Mensaje en Celebración del Natalicio de Luis Muñoz Marín

Luis Muñoz Marín y la Universidad de Puerto Rico nacieron con pocos años de diferencia: 1898 y 1903. Aunque los caminos de Luis Muñoz Marín y de la Universidad tardaron bastante en cruzarse su interacción tendría importantes consecuencias para ambos. Cabe recordar la trayectoria de Muñoz en relación con la Universidad, reflexionar sobre las consecuencias que tuvo su interacción y preguntarnos cómo la Universidad de hoy responde a algunos retos que Muñoz reconoció, y a otros que quizás ni imaginó.

Muñoz Marín: infancia y adolescencia

Recordemos que en su niñez, y en su adolescencia, Luis o José LuisMuñoz Marín fue un estudiante singular. Pasó su niñez y adolescencia entre Nueva York, Puerto Rico y Washington en un espacio entre libre y confuso y en una época de guerra mundial y revoluciones. Apenas comenzó estudios universitarios. Poco entusiasmado por las estructuras y rutinas escolares, Muñoz Marín repitió el décimo grado en la Georgetown Preparatory School. No hay constancia de un diploma de escuela superior, y su semestre de cursos nocturnos en la Universidad de Georgetown resultó en una sola clase aprobada.

En sus Memorias (21) nos dice Yo no era lo que se llamaba entonces un joven aplicado. En realidad, llama su mejor educación universitaria, los años que pasó en Washington trabajando en la oficina de su padre, el Comisionado Residente. Fueron su escuela graduada la bohemia de Greenwich Village y San Juan, algunos cursos nocturnos de literatura en Columbia y su decisiva amistad, acá, con Canales, Palés Matos y Lloréns y , allá, con Thomas Walsh y Edwin Markham . Igualmente lo fueron sus incontables lecturas de prensa, de los clásicos y de poesía. Quizás, precisamente por no ser un joven aplicado, es que el Vate se convirtió en un intelectual importante del siglo XX puertorriqueño y un protagonista de su gran transformación histórica. Una trayectoria académica que nos parece un buen punto de partida para hablar sobre la historia y la misión de la Universidad de Puerto Rico.

La Universidad: infancia y adolescencia

A principios del siglo XX, la Universidad de Puerto Rico estaba dedicada principalmente a la formación de maestros de escuela; posiblemente no estaba lista para un Muñoz Marín. Tras el traspaso de Puerto Rico a los Estados Unidos, el nuevo régimen cerró las escuelas normales existentes y abrió una escuela normal conforme al modelo educativo de los Estados Unidos. Se necesitaban muchos maestros bien preparados, para un proyecto de progreso y de americanización. La nueva Escuela Normal Insular tenía 173 estudiantes y un programa de estudios de cuatro años que sólo exigía octavo grado. La enseñanza era gratuita y ya el estudiantado era, como hoy día, mayormente femenino.

El 12 de marzo de 1903 mediante la primera Ley universitaria, la Escuela Normal Insular fue reorganizada como la Universidad de Puerto Rico. Bajo esta primera ley universitaria, la Universidad respondía directamente al ejecutivo insular y al gobierno federal. La dirigía una Junta de Síndicos integrada por el Gobernador y cuatro miembros de su gabinete y era presidida por el Comisionado de Instrucción. En 1913 se crearon dos nuevos departamentos: Derecho y Farmacia. Desde 1917, comenzaron a exigir diploma de escuela superior. Aunque eran los años de la Primera Guerra Mundial, el estudiantado continuó en aumento y para 1918 llegó a ser de más de 700.

En los años 20 la Universidad de Puerto Rico disfrutaba su adolescencia. Se volvía más urbana y bulliciosa. Cabe suponer que esta Universidad, la que evoca Eugenio Belaval en sus Cuentos de la Universidad, ya le sería más afín a Muñoz Marín. En 1921, mientras Muñoz arengaba a obreros cañeros desde las tribunas socialistas, la protesta estudiantil hacía su asomo en la Universidad. La visita al campus del notorio gobernador E. Mont. Reily --el Moncho Reyes de nuestro folklore político-- generó una controversia pública cuando un grupo de estudiantes le formó escolta con banderas puertorriqueñas, entonces casi proscritas, y el Comisionado de Instrucción, aun cabeza de la Universidad, llamó impertinentes a los estudiantes.

