Convención Constituyente de Puerto Rico
día 37 de sesión, 26 de diciembre de 1951

Aprovechando la ocasión deseo hacer ciertas aclaraciones y traer a la atención de la Convención ciertos hechos relacionados con todo el debate que ha habido sobre distintas partes de este Preámbulo que ahora, en su totalidad, está sometido a la consideración de esta Convención.

En el curso del debate anterior este delegado se limitó a decir, en contestación a numerosas manifestaciones que se han dado aquí durante el curso de las horas de este día, que aunque él personalmente, al igual que muchos otros delegados a la Convención, favorecen la unión permanente con la Unión Americana, sin embargo, por razón de habérsele dicho al pueblo de Puerto Rico con meridiana claridad y en ocasiones repetidas e innumerables, que no era la intención ni el efecto del convenio concluido a base de la Ley 600, el cerrar puertas a soluciones que el pueblo de Puerto Rico, en el curso de su libre convencimiento pudiera querer en cualquiera situación del porvenir--yo personalmente, me parece recordar--por lo menos dos ocasiones de solemnidad, ambas en la fecha 17 de julio, en comunicación radial con cientos de miles de puertorriqueños hice esta afirmación: "No cierra puertas. No es la intención cerrar puertas. No es su efecto cerrar puertas."

En vista de que esto parece requerir alguna prueba, quiero aquí leer palabras que personalmente pronuncié por radio en discurso profundamente anunciado de antemano el día 3 de junio de 1951, o sea, alrededor de 15 horas antes de comenzar la votación de nuestro pueblo sobre si aceptaba o no aceptaba el convenio ofrecídole en la Ley 600. Y aquí me voy a limitar a leer dos oraciones de ese discurso, mi última palabra a los electores de Puerto Rico pocas horas antes de que esos electores concurrieran a las urnas a dar allí su decisión. Dije entonces: "La Ley 600, la Ley de Constitución y Convenio, crea una unión más perfecta entre Estados Unidos y Puerto Rico. Dicha unión podrá convertirse en permanente si el pueblo de Puerto Rico así lo desea más tarde." Y también dije: "La Ley 600, la Ley de Constitución y Convenio, tampoco cierra caminos a otras fórmulas tales como la estadidad federada o la independencia separada."

Estas palabras--pronunciadas por mí, como líder de uno de los grandes movimientos políticos de Puerto Rico que estaba respaldando la Constitución, a pocas horas de comenzar la votación--me parece que expresan claramente que los hombres que comparten mi criterio, le dijimos a nuestro pueblo, antes de que fuera a las urnas a depositar sus votos, que esto no cerraba puertas. Y aunque yo, señor Presidente, he repetido muchas veces que creo en la unión permanente, también creo que no se puede engañar a un pueblo y que si se engaña, eso no es democracia. Y por esa razón es que hemos insistido en que se le cumpla al pueblo esa palabra que se le dio. Y por esa razón es que hemos logrado que nuestra insistencia triunfe y que se le haya cumplido al pueblo. No cierra puertas. Ni la de la estadidad federada, ni la de la independencia separada.

Yo no tengo intención alguna de aproximarme a la puerta de la independencia separada, ni de traspasarla. Pero no tengo intención alguna de cerrársela a aquellos de mis compatriotas que quieran libremente acercarse a ella en cualquier momento del futuro y traspasarla; lo mismo que tampoco tengo intención alguna de contribuir a cerrar la puerta de la estadidad federada a mis compatriotas que en cualquier momento del futuro, con el apoyo de nuestro pueblo, quieran acercarse a esa puerta y traspasar esa puerta.

Después de todo, señor Presidente, de nada vale estadidad federada, ni la independencia separada, ni el Estado Libre Asociado, ni ninguna otra fórmula política, si no se basa en un respeto de lo que se le dice al pueblo que se va a hacer en su nombre. Y en eso quiero agradecer y reconocer las palabras del delegado Brunet en sentido similar a éste, antes del receso. Así es que quede claro que ésta, y no otra, es la razón por la cual yo personalmente me he opuesto, y estoy seguro que la de muchos delegados que han compartido conmigo esa oposición a que se cierren puertas. Esa, señor Presidente, y no otra, es la única razón.

Otra aclaración que creo vale la pena es con relación a abundantísimas alusiones que se han hecho en el curso de este largo día al cable que el Presidente de los Estados Unidos, a través mío, tuvo la gentileza de enviar a esta Convención Constituyente el día en que se iniciaron sus sesiones, en septiembre 17 de este año. El cable se ha citado muchas veces y, a mi juicio, ni una sola vez ha sido citado bien. Todas las veces ha sido citado mal. Todas las veces ha sido citado incorrectamente. El cable dice en la parte pertinente--lo voy a leer en inglés, que es como lo tengo aquí, y después lo vertiré al español: "The people of Puerto Rico, acting through their elected delegates, are about to formulate for themselves a Constitution which will express their own desired relation with the Federal Union. lt is with profound satisfaction that I contemplate...", etc. La frase pertinente es la que dice, según la acabo de leer hace algunos segundos, "are about to formulate for themselves a Constitution which will express their own desired relation with the Federal Union". En español: "El pueblo de Puerto Rico está a punto de formular--era el día en que se abría esta Convención--para sí mismo una Constitución que expresará su propia relación deseada con la Unión Federal."

