Sesión Especial Conjunta - Hemiciclo del Senado de Puerto Rico 23 de febrero de 2001
En homenaje a Luis Muñoz Marín.
Señor Presidente del Senado, señor Presidente de la Cámara de Representantes, señores representantes, señores senadores.
La relación de los puertorriqueños con Luis Muñoz Marín no encuentra par en nuestra historia. Con ningún otro líder establecieron nunca los puertorriqueños igual empatía, en ninguno otro depositaron igual confianza, a ninguno otro le dieron mandato de igual anchura, hacia ninguno otro sintieron igual afecto. ¿A qué respondió esa realidad? ¿Cuáles son las bases de esa relación única que en Puerto Rico existió entre pueblo y líder? ¿Cómo se cimentó el vínculo entre los puertorriqueños y Luis Muñoz Marin? ¿Qué responsabilidades tenemos hoy ante esa herencia?
Puerto Rico vivió las entreguerras en un clima de hondo fraccionamiento político. Al país se le formularon amargos mejunjes programáticos. Entre coaliciones y alianzas de los sectores políticos aparentemente más disímiles debía discurrir el puertorriqueño ... El puertorriqueño agobiado por la estrechez de esos años . . . el puertorriqueño constreñido por el bajo vuelo de las soluciones propuestas para remediarla.
Profundamente insatisfecho con el panorama, en los albores de la segunda gran guerra del siglo pasado, Muñoz rompió con el grupo politico con el que había estado vinculado su padre y fundó, en 1938, un nuevo partido. Dos años después, el 5 de noviembre de 1940, alcanzó, con el 38 por ciento de los votos, el control del Senado, aunque no de la Cámara ni de la Comisaría Washington. El Ejecutivo, desde luego, no estaba en manos puertorriqueñas.
El exiguo poder alcanzado por Muñoz en 1940 se acomparsó con la guerra. El cuadro era gris. La guerra agudizaba la precariedad del país. La amenaza enemiga en el mar reducía al mínimo los embarques a la Isla. En un mes de 1942, por ejemplo, Puerto Rico recibió a penas 7,000 toneladas de mercancía, en momentos en que el suministro normal era de 125,000 toneladas.
La agenda del nuevo movimiento, sin embargo, no se pospuso. Al contrario, se echó adelante a todo vapor. Con la prensa en contra, en lucha intensa con la Cámara de Comercio, la Asociación de Industriales, los centralistas, los burócratas federales, los importadores, la gestión del joven líder ganó el más abrumador endoso del pueblo y cuatro años después, a poco duplica el respaldo electoral obtenido en 1940. En efecto, Muñoz Marín y su partido ganan las elecciones de 1944 con un asombroso 68 porciento de los votos; con el aval de 2 de cada 3 puertorriqueños. Puerto Rico dejaba atrás así sus años de fractura politica y generaba un nuevo consenso, alrededor de un nuevo lider. Ese consenso duraría más de dos décadas.
Varios factores explican, a mi juicio, ese singular fenómeno de nuestra vida de pueblo:
Primero, Muñoz Marín articula para el país y le plantea a cada puertorriqueño, un gran proyecto colectivo para enfrentar su futuro: Se trata de la articulación de un propósito, de una gran aspiración de diseño social, de construcción de lo que le da a Muñoz por llamar una gran civilización." De ahí que las naturales diferencias que, en cuanto a pormenores, pudiese el proyecto generar, no reducían la cohesión de los endosos. Estos - los endosos - se fundian en el plano de los objetivos más altos .
Segundo, la agenda propuesta por Muñoz Marín a los puertorriqueños apela a los sentimientos más humanistas de nuestro pueblo. En un sentido esencial, la propuesta de Muñoz Marín es una apuesta a la nobleza de espíritu y al sentido de solidaridad social de los puertorriqueños. Como sabemos, Muñoz no dirige a los puertorriqueños hacia la búsqueda y la acumulación de la riqueza. Invita en vez a una disciplina de modesta dignidad en la fijación de los estándares de vida.
Tercero, desde el mismo primer momento Muñoz se presenta ante el país con un sentido de compromiso intransigible con su proyecto. En efecto, a pocos meses de advenir a la presidencia del Senado, el 12 de abril de 1941, cuando la Cámara de Representantes vacila en la aprobación de la legislación programática de su partido, se dirige sin miramientos al país mismo, por vía radial, para denunciar dramáticamente a los responsables del impasse. "Y en los bohíos y hogares de Puerto Rico" - advierte - las manos temblorosas de coraje de, un pueblo traicionado van a escribir nombres en la tablita del seto de sus casas - y esa será la lista democrática del deshonor permanente - deshonor que no se borrará por una generación de la memoria de este pueblo." Se aprobó, como sabemos, la legislación propuesta.
Cuarto, Muñoz se convierte no solo en el mejor y más fuerte articulador y promotor de su plan, sino que, adviene también en su más efectivo critico. Y he ahí, tal vez, una de las más singulares características del liderato de Luis Muñoz Marín: llena con singular fuerza el espacio propio del gobernante, y viene a ser voz de crítica a veces superior de la que podía presentar la oposición.
Lo anterior, mezclado con un intachable sentido de honestidad en el manejo de la cosa pública y con la más seria vocación de sosiego y altura en el discurso público, le abrieron a Muñoz Marín anchas latitudes de acción.