En 1924 la Universidad adquirió un Rector propio (entonces llamado Canciller) al separarse sus funciones de las del Comisionado de Instrucción. Sin embargo, la autonomía universitaria era aun menguada pues el Comisionado de Instrucción y los presidentes de ambas cámaras legislativas formaban parte de su Junta de Síndicos. En esos años crecieron también dramáticamente los ofrecimientos de la universidad, y se creó el espacio cultural donde pudo incubarse gran parte de la Generación del Treinta, intelectualidad vinculada en pensamiento y obra a Muñoz: Enrique Laguerre, Antonio Pedreira, Ernesto Ramos Antonini, Vicente Géigel Polanco, Margot Arce de Vázquez, Aguedo Mojica, Rafael Picó, Enrique Bird Piñero, Sol Luis Descartes, Gustavo Agrait, Rafael de J. Cordero, y, por supuesto, Jaime Benítez; de la Generación del Cuarenta: Angel Quintero Alfaro, José Trías Monge, Arturo Morales Carrión; de los años Cincuenta: Severo Colberg, José Arsenio Torres... toda una cepa de avanzados casi impensable sin la Universidad.

Muñoz y la Universidad

En 1940, Muñoz Marín, fue elegido Presidente del Senado y, bajo la ley vigente, pasó a ser miembro ex oficio de la Junta de Síndicos de la Universidad. Muñoz hace su entrada en grande en la historia universitaria, mediante un gran desacierto y un gran acierto. Fue desacertado al endosar que Rexford Tugwell, recién nombrado Canciller en 1941, fuese también nombrado Gobernador de Puerto Rico. Muñoz fue al Teatro de la Universidad a explicar el nombramiento ante una asamblea pero el rechazo fue tal que Muñoz no pudo terminar su exposición. A las pocas semanas, Tugwell tuvo que renunciar a la cancillería y, según el mismo Muñoz (Memorias II, 46), se desató una tormenta política que habría de durar los cinco años de su gobernación. La Universidad cobraba su propia voz.

El gran acierto fue la Ley Universitaria de 1942, ley con la que la Universidad logró mayor autonomía y que, sobre todo, le definía una misión más cercana al país. El preámbulo de esa Ley de 1942, escrito de puño y letra de Muñoz, declara: La Universidad, como centro de enseñanza y como centro de investigación, ha de propender a señalar la verdad e incluir los métodos de saberla, constatarla o dudarla en actitud de profundo respeto a la verdad creadora y a la duda creadora.

Y más aun, afirma: La Universidad ha de propender a utilizar la riqueza intelectual y espiritual latente en nuestro pueblo y expresada en las personalidades excepcionales que surgen de entre las clases más pobres, las que, de otro modo, no podrían hacer asequibles los valores naturales de su inteligencia y de su espíritu al servicio de la comunidad puertorriqueña.

No en balde Muñoz en sus Memorias incluye la ley universitaria de 1942 entre las medidas claves de la década del 1940, junto a la Ley de Tierras, la Ley del Salario Mínimo y otras conquistas sociales. Muñoz caracterizaría su objetivo como plena educación, en cantidad, en calidad, en profundidad, (Memorias, II, xv). En esto Jaime Benítez, el primer rector nombrado bajo la nueva ley, fue su colaborador intelectual más estrecho y una importante voz universitaria en la transformación de la política pública de aquellos años.

La Middle States Educational Association acreditó la Universidad por primera vez en 1946 y Benítez presidió la creación del sistema de facultades; duplicó el estudiantado de la Universidad; y ofreció condiciones que permitieron mejorar sustancialmente la calidad de la enseñanza. Investigadores puertorriqueños y extranjeros de la Escuela de Administración Pública jugaron un papel importante en formular y fundamentar la Constitución del Estado Libre Asociado.