Para mí esto es claro en su significado. El Presidente no le está diciendo al pueblo de Puerto Rico que exprese cuál es la deseada relación de Puerto Rico con la Unión Federal. El Presidente de Estados Unidos, en 17 de septiembre, estaba notificado de que el 4 de junio el pueblo de Puerto Rico había expresado cuál era la relación con la Unión Federal que el pueblo de Puerto Rico deseaba. El Presidente expresa su júbilo de que llegue la oportunidad de que una Convención Constituyente, electa por el pueblo de Puerto Rico, esté a punto de comenzar sus trabajos en formular una Constitución que expresará y estará de acuerdo con los deseos ya expresados por el pueblo de Puerto Rico el día 4 de junio. De manera que el Presidente de los Estados Unidos, a mi juicio sincero y ponderado, no ha hecho pregunta alguna al pueblo de Puerto Rico, porque el pueblo de Puerto Rico había contestado la pregunta que él pudiera haber hecho, varios meses antes del Presidente enviar el cable en que se alega hace la pregunta que se dice no se le contesta. La contestación fue el 4 de junio, el cable fue el 17 de septiembre, subsiguiente a ese 4 de junio de este mismo año; y por consiguiente, quiero señalar, repito, el error de creer que el Presidente nos ha pedido que digamos, porque a lo que se refiere es a la respuesta que ya había dado, en forma de votación democrática, nuestro pueblo algunos meses antes.

Aclarados estos puntos, me parece oportuno señalar que estamos en el proceso de terminar el último rastro de sistema colonial en Puerto Rico. Y que esa es la importancia profunda y la trascendencia grande de estas bregas que conjuntamente llevamos a cabo aquí. En Puerto Rico el sistema colonial realmente ha cesado de existir en la práctica desde hace ya bastante tiempo. Las cosas que se juzgan por la penetración del espíritu, más bien que por las medidas automáticas, hay que juzgarlas por la verdad que el espíritu vea en ellas, por la realidad que el espíritu del hombre discierna en ellas, mucho más que por un análisis de palabras y conceptos meramente jurídicos relacionados con ella. Dondequiera que el espíritu del hombre se enfrente con una libertad, basada en la profunda observación del espíritu humano de que allí está esa libertad, y una negación meramente de palabras jurídicas de que esa libertad no está allí, si el espíritu humano es leguleyo acepta las palabras y acepta la apariencia de la juridicidad. Si el espíritu humano es realista y profundo acepta lo que le está diciendo la realidad sobre dónde está la libertad. En el sentido de la realidad, señor Presidente, señores delegados, el sistema colonial hace ya algún tiempo que no tiene vigencia práctica verdadera en Puerto Rico.

La juridicidad tiene su importancia. No hay que ser abogado para reconocerlo. La juridicidad es un respaldo a la realidad. Naturalmente que cuando la realidad y la juridicidad chocan, la realidad gana y la juridicidad pierde y hay que aceptar la realidad y no la juridicidad. Ejemplos: ha habido durante todo este tiempo--ya no lo hay dentro de nuestro convenio ahora en proceso de terminarse con la Unión Americana-- pero durante todos estos años ha habido una disposición jurídica, de ley, de palabras, de teoría, en la Carta Orgánica de Puerto Rico que dice que el Congreso de Estados Unidos, durante todos esos años, ha tenido el pleno e ilimitado poder de anular cualquier ley de la Legislatura de Puerto Rico. De ver una ley nuestra, considerarla y decir "no quiero que esa ley rija en Puerto Rico, a pesar de que la hayan votado por mayoría o por unanimidad el Senado y la Cámara de Representantes de Puerto Rico." Ese poder lo ha tenido en las palabras el Congreso de los Estados Unidos sobre las leyes que en este mismo recinto se han hecho bajo gobiernos anteriores y bajo el actual Gobierno. El Congreso de los Estados Unidos nunca ha usado ese poder. Es seguro que el Congreso de los Estados Unidos nunca podría haber usado ese poder. Lo podía haber usado en ley, pero en la práctica era tan seguro, tan enteramente, tan indubitablemente seguro que no usaría ese poder, que valía más esa observación de la realidad que el leer las palabras de una ley que se escriben y es seguro que no pueden cumplirse porque la realidad moral del sentido democrático compele a la ley a no cumplirse.

De manera que entre la ley escrita, moralmente imposible en su aplicación, y la realidad no escrita, sobre la cual existe certidumbre de que regirá, ¿cuál es la verdad, señores? La verdad es la realidad. La verdad no son las palabras de una teoría o de una ley. Un pueblo no puede vivir de leguleyismos. Un pueblo con problemas tan graves, algunos de ellos tan trágicos como los que confrontan a nuestro pueblo de Puerto Rico, ¿cómo le va a agregar a la gravedad de sus problemas la superficialidad de su entendimiento? La gravedad ya es bastante, sin añadirle la superficialidad del entendimiento de los hombres obligados a bregar con sus problemas.

