Día de Luis Muñoz Rivera
17 de julio de 1952

Amigos, compatriotas:

Por enfermedad transitoria, pero que me obliga a quedarme en mi casa, no puedo tener el honor, que anticipaba, de estar en Barranquitas hoy en tan buena compañía, y en fecha que este año es más significativa que nunca antes.

Pero no puedo dejar que no vaya mi voz, así sea en breves palabras, a unirse a ustedes, en Barranquitas y en todas las partes y regiones del Estado Libre, asociado a Estados Unidos, donde el pueblo, que es la patria de carne y hueso y espíritu, me honra hoy con su atención.

Un día 17 de julio, hace catorce años, se estaba fundando en Barranquitas el movimiento político que pronto tuvo la autoridad y la responsabilidad de los acontecimientos y el desarrollo de la historia en Puerto Rico, hasta donde la alcanza la política y hasta el día de hoy. Durante estos años la historia de este movimiento ha sido parte principal de la historia de Puerto Rico. Empezó con una gran carga de dolor y de esperanza. Enérgicamente se desasió de un tiempo árido en la vida de nuestro pueblo--del tiempo muerto de la acción pública. Entró en un tiempo de siembras y cosechas, de experimentos que iluminaban a veces con el error y a veces con el acierto. Entró en escena el pueblo de Puerto Rico, que hacía tiempo que en realidad no lo estaba, como protagonista de su propio drama--como voluntad de su propia redención.

En este tiempo la característica de nuestro pueblo ha dejado de ser la del patético lamento y ha cobrado el carácter de la energía creadora, en marcha firme por la jalda empinada de sus grandes problemas. Donde antes os quejàbamos, ahora buscamos los medios de resolver. Donde antes nos agobiaba la angustia, ahora iluminamos y tratamos de vencer las causas de la angustia. Donde antes estábamos confundidos en lo político con dos ideas simples, ahora hemos aclarado nuestra visión con una idea compleja, nueva y adaptada a los usos de la honda libertad integral que en lo económico, social, político y espiritual, buscamos como ideal de nuestro pueblo.

Los jóvenes de ahora tienen que haber oído hablar de esto; pero no estaban en edad de entender cuando comenzaba. Tú, que este año por primera vez vas a tener la edad que te permite votar en un día de elecciones, tenías cuando yo hablaba aquí hace catorce años cuando faltaban aún algunos días para que se conociera el nombre del Partido Popular Democrático, o se viera por primera vez su insignia, tú tenías entonces siete años. No podías entender de esto, aunque probablemente en tu hogar vivían muchos de los graves problemas--mucho más graves que hoy, aunque hoy son todavía muy graves en tantos hogares de Puerto Rico. Estabas en tus juegos, o empezando a ir a la escuela, o soñaban tus padres con que pudieras ir, o estabas ya en la escuela, en los primeros grados, o habías pasado los primeros grados y ya estabas fuera de la escuela. La juventud de hoy ha crecido con el crecimiento rápido que ha tenido el pueblo en este tiempo. No ha visto crecer a Puerto Rico. Ha estado creciendo con Puerto Rico, como crecen los hermanos sin verse crecer, porque para verlo hay que irse y volver y comparar. Los que mejor pueden ver el tremendo desarrollo de estos años, en materia y en entendimiento, son los que se fueron de Puerto Rico al principio de ellos y volvieron después. Para el que ha pasado aquí, haciéndose hombre, haciéndose mujer, desde los siete hasta los ventiún años, desde los once hasta los veinticuatro años, ha sido él mismo una parte tan integrante del crecimiento, que lo da por descontado sin haberlo podido ver. Es algo así como quien viaja en un rápido aeroplano por los aires, que nota más la familiar compañía de quienes viajan con él, que el tremendo pasar de las distancias en la tierra.

Al comienzo de esto había la siguiente situación de vida para el pueblo de Puerto Rico: bajos salarios, agregados desvalidos, escuelas insuficientes, gran absentismo en la posesión de la tierra, cientos de miles de pies descalzos, falta de alimento y una gran parte de la población viviendo en chozas: y como consecuencia morían muchos más todos los años de los que mueren ahora, a pesar de estar mucho más poblado Puerto Rico ahora que entonces. La injusta distribución de lo que había, y lo poco que era en volumen lo que había, creaba esa situación de miseria sin esperanzas para muchedumbres de puertorriqueños. Calando más hondo, con todo eso había una actitud por parte de minorías privilegiadas de que la masa sencilla del pueblo en los campos y en las poblaciones, no valía igual en su dignidad que los otros seres humanos.

En lo político había un gran enredo emocional sobre el estatus. Se creía que, fuera de la estadidad federada y la independencia separada, sólo cabía la humillación colonial. Y tanto la estadidad como la independencia ofrecían los más graves riesgos a la vida económica y social, y por lo tanto, a la libertad verdadera e integral del pueblo de Puerto Rico. En esta situación de miseria y angustia--miseria económica, angustia política--se encontraba el pueblo de Puerto Rico cuando muchos de los que van a votar por primera vez este año, estaban en la infancia--tenían apenas siete, ocho o diez años. Y el voto, el voto que se ve ahora ejercitarse tan serena y limpiamente, el voto que le da voluntad al pueblo sobre su destino, se ejercitaba torpemente, era objeto de compraventa. A la juventud que crece le hemos creado una democracia de voto libre y limpio.