Las resultas de la gestión pública de Luis Muñoz Marín y su movimiento marcaron huella honda en cada aspecto de la vida de Puerto Rico. Puerto Rico se colocó entre las principales economías del mundo en su tasa de crecimiento. Entre 1947 y 1969, por ejemplo, la economía de Puerto Rico creció al impresionante ritmo de 10.2 por ciento anual. Puerto Rico desarrolló un vigoroso sector manufacturero que partía de la nada; la tasa de mortalidad equiparó la de los Estados Unidos; la expectativa de vida alcanzó la de los países desarrollados de la tierra.
En lo social, se atendieron con valentía los campos más álgidos de una comunidad como la nuestra de su tiempo. Se erradicó el discrimen estructural por nacimiento, se acabó con el arrimo clásico y la dependencia semi feudal que generaba el sistema agrícola; se abrió a todo lo ancho la puerta de la escuela y de la Universidad para hacer que la educación sustituyera al apellido en el acceso a las estratas más altas de la escala social, se promovió la planificación de la familia. Se alzaron, hasta los puntos más competitivos del continente, los niveles de la protección social del trabajador.
En lo politico, se adelantó marcadamente y se colocó a Puerto Rico a la vanguardia en las relaciones de los países islas de la región con sus poderes metropolíticos.
No empece lo mucho logrado, no obstante lo titánico de la obra hecha, a Luis Muñoz Marín lo alcanza el ocaso de la vida hondamente insatisfecho con los perfiles que describe el país al que le había entregado sin reservas su existencia. Hay artistas que, en sus obras, han descrito mejor que cien párrafos la atribulación de este hombre de América ante los distintivos de su tierra.
Siete aflos antes de su muerte, el 17 de julio de 1973 Muñoz resume la causa de su insatisfacción, plantado ante la tumba de su padre, en el mismo lugar donde empezo su gesta politica 35 años antes, el 17 de julio de 1938. Desde allí, viendo de nuevo ocupar el poder al partido que fundó, le plantea a sus compatriotas la misma pregunta grave que articuló tantas veces a lo largo de su carrera de servicios:
¿Cómo queremos usar la grande y creciente riqueza económica de Puerto Rico?
Y hecho el planteamiento fundamental que le corresponde a cualquier pueblo noble, vuelve a sugerir Muñoz Marín la contestaciorn a su pregunta. Su respuesta es la siguiente: mejorando los servicios a la comunidad,eliminando la contaminación, reduciendo el alarmante desempleo, mejorando la transportación pública, erradicando los arrabales, parando en seco el crecimiento de las zonas urbanas, protegiendo los campos para la agricultura y el recreo, mejorando los servicios médicos, aumentando la calidad de la educación, mejorando la seguridad en las calles, y potenciando las capacidades de gobierno propio de los puertorriqueños al sacar del estancamiento el desarrollo de la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos.
Dentro de esa agenda grande, Muñoz Marín resalta su gran preocupación de siempre en la agenda doméstica: la igualdad; la atención de los problemas estructurales que marcan las diferencias entre los seres humanos, los problemas que taran a una comunidad en su curso por los tiempos. Vuelve a insistir Muñoz Marín, en la imperiosa necesidad de elevar la conciencia de los puertorriqueños sobre la forma en que el país distribuye la riqueza creciente que produce. Denuncia Muñoz Marín la forma en que Puerto Rico permite que una proporción grande de su riqueza le corresponda a un sector pequeño de su población, mientras un sector grande de ésta, deba conformarse con poca participación en lo producido. La creciente anchura de la brecha que separa a los ricos de los pobres de Puerto Rico, no importa el desarrollo de las cosas en cuanto a estos últimos, aterrará a Muñoz Marín hasta el final de sus días.
A los 103 años de su nacimiento; casi tres décadas después de su última alocución pública sobre estos temas, no se puede reducir a formas líricas el homenaje que Puerto Rica le rinda a esta figura cumbre de nuestro procerato. Se honra a los proceres, decía el propio Muñoz, "hablando sencillamente y fundamentalmente del futuro de Puerto Rico, de cómo hacer juntos los puertorriqueños la vida buena de una buena civilización." Esa referencia constante a los fundamentales aspectos de nuestra vida colectiva - a los aspectos dificiles, complicados, pero esenciales para nuestra salud como pueblo - tratados con sosiego, con altura, con responsabilidad, fue la que hizo que en el oido de los puertorriqueños se reconociera siempre la voz de Muñoz Marín, como voz amiga.
Sobre todo en esta Casa, la casa donde la voluntad de los puertorriqueños se traduce en fuerza normatizadora de la vida, el homenaje a Muñoz Marín debe ser continuo y estar continuamente dirigido a la atención de los problemas - especialmente los grandes problemas - que impiden el florecimiento en nuestra tierra de la gran civilización que quiso Muñoz. Se le rinde homenaje a Muñoz Marín atacando las nuevas y las viejas fornas de margínación que se propagan, para vergüenza nuestra, a todo lo largo y lo ancho del país: la creciente injusticia en la distribución de la riqueza, el nuevo arrimo en el que se ubica al inmigrante, la persistente tolerancia al arrabal, la marginación de los ancianos, la exclusión insensible de grupos por causa de sus preferencias afectivas o de la fe que los distingue. Se honra a Muñoz Marín renovando el compromiso de identificación y ataque a la injusticia, en todas sus formas. Se honra a Muñoz cumpliendo con voluntad tesonera su sentencia terrible de 18 de febrero de 1973: Enfrentado sin ambages ni remilgos la ineludible verdad de que nos habló entonces; la tremenda realidad de que "en la larga historia de los pueblos lo que es injusto para unos es injusto para todos."
Muchas gracias.