Mi misión hasta donde Dios me ha ayudado a entenderla--por lo menos una parte importante de la misión que yo como ciudadano me he impuesto y que como líder que goza de la confianza que tan generosamente una parte de sus conciudadanos le otorgan, debo ejercer--es ayudar a libertar a Puerto Rico de todas aquellas angustias, de todos aquellos sufrimientos que no sean necesarios. Porque hay muchos sufrimientos en Puerto Rico que son necesarios y que no hay quien pueda libertar a este pueblo de ellos por muchos años en el porvenir. Resignémonos a eso, breguemos con eso, vamos a vencer según podamos esas cosas tremendas que gravitan sobre nuestro pueblo; pero vamos a no agregarle nuestra propia superficialidad de pensamiento a las tragedias de este pueblo. En cumplimiento de esa misión, es que he contribuido a elaborar, con otros buenos amigos y compañeros, esta solución en cuyo proceso estamos ahora empeñados.

Ahora estamos poniendo término al sistema colonial en su aspecto de teoría, en su aspecto jurídico como ya antes, según yo sinceramente lo entiendo, le habíamos puesto termino en su aspecto real

Sr. Soto: Yo también creo que ya le habíamos puesto término en su aspecto real.

Sr. Muñoz Marìn: El amigo Juan B. Soto también así lo cree. Yo me siento sumamente honrado en tener su buena compañía en esto; y estoy seguro tengo la de muchos otros amigos en esta Constituyente, fuera de líneas de partido, y en el pueblo de Puerto Rico, fuera de líneas de partido también. Muchas gracias a él y a todos los demás que comparten este criterio, porque creo que es un criterio necesario para salvar a nuestro pueblo de angustias innecesarias. De las [que] todavía [son] inevitables no hay quien lo salve, mas que el vencerlas finalmente; pero de las innecesarias es nuestro deber librarlo, y en eso estamos.

Me parece evidente que le hemos puesto término, aún a la parte teórica del sistema colonial. Todo el gobierno, bajo este proceso que aquí estamos ahora camino de completar, todo el gobierno de Puerto Rico se funda en la voluntad del pueblo de Puerto Rico. Se funda en el consentimiento del pueblo de Puerto Rico. Puerto Rico, bajo esta Constitución, cuando esté finalmente en funciones, no solamente elegirá su propio gobierno, designará su propio gobierno como lo hace ahora, sino que lo hará de acuerdo con su Constitución, de acuerdo con los poderes que ella otorgue e inhiba, --con los poderes que otorgue y que prohiba a cada rama del gobierno-- una Constitución hecha por delegados electos libremente por el sufragio universal del pueblo de Puerto Rico mismo.

La Legislatura funcionará de acuerdo con los poderes que dé a la rama legislativa y de la forma en que se los dé esta Convención Constituyente electa por el pueblo de Puerto Rico. La rama ejecutiva del gobierno funcionará en el uso de los poderes que dé y restándole los poderes que reste esta Convención Constituyente electa por el pueblo de Puerto Rico. La rama judicial, igualmente, será formada y tendrá su funcionamiento de acuerdo con los poderes que dé y, sin traspasar los poderes que no dé esta Convención Constituyente electa por nuestro pueblo.

Los ciudadanos de Puerto Rico, desde el más próspero y el más poderoso hasta el más pobre y el más humilde, estarán protegidos por una carta de derechos aprobada por esta Convención Constituyente electa por el pueblo de Puerto Rico, carta de derechos que no solamente, podemos decirlo porque ya ha sido discutida en este hemiciclo con el beneplácito general, carta de derechos, repito, que no solamente cubre protegiéndolos, todos los derechos del ciudadano, todos los derechos del individuo, y por consiguiente, de las minorías, que garantizaba por espíritu generoso y democrático del Congreso de Estados Unidos la carta orgánica que hasta ahora ha regido, sino que va en muchos de sus aspectos y en diversas de sus garantías, más allá, y en algunos casos, mucho más allá que las garantías de esta carta orgánica. Pero además de eso, tiene una importancia, aún en cuanto a aquellos derechos que ya estaban igualmente garantizados por la Carta Orgánica. Tiene el significado de que son derechos, ahora, no generosamente enviados por el bueno y democrático Congreso de los Estados Unidos, a base de una tradición democrática anglosajona que viene de muy lejos enriqueciéndose y enriqueciendo la libertad humana en diversos sitios del mundo, sino que ahora vienen esos derechos, y la ampliación en algunos casos profunda de esos derechos humanos, del trabajo, de la conciencia puertorriqueña. Viene del uso de la inteligencia del pueblo puertorriqueño viene de la comprensión, de la generosidad: de la justicia, del saber lo mucho que vale el ser humano más desolado y más desvalido para la democracia. Y eso es lo que significa democracia, además de significar el gobierno de la mayoría.

Sr. Ramos Antonini: Señor Presidente, para cederle a los quince minutos anteriores del señor Negrón López, los quince minutos míos al señor Muñoz Marín.