¿Qué se emprendió para bregar con la miseria y con la angustia? ¿con lo económico y con lo político?

En primer lugar, se le metió mano a distintas medidas necesarias para hacer que fuera más justa la distribución de lo que se producía: medidas de salario mínimo, de ocho horas, de garantías al convenio colectivo, de mejor distribución de la carga contributiva que es necesaria para darle al pueblo sus servicios, y para financiar la solución de sus problemas; mejor distribución reflejada en mejores salarios, y en miles de agregados que tuvieron un pedazo de tierra, y en miles de familias que pudieron mudarse de la choza a una casita modesta, y del arrabal a un caserío moderno; y reflejada en más escuelas para los hijos,--para esos mismos que tenían siete y diez años entonces--y en alimentación para ellos en las escuelas. Inevitablemente durante este tiempo, debido a la trastornada situación del mundo entero, subieron los precios; pero los ingresos subieron más que los precios, salvo en alguno que otro caso. Y la prueba es que hoy hay menos pies descalzos, más proporción de niños en las escuelas, mejor cuido de la salud, que se mueren menos niños y menos hombres y mujeres todos los años, a pesar de haber mucha más gente en Puerto Rico ahora.

Pero pronto nos dimos cuenta, se dio cuenta el pueblo entero, de que no era bastante distribuir con mayor justicia lo poco que había, sino que teníamos que ocuparnos intensamente de hacer que se produjera más y más--porque la justicia sobre producción escasa no puede resolver los problemas de la gente más que un poco, mientras que la justicia sobre producción creciente puede resolver los problemas en forma cada día más adecuada. De ese modo, a mediados del transcurso de estos años, empezamos a darle mayores estímulos a todos los que quisieran invertir su esfuerzo y su dinero en aumentar la producción para darle una base económica cada día mayor a la justicia económica del pueblo.

Hay todavía pies descalzos, pero ya no son muchos. Hay todavía chozas, pero hay muchas más casas que no son chozas. Hay todavía arrabales, pero hay miles y miles de familias en los caseríos modernos. Hay todavìa niños sin escuela, pero son mucho menos que entonces. Hay todavía salarios bajos, dentro del costo de la vida, pero hay muy pocos que sean tan bajos como los de hace catorce años, dentro del costo de entonces--solamente hemos podido trepar una parte de la jalda. Y hay por debajo y por encima de todo eso algo que no requiere tiempo sino espíritu: el respeto a la gente sencilla, el sentido de esencial igualdad en la dignidad de los seres humanos. Como dije antes, el pueblo de Puerto Rico tiene la gran energía de la esperanza, donde antes estuvo a punto de caer en la gran debilidad de la desesperanza.

En lo político creo que hemos hecho la obra que Muñoz Rivera hubiera hecho. Dos veces, en algo más de medio siglo, la montaña ayudó a resolver los problemas de todo el pueblo. En 1890, cuando Muñoz Rivera bajó de las montañas de Barranquitas a dedicarse a la tarea periodística, y en 1940, cuando el pueblo entero se preparó a ejercer libre y limpiamente el derecho del voto. En ambas ocasiones había crisis de entendimiento y de espíritu. La montaña facilitó la manera de enfrentarse a la crisis colectiva, proporcionó el dinamismo que contribuyó a orientar la voluntad del país y a darle realismo a su anhelo democrático. En 1890, no había el voto universal, ni seguridad del voto limpio, y la montaña envió un hombre que llevaba en el tuétano de su espíritu el dolor y el saber del campesino puertorriqueño. En 1940, cuando ya había el mecanismo electoral del voto, pero se necesitaba saberlo usar sin compraventa, y necesitaba bregar el pueblo por su libertad económica y buscarse maneras de salir de un dilema que lo agobiaba en cuanto a su libertad política--la montaña mandó a miles y miles y muchedumbres de miles de jíbaros sencillos, tenaces, de corazón limpio, pacientes y dignos como Muñoz Rivera, a levantar el ánimo de la ciudad, a dar fuerza a los hombres que allí se afanaban contra el tiempo muerto de nuestra historia.

Y así, en lo político, la obra de realismo--que quiere decir bregar fuerte y noblemente con las realidades, por duras que éstas sean--así la obra de realismo de Muñoz Rivera que comenzó en 1890, que alcanzó cumbre en 1897, que se desplomó por el brusco cambio de la historia en la Guerra Hispanoamericana en 1898, que volvió a comenzar inmediatamente después, es ahora que culmina en el Estado Libre, en su voluntaria asociación de ciudadanía e ideales democráticos, con la gran Unión Americana.

No es obra de ideales al servicio de estrechas y tozudas incomprensiones. Es obra de realismo al servicio del ideal de libertad.

Acabamos de salir del estrecho dilema entre la independencia separada y la estadidad federada. Hemos creado--el pueblo de Puerto Rico ha creado--una nueva forma de libertad política que no amenaza las otras libertades: lo que he llamado la libertad integral, la libertad en todas sus formas, del pueblo de Puerto Rico, en su libre asociación con la república más libre del mundo.

Miles de manos puertorriqueñas, año tras año, han traído flores de todos nuestros campos en ademán de cariño a Luis Muñoz Rivera. Dios ha querido permitir que en este día sea a través de uno que lleve su nombre, que el pueblo deposita en Barranquitas la corona del gran esfuerzo de voluntad y paz en lograr la libertad que sus días no le alcanzaron a Muñoz Rivera para establecer.