En este año de decisiones definitivas, el recuerdo de Luis Muñoz Rivera es más significativo para Puerto Rico que en ninguna fecha anterior desde la luctuosa en que acaeció su muerte. Para mí con las responsabilidades que sobre mis hombros han colocado las muchedumbres de mi Partido, la significación de la fecha es más honda todavía.

Consultando la vida de Luis Muñoz Rivera, y el espíritu que animó esa vida, tres grandes y sencillas lecciones surgen de esa consulta. Una es la lección de la democracia que dice que los líderes por la confianza que el pueblo tenga en ellos y que tratar de imponerle liderato a un pueblo por cualesquiera medios que no sean los de la confianza de ese pueblo es presunción retardatoria y trágica. Otra lección es la de la consistencia y la sinceridad de propósitos. En todo momento la mente que aspira a dirigir un pueblo debe ser diáfana en sus conceptos, consistente y persistente en sus convicciones y absolutamente honrada en su expresión de esos conceptos y convicciones; porque no hay daño más grave para un pueblo que clama por justicia en las tinieblas que el confundirlo con voces contradictorias y desorientadoras. Otra lección es que el concepto de evolución, cuando es sincero, no es un medio de evitar que se tomen resoluciones, sino que es el medio inteligente, sensato, ordenado, de llegar a tomar resoluciones definitivas. Si el concepto de evolución fuese una evasiva de finalidades, el propio Luis Muñoz Rivera sería hoy el primer en respaldar dicho concepto.

Cuando Luis Muñoz Rivera, en l890 fundó La Democracia, no surgió arbitrariamente el nombre del periódico; surgió respondiendo a su honda convicción de que los mandatos que no salen del pueblo no puede ser salvadores para el pueblo. Cuando, a través de su historia de acción, retuvo en todo momento la confianza pública, la retuvo porque en todo momento pensó claro y habló alto en consistencia con la visión de redención que tuvo siempre para su pueblo visión que nunca impuso a su pueblo; visión para la cual obtuvo y retuvo la confianza de su pueblo. Y cuando Luis Muñoz Rivera expresó en las palabras del programa de Miramar, su concepto de la evolución. Y no lo expresó para alejar de sí la solución final del problema de Puerto Rico, sino para marcar claramente los pasos hacia esa solución definitiva. Cuando el Congreso de los Estados Unidos había ofrecido la forma autonómica que se llamó Proyecto Jones, Muñoz Rivera fijó la aceptación de ese ofrecimiento como el primer paso de una evolución firme hacia la independencia. El carácter de Luis Muñoz Rivera nos justifica en la suposición de que si el ofrecimiento hubiese sido entonces de lndependencia, Muñoz Rivera no hubiese invocado el principio evolutivo para retrasar la independencia.

El programa de Muñoz Rivera dijo: primer paso: aceptar el régimen autonómico Jones; segundo paso: desarrollar las actividades del país bajo ese régimen autonómico; tercer paso: cuando una asamblea del Partido crea llegado el momento, reclamar definitivamente la independencia de Puerto Rico. El primer paso de este programa evolutivo lo dió Luis Muñoz Rivera mismo. El segundo paso se ha dado durante los últimos veinte años por todos los partidos políticos de Puerto Rico. El tercer paso lo dió la asamblea del Partido Liberal, estrictamente dentro del trazado de Muñoz Rivera, en marzo de 1932, y lo ratificó definitivamente en Arecibo en junio de 1937. En este año cumple Luis Muñoz Rivera 21 años en la muerte. Es el año de la mayoría de edad de su recuerdo; y es gloria para ese recuerdo que sea en este año que hayamos ratificado el paso definitivo, la solución final, de la evolución que hace 21 años señaló para su pueblo y para los mantenedores de su memoria quien siempre creyó que el respeto a la voluntad del pueblo la altivez firme ante los gobernantes.