Sr. Muñoz Marìn: Toda esa importancia, señor Presidente y amigos, tiene esta Constitución que estamos haciendo. Y tiene esta importancia ahora en la ley, ahora en lo que yo llamo la juridicidad, además de haberla tenido, y seguirla teniendo con mayor profundidad en la realidad de la vida del pueblo puertorriqueño. Yo creo que nosotros debemos sentirnos humildes y profundamente honrados de ser miembros de este pueblo de Puerto Rico que, sin la gran tradición de estos derechos, también ha sabido elaborar en su propia conciencia y hacer con su propia voluntad derechos humanos en su propia Constitución, que pueden servirle de modelo a la mayor parte de los pueblos libres del mundo, señor Presidente, y que enriquecen el orgullo de uno poderse llamar puertorriqueño.

Yo que, naturalmente, me siento orgulloso de ser puertorriqueño, como todo el que nace en un país, por haber nacido aquí, y por el cariño al paisaje y la familiaridad con las maneras de los seres humanos que somos puertorriqueños, que convivimos juntos en esta Isla, sin embargo, comprendo que esa clase de orgullo, siendo natural es legítimo, no es el mayor que uno puede sentir en su pueblo; y yo siento orgullo, como creo que debemos sentirlo todos, mucho más grande, en saber que no es meramente por el cariño que le tenemos al paisaje donde nacemos y a las caras amigas y familiares de la gente que nos acompaña entre el nacimiento y la muerte por las luces y las sombras de ese paisaje, sino orgullo de saber que es un pueblo que está demostrando aquí, que ha demostrado en muchas circunstancias de su vida, que dentro de sus grandes dificultades, dentro de un destino humilde, dentro de un destino estrechado en el círculo de unas playas que no están muy distantes las unas de las otras, encerrando el centro de la Isla y el pueblo que la habita, dentro de eso, sin rimbombancia, sin grandiosidad, creo yo que con justicia, sin ponernos en plan de falsos heroísmos colectivos, sin embargo, podemos sentirnos orgullosos de ser parte de un pueblo que es uno de los mejores pueblos de la democracia en América y en el mundo.

Todos los pueblos tienen defectos; éste también. Todos tienen fallas que deben esforzarse en corregir; el nuestro también. Pero el nuestro no sólo no está entre los que van a la cola, sino creo que dentro de su pequeño radio y dentro de sus enormes dificultades, al ser juzgado precisamente en contraste con esas enormes dificultades, es uno de los pueblos mejores de la democracia. Por esto merecía librarse de la trágica y fútil angustia sobre su status político. Merecía, pero de una manera tremenda, que lo libráramos de eso. Y yo, que también estaba sujeto a estas angustias, como tantos otros, y a estas dificultades de entendimiento y de emoción, he ido bregando con ellas. Me ha costado mucho trabajo, porque no es fácil bregar con eso. Sobre todo si hay sinceridad y si se buscan soluciones entre ideas aparentemente contradictorias, entre emociones en choque, entre fuerzas del espíritu que parecen ser antagónicas las unas a las otras, ¡no es fácil, señor Presidente!

Cuando yo he hablado más recientemente, en el curso de mi vida pública, sobre mi manera de ver estos problemas distinta a la manera como las veía años antes, no sé quien fué el que inventó la frase "errores de juventud". Yo no fuí. Yo dije en un discurso en Jayuya, y algún periodista me citó con las palabras "error de juventud". Usted sabe, señor Presidente, que a los que se llaman "errores de juventud" son cosa muy distinta, a los cuales estamos sujetos hasta algunos viejos. Y, claro, no es eso. Lo que pasa es que un hombre tiene que tener un esfuerzo dentro de su espíritu para entender. Y si después de los años entiende algo más claro de lo que entendía antes de transcurrir esos años, si tiene honradez, proclama su nuevo entendimiento. Si no tiene honradez lo oculta. Un hombre que se debe a un pueblo no lo puede ocultar. Tiene el deber de proclamarlo y por eso yo lo he proclamado. No como un error de juventud, sino por un crecimiento natural del espíritu de un hombre honrado en las circunstancias históricas de este pueblo magnífico de Puerto Rico. (Aplausos).

Ahora todo en Puerto Rico lo concerniente a su gobierno se funda en el pueblo de Puerto Rico. La Ley 600, que después de ser votada el 4 de junio por nuestro pueblo es el convenio entre el pueblo de Puerto Rico y el pueblo de los Estados Unidos, lo dice. Dice del desarrollo creciente del gobierno propio en Puerto Rico a través de los años, en su relación con Estados Unidos de América; dice que "reconociendo plenamente" el derecho al gobierno por consentimiento, aprueba esta ley con la naturaleza de un convenio." Y la naturaleza de convenio no se la da meramente, aunque se la da grandemente, el uso de la palabra "convenio" en su ley, por el Congreso de Estados Unidos, la naturaleza de convenio se la da finalmente el hecho de que la ley no regiría, a menos que los electores de Puerto Rico, yendo a las urnas y depositando sus votos libres y secretos, por mayoría de esos votos, decidieran que ellos, querían que rigiera esa ley: eso es lo que fundamentalmente, y en términos del significado de la democracia, le da validez y carácter de convenio a esta Ley. Si el pueblo le hubiera votado en contra, no hubiera regido. Así es que le da carácter de convenio, no tan solo el uso del concepto y la palabra, sino la realidad, mucho más grande que ningún concepto y que ninguna palabra, de un pueblo yendo a las urnas y aprobando esa ley por su deseo de que así sea, por su deseo libre de que rija.

