las preguntas que ciudadanos interesados me hagan de buena fe para mejorar el entendimiento del problema, de acuerdo con las dudas o confusiones que tuvieran.
Pueden dirigirme las cartas con las preguntas poniendo en el sobre: Luis Muñoz Marín, La Fortaleza, San Juan.
Como este es el primer discurso de la campaña, no hay naturalmente ninguna pregunta ante mí hoy. Sin embargo, se está publicando, y será repartido profusamente por todos los campos y poblaciones de Puerto Rico el Catecismo de la Ley de Constitución y Convenio. En este Catecismo, lo mismo que en el que se ha publicado en campañas electorales, están impresas una serie de preguntas y contestaciones para ilustrar, enseñar, explicar y aclarar bien ante todos en Puerto Rico lo que significa la Ley de Constitución y Convenio. Algunos de los amigos aquí presentes me van a hacer ahora algunas de las preguntas que contiene el Catecismo de la Ley de Constitución y Convenio. No deje de pedir dentro de algunos días su copia del Catecismo de la Ley de Constitución y Convenio porque se están imprimiendo suficientes para que no haya un solo hogar en Puerto Rico que no pueda tener y leer y estudiar este Catecismo sobre esta importantísima decisión sometida al pueblo.
Ahora vamos a oír algunas preguntas.
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Recuérdenlo todos: es deber ir a votar el día 4 de junio. Recuérdenlo todos. La insignia bajo la cual debe hacerse la cruz para votar a favor de la Ley de Constitución y Convenio es el dibujo de una azada. La insignia bajo la cual han de votar los que estén en contra de la Ley de Constitución y Convenio es una rueda. Yo estoy a favor y voy a hacer en esta ocasión la cruz debajo de la azada. Recuérdenlo bien. La azada sí; la rueda no. La azada sí; la rueda no. La azada sí; la rueda no.