Pocos años después de su cincuentenario, en 1966, una nueva ley universitaria, convierte a la Universidad de Puerto Rico en un sistema multicampus con una presidencia central. Muñoz, quien era senador en ese momento, participó poco en ese debate pero endosó públicamente los objetivos desplegados y se le oyó pedir en uno de sus discursos: Paz, paz para la Universidad...(falta cita)

Mientras tanto, el Recinto de Río Piedras vivía con intensidad los conflictos políticos de los años 60 y 70. Una nueva generación de estudiantes, utilizando una mezcla casi desconcertante de razón y estridencia, abogaba por temas irresueltos, sectores aun marginados y nuevas luchas sociales. Disputaban en cuanto al destino político de Puerto Rico, la oposición a la Guerra en Vietnam, la militancia sindical y la explosión de identidad cultural nacional y encontraron en el sistema universitario, particularmente en el Recinto de Río Piedras, un espacio privilegiado y a veces desgarrador. Para el hoy ex Rector Abrahán Díaz González, si bien la protesta estudiantil resulta a veces desorientada, es imperativo que reconozcamos que ella refleja no solamente las inquietudes de la juventud, sino también la de la gran mayoría de nosotros los mayores. El ideal de paz y justicia no es patrimonio exclusivo de una sola generación. Igualmente, Águedo Mojica, a fines del 1965 y en medio del debate sobre la Ley Universitaria, había señalado: El tiempo llegará en Puerto Rico en que habrá que reconocer que el motivo único y central y fundamental de toda universidad es el estudiante". [Diario de Sesiones, Segunda Sesión Extraordinaria, 17 de diciembre de 1965, Pág. 98,]

La Universidad tuvo que atravesar varias tormentas en el Recinto de Río Piedras para que, a fines de los 1980, se estableciesen en el Recinto unas formas efectivas de diálogo mediante la Política de No Confrontación & política y actitud universitaria que nuevamente facultó el emerger de la verdad creadora y la duda creadora, hermosa frase de Muñoz pintada en el mural de la rotonda del Recinto de Río Piedras.

El estudiantado del presente y futuro

El legado de Muñoz para la Universidad de Puerto Rico puede resumirse, principalmente, en dos fechas: 1942 y 1966. Dos reformas, una filosófica y otra sistémica. ¿Qué balance puede hacerse hoy? ¿Qué nos dejaron esas reformas, en términos de los estudiantes, de esos estudiantes que son base y cima del sistema universitario, y de quienes los profesores de hoy día a veces se quejan porque no son jóvenes aplicados. ¿Qué ha aprendido de su historia un Recinto ya maduro, y cómo se ajusta al nuevo contexto social, económico y político de Puerto Rico y del mundo?¿Cómo se siente en Río Piedras la huella de aquel intelectual sin diploma universitario? Grandes preguntas...

Con respecto a la población universitaria puertorriqueña en general, en el año 2001 nuestro Programa de Educación Continua y Estudios Profesionales concluyó que: La población estudiantil tiene ahora más edad, más responsabilidades, más deudas, porque es consumidor de mayores servicios que le cuestan, se ve en la necesidad de conseguir trabajos a tiempo parcial, por lo cual no tiene tanto tiempo o ninguno para permanecer en los predios de la universidad.

En efecto, los estudios del Recinto de Rio Piedras ratifican la intensa presión hacia el trabajo que experimentan nuestros estudiantes. En 1990, uno de cada seis estudiantes de nuevo ingreso al Recinto trabajaba, en el 2000 la cifra alcanzó a casi uno de cada tres estudiantes. Naturalmente, el trabajo a tiempo parcial o completo fuera del recinto universitario afecta negativamente la persistencia y el logro académico de los estudiantes. Las estadísticas demuestran que los salarios son ya una fuente importante para costear estudios, si bien la ayuda de los padres aparece en primer lugar. Por su parte, las becas federales han declinado del primer lugar que ocupaban en 1990, a un segundo lugar en el 2000.

El estudiante de hoy día está más inclinado a prepararse para una profesión. Expresa nuevos énfasis en sus preferencias, entre las que destacan las destrezas de comunicación en inglés y en computación. Tres de cada cuatro de los estudiantes de nuevo ingreso tienen acceso al uso de computadoras y señalan la importancia de capacitarse mejor en el uso de esta tecnología.