Habrá leyes del Congreso de Estados Unidos que regirán en Puerto Rico, como leyes del Congreso de Estados Unidos rigen en los distintos estados federados que componen y forman la Unión Americana. Esos estados tienen unos congresistas que emiten votos a favor o en contra de esas leyes, y Puerto Rico tiene representación, pero no de la naturaleza de emitir votos a favor o en contra de esas leyes. Es cierto. Por eso es que ésta es, como hemos dicho y definido antes, una forma nueva de estado, una forma nueva de relación entre los ciudadanos libres de los Estados Unidos de América. Los ciudadanos igualmente libres, cuando residen en Puerto Rico, residen en un estado en el sentido genérico de la palabra estado, que tiene una nueva forma, una nueva estructura aunque sumamente parecida a la de los estados federados, y una nueva forma de relación con la Unión Americana integrada por el resto de sus conciudadanos. ¿Esta relación es colonial? No. Es nueva. Es nueva porque las leyes federales, al regir en Puerto Rico, rigen no por el voto de congresistas, no por el voto, que puede ser triunfante o derrotado, de seis o siete, de ocho o nueve congresistas de Puerto Rico, sino que rigen por la voluntad de cientos de miles de ciudadanos en Puerto Rico. De los electores. Nosotros no tenemos congresistas con voto, pero tenemos ciudadanos con voto, diciendo que está bien, que rija la ley del Congreso, porque esa es la forma de relación que nuestro pueblo quiere, mientras nuestro pueblo no decida querer otra forma de relación y así libremente decida expresarlo. Nuestro pueblo tiene el derecho de expresarlo en cualquier momento que quiera.

Pero hay unas leyes que no rigen, y sobre eso también votaron los electores de Puerto Rico el día 4 de junio, que son las leyes que cobran contribuciones para el tesoro federal de la Unión Americana, y esas leyes no rigen en Puerto Rico. Bajo la situación económica en que se desarrolla Puerto Rico, me parece a mí que los millones y millones de dólares que representaría ahora pagar las contribuciones federales, harían imposible, que nuestro pueblo, tan sufrido, que nuestro pueblo pasando por dificultades tan dolorosas y tan enormes, pudiera tener la más leve esperanza de jamás salir de esas dificultades.

Si es difícil, sin sacar todo ese volumen gigantesco de fondos año tras año hacia el tesoro federal, resolver los problemas de Puerto Rico, si es tan cuesta arriba, señor Presidente (cuesta arriba se llama en esta Constituyente; en las montañas, naturalmente, se usa la frase jíbara que es jalda arriba), si es tan cuesta arriba resolver los problemas de este pueblo sin eso, sin ese egreso enorme de millones, y millones y millones exportados anualmente, ¡cómo sería de difícil agregándole eso a la tragedia de nuestro pueblo, a las grandes cargas de nuestro pueblo, a los grandes problemas de nuestro pueblo. Claramente no puede hacerse con sentido de responsabilidad. Comprendo que hay puertorriqueños que creen sinceramente que por un lado saldrían las contribuciones, pero por otro lado entrarían otras ayudas federales que tenderían a balancear esa situación y a corregir esa dificultad. A estos puertorriqueños yo quiero decirles dos o tres cosas de las cuales estoy convencido de tan buena fe como ellos. Son las siguientes:

En primer lugar, yo no creo que sea un principio el que Puerto Rico no contribuya al Tesoro de la Unión Americana, de la cual en esta manera nueva y distinta forma parte. Yo creo que esa es una necesidad vital práctica de toda esta etapa de nuestra historia. Yo no creo que eso es sostenible como cuestión de principio. Si uno pertenece a una unión uno debe, no bien uno pueda, contribuir adecuada y justicieramente a los gastos y a las cargas generales de la unión a la cual uno pertenece libremente. Por eso, yo no alego la cuestión económica meramente como una cuestión de lo mucho que le conviene a Puerto Rico el no tener que pagar eso, porque Puerto Rico, cuando pueda pagarlo, cuando pueda pagarlo de su riqueza y de su producción y no de su hambre y de su pobreza y de su miseria, debe pagarlo. Quede esto claro. Que no quepa la menor duda sobre esto. Que no pueda haber tergiversación ni confusión de especie alguna sobre esto. Yo no alego, ni creo que es alegable como principio, que un país no pague la parte que le toca de la carga de una unión a la cual honorable y libremente pertenece. Lo que creo es que Puerto Rico, ahora, si intentara pagarla, estaría haciendo un pago ficticio que solamente ayudaría a recortar su libertad real y sus posibilidades de libertar integralmente del hambre, de la miseria, del miedo al hambre y a la miseria a las masas de su pueblo y a todas las fuerzas de su pueblo

Sr. Padròn Rivera: ¿Me permite una pregunta?

Sr. Muñoz Marìn: Como no. Con mucho gusto.

Sr. Padròn Rivera: Entonces eso quiere decir que cuando llegue ese momento es cuando estamos preparados para entrar como Estado de la Unión Americana

Sr. Muñoz Marìn: ¿Me lo dice o me lo pregunta?

Sr. Padròn Rivera: Bueno, eso es lo que yo entiendo.

