Estado Libre Asociado:
creación de nuestro pueblo

Lcdo. Rafael Hernández Colón

Cada pueblo establece su sistema constitucional de acuerdo con sus circunstancias históricas, geográficas, culturales y económicas. En el camino se queman muchos papeles en el afán de que el vaso y el contenido expresen dignidad y realismo. Así se trazan diagramas de gobierno, se crean formas de relación interna y externa, se fijan derechos individuales y colectivos, se concilian discrepancias, se expande la visión del mundo circundante para proyectar la acción del país tomando en cuenta los intereses propios y los ajenos, única manera de hacer posible una armónica convivencia humana.

El pueblo de Puerto Rico viene forcejeando, desde los albores del siglo pasado, por afirmar su identidad y forjar su destino sobre bases firmes de libertad y democracia. En el arco del tiempo resplandece como punto de arranque el momento en que Alejo de Arizmendi entregó su anillo episcopal a Ramón Power con la encomienda de que planteara ante las cortes de Cádiz las justas demandas y aspiraciones del pueblo puertorriqueño.

En la hora de ahora, por primera vez en su historia, Puerto Rico redactó su ley fundamental, sancionada por el voto abrumador del pueblo en plebiscito limpio y libre, tras haber sido reconocida por el Congreso de Estados Unidos y por la Asamblea General de las Naciones Unidas como ejercicio efectivo de su derecho a la propia determinación. Las intentonas de los enemigos de la democracia no podrán distorsionar el hecho iluminante.

No ha sido fácil llegar a esta etapa de libertades públicas. Hombres eminentes de ayer y de hoy, patriotas integérrimos, dedicaron sus vidas a la noble causa. El heroismo civil animó la fuerza propulsora que iluminó sus conciencias y galvanizó su voluntad. Las armas utilizadas por esos hombres, en su batallar por el pueblo puertorriqueño, no fueron cañones ni tanques, ni siquiera bombas molotov. Su esfuerzo tesonero se desplazó por la ruta pacífica de la democracia y así lograron, jalón a jalón, más altos grados de libertades para nuestro pueblo.

Hoy, como ayer, quien aspire al adelanto de las libertades y la autoridad política de nuestro pueblo, ha de moverse dentro del mismo cauce, inspirado por el credo autonomista: "voluntad, inteligencia, disciplina, perseverancia, consecuencia firmísima e inagotables sacrificios".

Tratadistas de ciencia política de prestigio internacional reconocen el Estado Libre Asociado como un status que se parangona, en cuanto a creación de fuerza imaginativa de un pueblo, a la concepción de la Comunidad de Naciones Británicas y a la Federación de Estados Americanos, formas constitucionales que sustituyeron sistemas obsoletos.

El Estado Libre Asociado, que no es una fórmula constitucional transitoria, sino permanente, se basa en el concepto de la autonomía, que es el poder y el derecho de gobernarnos nosotros mismos, todo ello establecido con el carácter de un convenio con la participación directa del pueblo. El alcance de los poderes ejercidos por el pueblo de Puerto Rico bajo el palio del Estado Libre Asociado ha permitido la realización de la gran transformación económica y social ocurrida en nuestro país. Esos poderes que venimos ejercitando desde el año de 1952, dimanan de la voluntad del pueblo de Puerto Rico y han sido reconocidos por el Congreso Federal.

Asimismo, cuando Puerto Rico votó abrumadoramente a favor del Estado Libre Asociado en el plebiscito celebrado en el año de 1967, expresó su voluntad de conservar, defender y enriquecer nuestra cultura y de mantener nuestra identidad de pueblo. Entendió el pueblo que a base de nuestra ciudadanía común puede mantenerse una unión fuerte, próspera y permanente con los Estados Unidos y al mismo tiempo puede crecer nuestro propio gobierno con la obtención de poderes necesarios para guiar, mejorar y desarrollar nuestra comunidad, que es misión puertorriqueña, hombro a hombro, en unión con los Estados Unidos.

Miguel de Unamuno señaló: "Ni de un hombre, ni de un pueblo se puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su personalidad".

El pueblo puertorriqueño conoce sus orígenes, sabe de dónde viene y adonde se dirige, y ha escogido para labrar su destino la ruta de la autonomía que, desde los lejanos tiempos de Grecia, significa y garantiza la libertad. Cobijados por la autonomía usamos de la libertad para procurarnos y alcanzar el grado más alto de felicidad posible que le sea dable al hombre puertorriqueño disfrutar sobre su tierra, la cual amamos tanto y más que a nuestra propia vida y que honraremos como un mandamiento indeclinable.