Existen aspectos de género también: los hombres parecen más indiferentes a la educación universitaria del presente. Nuestros estudios reflejan que de los 175,000 estudiantes de educación superior en las instituciones universitarias de Puerto Rico públicas y privadas, el 61% son mujeres. Esta cantidad es 67% en el Recinto de Río Piedras. Se trata de un gran logro de la mujer puertorriqueña, que además se enraíza en los tiempos de la Escuela Normal; después de todo, la primera clase graduanda de la Universidad eran todas mujeres. Sin embargo, estas proporciones nos llevan a preguntarnos ¿cuáles son las opciones que están escogiendo los hombres jóvenes de nuestra sociedad& y por qué? ¿Cuántas de estas razones serán parecidas a las que tuvo en su época José Luis Muñoz Marín?

Existen otras preguntas. En el año académico 1999-2000 había cerca de 43,000 jóvenes matriculados en 4to año en las escuelas de nuestro país. Éstos, en unión a los que ya se habían alejado del sistema escolar, componen una juventud cuyas esperanzas de un mejor futuro descansan, en buena parte, en el sistema de educación superior. Necesitamos reflexionar sobre la juventud de nuestro País desde diversos ángulos: desde la perspectiva de los que admitimos a la Universidad y de los que comienzan a considerar esta opción así como de los que ya la han borrado de su mapa del futuro, de su proyecto de vida. Es menester establecer a tiempo canales de comunicación con otros niveles educativos y entrelazar con éstos la agenda universitaria, en un sistema de educación innovador, pertinente, en sintonía con las metas educativas de Puerto Rico.

Los estudiantes del siglo XXI tienen en común con sus predecesores el afán de crecer y desarrollarse, de aprender y capacitarse en su búsqueda de movilidad social, política y económica. De ahí que para muchos estudiantes el prestigio académico del Recinto de Río Piedras continúe en ascenso como la razón principal para seleccionarlo como su lugar de estudio. Asimismo, al igual que en décadas anteriores, los estudiantes se muestran impacientes con la forma en que están organizadas tanto la sociedad como las estructuras académicas y administrativas de las universidades. Se escuchan sus reclamos de una mayor participación en la formulación de los programas de estudio y su interés en que se les ofrezcan servicios estudiantiles conformes a sus necesidades y al nivel de desarrollo que les impone la sociedad.

Ante esto, la Universidad tiene el reto para el nuevo siglo de convertir en fortalezas lo que la historia le señala como obstáculos en la ruta hacia la excelencia.

La Universidad pública, muy especialmente, se ve llamada a estudiar y entender los cambios en los perfiles estudiantiles y sus implicaciones. Muñoz entendía claramente el rol estratégico de la universidad, y particularmente el de la universidad pública, en el carácter de la sociedad puertorriqueña. Decía que El proceso hacia mayor desigualdad [en Puerto Rico] tendrá su causa principal en la destrucción de la calidad universitaria& esto, si no se corrige, será el más hondo agravio que sufrirá el pueblo (1971, Carta a Rafael Hernández Colón; Citas, 392).

Cien años de historia nos dan la experiencia, madurez y confianza para transformarnos y, una vez más, lograr en unos escenarios nuevos, las metas de excelencia y pertinencia que nos han caracterizado. Como respuesta a la confianza que siempre ha depositado en nosotros la sociedad puertorriqueña, el compromiso de la Universidad y muy particularmente el del Recinto de Río Piedras que represento, es emprender un nuevo siglo caminando a paso firme y a tono con las transformaciones de la época.

Respuestas universitarias

Esta Universidad del nuevo siglo enfrenta fuerzas monumentales que, en ocasiones, parecen tirar por igual en direcciones contrarias. Por un lado, la tradición universitaria reclama espacios alejados del ruido del mundo y de los mercados. Espacios para llevar a cabo la reflexión, la experimentación objetiva e imparcial y la investigación pura asociada con las disciplinas académicas a la vez que torna más rigurosos sus procesos de admisión y enseñanza, a fin de admitir y capacitar estudiantes de excelencia.

Por otro lado, y con igual insistencia, la sociedad moderna le pide a la Universidad que actúe extramuros y ofrezca soluciones prácticas a los grandes problemas sociales, a la vez que admite y educa el mayor número de estudiantes, brindándoles capacidad de auto aprendizaje y ofreciéndoles nuevos formatos de educación continua para mantener esa capacitación. En resumen una mayor democratización de la educación superior no lejos del preámbulo de la Ley Universitaria de 1942.