Sr. Muñoz Marìn: Pues si me lo pregunta, tendré mucho gusto en contestárselo. No. No quiere decir eso necesariamente. Puede querer decir eso. Y puede no querer decir eso. Puede querer decir que Puerto Rico, en el desenvolvimiento de su status, (por llamarle así, porque status quiere decir cosa estática, que no se mueve, y esto está creando, es una cosa de gran vitalidad y de gran dinamismo, de gran capacidad de crecimiento), Puerto Rico, repito en el crecimiento de su status puede llegar a la conclusión de que pudiendo pagar las contribuciones al tesoro federal, su pueblo quiera que se convierta en un estado federado más de la Unión Americana. Pero pudiera ser que no. Puede ser parte de esa unión en varias otras formas, algunas de las cuales ni nos imaginamos en este momento. Conocemos la gran capacidad de la mente humana para crear cosas políticas, lo mismo que para crear cosas artísticas, científicas. El espíritu humano lo que ha de hacer es no decirse a sí mismo que no tiene capacidad creadora en política. Tiene capacidad creadora en política. Y lo que tiene que hacer es no tratar de convencerse a sí mismo de que es manco políticamente. Puerto Rico, creo que modestamente, pero en una forma apreciable, está contribuyendo a demostrar que hay capacidad creadora en política, política en el sentido más alto.

Por ejemplo Puerto Rico puede --hablábamos de esto el otro día un grupo de amigos informalmente en la Comisión de Preámbulo-- pudiera estar unido a los Estados Unidos en una forma más parecida a la de ahora y sin embargo, pudiendo contribuir al sostenimiento, en forma equitativa del Tesoro de la Unión, pudiera ser la decisión del pueblo y la decisión de nuestros conciudadanos de la Unión que sería mejor, ser más bien confederalizado a la Unión que federado a la Unión. Un estado confederalizado a la unión tiene mucha más libertad. Tiene mucho más funcionamiento propio. Si tiene los fondos para contribuir, debe contribuirlos por acción de su legislatura, de acuerdo con un convenio al cual se haya llegado, por apropiación de los fondos, porque nadie debe apropiar fondos sin representación de la gente que va a pagar esos fondos. Es una posibilidad. No digo que esto sea lo bueno o no. Yo personalmente veo mucha más libertad real en un estado de esa forma que en un estado federado.

Quiero hacer la distinción clara. Como ciudadano de los Estados Unidos, si me dan escoger entre que los Estados Unidos estén formados por estados federados o por estados confederalizados --llamémosle así-- yo daría mi voto para que fuera por estados federados lo mismo que ahora. Es decir, yo votaría con Abraham Lincoln y votaría con Andrew Jackson y votaría con todos los federalistas americanos. Pero si lo que me dicen es que, siendo los Estados Unidos una federación, con toda la fuerza la cohesión que tiene una federación, Puerto Rico y posiblemente dos o tres pueblos, dos o tres estados más, pudiera, en formas nuevas de desarrollo político, estar confederalizado en vez de federado, eso no le iba a restar fuerza a la Unión. Eso no le iba a restar poderío ni económico, ni político, ni vital, ni industrial, ni agrícola, ni de manera alguna a la federación, y sin embargo le daría más libertad real a Puerto Rico. Yo no sé si ésta es forma posible o no. Es seguro que habrá quien crea que no es deseable; pero es digna de estudio. Puede ser que el estudio lleve a la conclusión de que tiene ciertos defectos graves, que no son susceptibles de corrección. Estoy sencillamente dando un ejemplo, contestando la pregunta del señor Padrón Rivera, de cómo se puede ser ciudadano de Estados Unidos, miembro leal de la Unión Americana, adicto enteramente a sus grandes principios, dispuesto a todos los sacrificios necesarios por mantener la cohesión de esa unión y por mantener la vida y la salud política de esa unión, y sin embargo desarrollar sistemas políticos que puedan ser de mayor bienestar, de mayor libertad para Puerto Rico, contribuyendo justamente a los gastos de esa unión, según Puerto Rico pueda contribuir --de su riqueza y no de su pobreza, de su abundancia y no de su escasez-- a los gastos de esa Unión.

No estamos discutiendo la estadidad federada, pero, yo no puedo humanamente sustraerme a cierto contagio con cierta enfermedad de mis buenos colegas, que a veces no hablan del asunto del cual se trata. Procurando que el contagio no se haga demasiado grave, quiero decir esto: Se dice que los estados federados reciben también más fondos de ayuda y que, por otro lado, las contribuciones que gravan los productos que se producen en los Estados, al ser esos productos vendidos en Puerto Rico, traen, o por lo menos, según sea la clase del movimiento comercial a través del cual se mueven, tienden a traer el gravamen o parte de ese gravamen de las contribuciones impuestas allá a ser pagadas por el que los consume en Puerto Rico. Pero yo me permito recordarle a estos amigos que en los Estados Unidos, en Nueva York y en Nebraska y en Illinois y en California y en Alabama, nuestros conciudadanos allá también pagan estos recargos de estos productos que allí se producen y que ellos compran y que, además de pagar esos recargos hasta el punto en que las vías comerciales añaden esos recargos al costo de esos productos que se consumen, además de eso, pagan las contribuciones que producen los recargos. De manera que Puerto Rico siempre tiene estas ventajas mientras las necesite --si no las necesita no las debe tener-- para ir resolviendo sus graves problemas.

Otra cosa es que, aunque resultara ser cierto, que difìcilmente puede serlo, pero aunque resultara ser un dato no equivocado, el hecho de que las contribuciones que se paguen pueden venir devueltas en ayudas, fíjense ustedes en los resultados. Fíjense en cómo eso recortaría la libertad real de Puerto Rico. Si Puerto Rico tiene ochenta millones de contribuciones para su gobierno utilizarlos según dispongan las leyes de su legislatura en escuelas, en estimular la agricultura, y su producción, en estimular la industria y su producción, en mejorar la salud del pueblo, en mejorar la vida del pueblo en distintas formas; y si entonces esos ochenta millones hay que pagarlos al tesoro federal, pues se pagan al tesoro federal. Y si entonces el tesoro federal, para los fines de leyes federales le devolviera exactamente los mismos ochenta millones a Puerto Rico, la economía puertorriqueña tendría los mismos ochenta millones, pero la libertad política puertorriqueña sería ochenta millones menos eficaz para hacer la voluntad de la Legislatura de Puerto Rico electa por el pueblo de Puerto Rico para resolver los problemas de Puerto Rico, según el pueblo y sus legisladores crean que deben ser resueltos. (Aplausos)

Pero todas estas cosas, amigos de la Constituyente, son meras cuestiones de esas que no debíamos estar discutiendo aquí. Lo que pasa que a mí me tocaba mi pedacito y me he tomado la libertad, en vista de la gran liberalidad que ha ejercido la Presidencia durante todo este tiempo, de coger mi pedacito de la cosa que no tocaba realmente discutir, aunque por implicación puede tener algún grado de relación al tema.

Quiero decir que en los discursos pronunciados durante el día de hoy, yo, por lo menos en muchos de ellos, he notado una idea principal que creo que debe comentarse cuando estamos ahora debatiendo si debemos aprobar o no aprobar el Preámbulo entero. Me refiero a la idea que parecen tener algunos amigos, creo que afortunadamente no todos, de la parte Estadista de esta Convención, de que hay que expresar una aspiración a alguna otra solución que no sea la que el pueblo ha aprobado en las urnas. Y sobre esto me gustaría hacer algunos comentarios. Cuando he dicho que el status político está resuelto con este proceso que estamos culminando en estos meses, lo que he querido significar, como dije al principio de mis palabras en esta noche . . . Sr. Presidente, ¿Me queda tiempo de acuerdo con el Reglamento?

Sr. Ramos Antonini: Señor Presidente, se han agotado los quince minutos.

Sr. Presidente: Se ha agotado la hora. Los delegados están limitados a cuatro turnos de quince minutos.

Sr. Ramos Antonini: Eso es lo que quiero decir. Yo solicito de todos los compañeros delegados, el consentimiento unánime de manera que el señor Muñoz Marín pueda seguir en el uso de la palabra.

Sr. Presidente: ¿Hay alguna objeción? Si no la hay así se acuerda.

Sr. Muñoz Marìn: Muchas gracias compañeros. Voy a corresponder a esa gentileza de ustedes no abusando de ella. Creo que voy a terminar pronto. Espero que esto no sea esa frase optimista que tendemos a decir los oradores cuando vamos por la mitad. Pero yo creo que voy por mucho más de la mitad ya.

Yo creo que se ha resuelto el problema de status, como decía al principio de mis palabras, en el sentido de que se ha eliminado el rastro jurídico, como ya antes la naturaleza real del sistema colonial.

Naturalmente, no creo que hemos llegado a un punto donde vamos a dejar de crecer. Lo que creo es precisamente lo contrario de eso.

He dicho muchas veces que esto es una forma vital, llena de vida, llena de poder de crecimiento; que esta es una forma dinámica llena de energía, llena de movimiento hacia el futuro. Por consiguiente, es todo lo contrario de haberse resuelto una cosa en el sentido de resolverla y dejarla ya en gaveta. No, no es resolución de gaveta. Lo que está resuelto es que no hay razón para que nadie se reguste en sufrir por una cosa rara que a veces tiene el espíritu humano que le gusta hacerse, sufrir.

El que no padezca esa cosa rara en política no tiene ahora razón para hacerse infeliz por cuestiones de status político. Y tiene toda la razón para seguir queriendo que siga desarrollándose en este aspecto también Puerto Rico. Y no solamente la razón. Tiene su deber creador, humano, tiene la inevitabilidad que hay de crecimiento en un pueblo con la vitalidad política que tiene el pueblo de Puerto Rico, que ha demostrado y está demostrando el pueblo de Puerto Rico.

De manera que no es que nos vamos a quedar en un sitio. Es que hemos llegado al sitio donde podemos caminar con libertad, caminar con la frente alta, caminar sin falsas vergüenzas, caminar sin fraudulentos bochornos, caminar sin tener que hacerle caso a los insultos falsos de los que con algún interés pequeño o algún enredo espiritual grande, quieren que no se sienta en salud el pueblo de Puerto Rico.