En el Recinto de Río Piedras esos espacios para la investigación y la reflexión, para el adelanto del conocimiento necesitan ampliarse mediante nuevas construcciones y la rehabilitación de sus edificios históricos, mediante la creación de nuevas facilidades para la enseñanza, la investigación, la administración y la convivencia universitaria. Entendemos, como Muñoz que: Todo esto será sumamente costoso. Más costoso sería no hacerlo. Sería imposible hacerlo en pocos años; pero sería delictivo dejarlo para décadas y décadas de años" (Diario de Sesiones, Cuarta Sesión Conjunta, 11 de febrero de 1964.)

El fortalecimiento de la oferta al estudiante no tradicional nos permite mantenernos en sintonía con nuevos enfoques. La oferta extendida a través de una unidad fuerte de educación continua y de estudios profesionales, da paso a la creación de modalidades de certificados post-bachillerato y post-maestría y de certificados en línea. Estos programas consolidarán el compromiso con el continuo desarrollo profesional de nuestros ex alumnos y la responsabilidad de atender sus necesidades de mejoramiento y desarrollo profesional, en armonía con las exigencias del presente.

Nuestro Proyecto de Nuevo Bachillerato pretende proveer al estudiante tradicional un marco orientado a la educación interdisciplinaria, los programas flexibles, la atención a la diversidad. Ese Nuevo Bachillerato representará un complejo proceso formativo que comprende, además del currículo, los procesos de enseñanza-aprendizaje dentro y fuera de las aulas, los servicios bibliotecarios y de información, los servicios de orientación y consejería, las actividades culturales, deportivas y recreativas, las relaciones entre los integrantes de la comunidad académica, los vínculos con la comunidad externa, en fin la totalidad de la vida universitaria del estudiante subgraduado

El Siglo XXI abre las puertas también para nuevas relaciones con nuestro entorno íntimo, Río Piedras. El Proyecto Río Piedras, Ciudad Universitaria, desarrollado entre el Recinto y los residentes y comerciantes del casco urbano de Río Piedras, arranca de una legislación de avanzada para Río Piedras aprobada con el propósito de impulsar su recuperación económica y social y lograr el máximo de sus evidentes posibilidades. Como parte del Proyecto hay programados o comenzados numerosos proyectos de servicio directo e investigación basados en una estrecha colaboración entre residentes, comerciantes, estudiantes y personal del Recinto. En el futuro cercano se inaugurará ENLACE, un centro de adiestramiento y de información para el cual se rehabilita un edificio en el casco riopedrense. Hemos iniciado el diseño del programa, Verano en la Universidad, que irá dirigido a estudiantes de grados intermedios de Río Piedras alentándoles a considerar la Universidad como una opción real para su futuro. En resumen, el Proyecto Río Piedras, Ciudad Universitaria no sólo intenta contribuir al desarrollo integral de esa comunidad sino que ofrece oportunidades de práctica y servicio social para nuestro estudiantado y conduce a una universidad más comprometida con su entorno micro y macro y, por consiguiente, de mayor excelencia.

Enfrentamos, pues, un siglo más de historia para la Universidad de Puerto Rico con imaginación y creatividad, pero sobre todo, con entusiasmo y un alto grado de compromiso con nuestro deber de contribuir a forjar un nuevo siglo de historia para Puerto Rico. Al igual que la profesora e investigadora, Carmen Rivera de Alvarado, podemos repetir: Lo que nos falta, que no es poco, no es suficiente para restarnos magnitud. Lo que nos sobra, que no es mucho, no puede debilitar el andamiaje consistente y fuerte que nos sostiene con firmeza (Rivera Alvarado, p. 40).

Termino con unas palabras de aquel estudiante no muy aplicado que dejó un legado tan importante para nuestro pueblo y nuestra Universidad, palabras dichas en el momento dorado del 1941: Lo que espera el pueblo de su Universidad es la creación de líderes para su futuro, en todos los aspectos de la vida que requieren orientación y liderato, y el desarrollo de un clima de conciencia entre los que han de dirigirlo que relacione y unifique al pueblo en cultura y responsabilidad social. En ese sentido, la piedra de toque de cómo funciona la Universidad es el servicio que dentro de ese marco dé al pueblo.

Muchas Gracias.


Dra. Gladys Escalona de Motta, Rectora
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

17 de febrero de 2003


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