Y caminando así caminaremos con paso más firme, con paso más esperanzado, con paso de mayor seguridad de hacernos cada día un porvenir mejor. Como es una cosa de vitalidad este status --por llamarle status, repito-- que hemos desarrollado-- puede desembocar, como dije, en la estadidad federada, puede desembocar en otras formas de unión con los Estados Unidos, y, dentro del principio general de las puertas abiertas puede desembocar libremente en cualquier forma que el deseo del pueblo de Puerto Rico y los deberes de la Democracia en la libre determinación, pueden reconocerle en cualquier momento del futuro al pueblo de Puerto Rico.

Y por eso es que nos parece raro, aunque entendemos que lo pueden hacer y sin duda lo hacen de buena fe, el querer siempre algunos consignar que tienen aspiraciones. ¿Aspiraciones a qué? Quieren que se sobreentienda que son aspiraciones a salir del bochorno, aspiraciones de salir de la indignidad, aspiraciones de salir de esta cosa que se complacen en motejar de vergonzosa.

Por eso es que no podemos ponernos de acuerdo con algunos de estos amigos, porque nosotros que estamos tan orgullosos de este pueblo, ¿cómo le vamos a tirar a la cara el insulto de decir que se encuentra en una situación vergonzosa y que se aspira a salir a una situación que no sea vergonzosa?

Estamos en una situación que, lejos de ser vergonzosa, es digna del más profundo orgullo y de la más grande satisfacción. De ahí en adelante puede ser más todavía de lo que es, porque no tiene límite la grandeza potencial de espíritu de este pueblo; pero no es para sacarlo de esta situación. Y los amigos de ese lado se han empeñado en decir que aspiran --y aspirar es muy bueno, no hay nada malo en aspirar a las cosas buenas; pero al decir que aspiran están implicando que aspiran a salir de una cosa muy mala.

Nosotros, los que creemos que es una cosa muy buena y que además de lo bueno que tiene en sí tiene lo bueno también de que demuestra que el nuestro es un pueblo que puede crear políticamente, que si no tuviera otra cosa que la demostración de la creatividad de este pueblo ya sería bastante para que fuera bueno. Por eso es que no se nos hace posible ponernos de acuerdo con algunos estadistas. Y lo lamento mucho, porque sé que, aunque en este momento histórico son minoritarios, son valiosos y tienen contribuciones efectivas que hacer al pueblo de Puerto Rico en las diversas facetas de sus empeños.

Nos ha sido naturalmente imposible accede a indignificar mientras nosotros queremos dignificar la cosa que el pueblo está creando, sabiendo que puede seguir progresando más todavía, pero que ya no está en la cárcel, salió de la cárcel, está en la calle y en la calle puede deliberar libremente en qué caminos quiere transitar libremente; pero ya está en la calle. Y si el empeño es decir que no está en la calle, que es un infeliz prisionero, que tiene el estigma del que está dentro de los barrotes, no podemos jamás ponernos de acuerdo con eso, porque no es cierto. Sencillamente no es cierto, y no es nuestra misión avergonzar a un pueblo tan digno de que se le enaltezca.

Por esa razón no hemos podido ponernos de acuerdo en lenguaje que parece querer, lejos de dignificar, indignificar al pueblo de Puerto Rico. No podemos ser partícipes de un propósito tan errado y funesto.

Señor Presidente, creo no tener mucho más que decir. Yo soy partidario no solamente de la unión con los Estados Unidos. Yo soy partidario de todas las grandes uniones de pueblos. Soy contrario a los fraccionamientos de pueblos. Soy contrario a los nacionalismos estrechos. En Puerto Rico y en cualquier parte del mundo, donde se manifiesten los nacionalismos estrechos, incluyendo en la Unión Americana --cuando en la Unión Americana y en cualquiera de sus ciudadanos, en Puerto Rico o fuera de Puerto Rico, se manifiesta el espíritu de estrecho nacionalismo americano también.

Yo soy antinacionalista en todas partes del mundo y creo que uno de los grandes males del mundo hoy día, en todos los continentes que lo forman, es el estrecho nacionalismo, es el espíritu de odio, de desconfianza, de estrechez, de pequeñez, de fundar el orgullo en falsas mínimas grandezas en vez de en grandes concepciones humanas. Los hombres se parecen más de lo que no se parecen. Así es que yo soy federalista americano, federalista europeo, federalista de América entera. Aquí en Puerto Rico, naturalmente, como ciudadano leal de la Unión Americana, soy federalista americano en cuanto a los Estados Unidos y posiblemente pudiera llamarme confederalista en cuanto a Puerto Rico en su relación con los Estados Unidos.

Ciertamente estoy persuadido de la unión permanente con los Estados Unidos, y Dios quiera que algún día sea esa unión más ancha todavía dentro de ámbitos de democracia, de libre determinación y de entera libertad y soberanía real de los pueblos.

Muchas gracias a todos por haberme escuchado tan bondadosamente; por haberme permitido por consentimiento unánime extenderme más tiempo del que por reglamento normalmente debería haber tenido. Estas son las razones por las cuales yo he de votar a favor del Preámbulo que está ahora sometido a la consideración de esta Constituyente.

Muchas gracias, señor Presidente y señores Delegados.