Puerto Rico en el área de la democracia: Discurso de clausura pronunciado ante la clase graduanda en la Universidad de Puerto Rico - 28 de mayo de 1941

Este es el tiempo en que la civilización se gradúa o se cuelga. Ustedes se han graduado. La conjunción de esa realidad tremenda y de esa realidad personal formará el marco del destino de cada uno de ustedes. Dentro de ese marco ustedes han de dibujar los trazos de sus vidas. Serán trazos distintos, que llevarán el sello de las persona-lidades. Pero será dentro de ese marco.

La misión de ustedes es evidente. Esta Universidad expresa, a su manera y según va pudiendo, la civilización de que formamos parte, la civilización que se gradúa o se cuelga en este tiempo. A través de esta universidad la civilización en crisis los ha graduado a ustedes. Ahora les toca a ustedes, con toda la fuerza de su alma, y en esta parte del mundo, que es la suya, y en el alcance de sus vidas, ayudar a que la civilización se gradúe.

Por civilización no hemos de entender solamente la complejidad de técnicas avanzadas para la utilización de recursos. La barbarie espí-ritual puede utilizar las técnicas más avanzadas y la organización más compleja de los recursos. La barbarie antigua sabía utilizar las selvas enmarañadas. La barbarie moderna puede saber utilizar la selva enmarañada de las técnicas. Por civilización hemos de entender la actitud hacia la vida, incluyendo la actitud hacia las técnicas que haya y hacia las que no haya, y hacia los recursos que haya o hacia los que no haya, y hacia lo que deba haber o no haber, y hacia lo que deba ser o no ser. En este sentido, civilización es libertad y justicia.

El conflicto en que se debate el mundo está planteado origi-nalmente en esta forma: (1) si el espíritu del hombre será guía libre del estado o si será instrumento servil del estado; (2) si la vida de los hombres será tenida en libertad personal o en sojuzgamiento personal; (3) si la vida del hombre en sus comunidades será vivida en igualdad democrática o como instrumento de un estado que no se ha constituido por su voluntad.

Así se planteó el conflicto al estallar sobre el mundo. Pero no es meramente así que está planteado hoy. Los pueblos han visto la magnitud de las fuerzas trágicas en lucha. Se ven evidencias claras de que los pueblos el pueblo considera que de la victoria final ha de surgir algo más que el dejar establecido lo que antes del conflicto existía en las democracias. El pueblo en el área democrática del mundo no cree suficiente volver a asegurar la democracia que existía. Cree necesario ampliar el significado y contenido de la democracia para que la victoria esté a tono con lo decisivo del conflicto y con el dolor del sacrificio. Se entiende que esto sea así en una guerra en la que el pueblo mismo sufre los rigores de la destrucción en las ciudades bom-bardeadas más que los ejércitos en los no tan frecuentes campos de batalla. Esa ampliación del concepto democrático estimo que ha de traducirse en dos palabras que ya son familiares como título de legislación y que se están haciendo fundamentales en la común aspi-ración humana, dilatando su sentido, como fundamento de la civilización. Esas palabras son: seguridad social. El pueblo en el área democrática del mundo está peleando por la más plena realidad democrática; por hacer real y efectiva la democracia en el estilo de vida de la gente; en el estilo de vida de libertad en la justicia y de justicia en la libertad. Y en la inseguridad no hay libertad ni justicia plenamente disfrutada. El viejo concepto de la democracia económica al efecto de que mucha gente tenía igual oportunidad para convertirse en pocos millonarios, ya no satisface ni seduce. La oportunidad igual entre todos para que algunos resultaran ser potentados económicos no es ya objetivo de los pueblos. El objetivo no es la oportunidad para pocos de entre muchos. El objetivo es la seguridad de todos. El objetivo no es que alguien pueda resultar excesivamente enriquecido. El objetivo es que nadie pueda resultar mendigo ni esclavo de la pobreza extrema.

Así se plantea la lucha en Puerto Rico lo mismo que en el mundo. Es lucha de fuerzas grandes, trágicas y decisivas. Los conceptos nacionales se van desdibujando según la fuerza bruta va desdibujando las fronteras nacionales. El mundo hoy realmente se divide entre un imperio y una idea: el imperio clásico extendido por la fuerza militar; la idea democrática convertida en área territorial. Por un lado, la fuerza bruta va borrando nacionalidades del mapa Checoslovaquia, Polonia, Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia, Grecia. Por otro lado, la idea democrática, en su crisis, va borrando nacionalidades también, y produce la extraordinaria proposición hecha por un primer ministro inglés, en el Parlamento inglés, de que Francia e Inglaterra se fundieran; y produce la extraordinaria realidad de que Estados Unidos e Inglaterra sean prácticamente una sola nacionalidad, a la que, por gravitación inevitable, se va sumando en espíritu toda la América.

Y es así que tenemos que la verdadera división del mundo es en dos partes: el área de la democracia y el área en la que se niega la democracia. Puerto Rico está en el área de la democracia. Su problema y su lucha están claramente comprendidos dentro de los problemas y la lucha que sostiene el área de la democracia contra el área enemiga de la democracia. Su solidaridad, su empeño, su anhelo, su propósito inquebrantable, su sangre, las vidas de sus hombres, la dinámica de su alma, están plenamente dedicadas a la defensa de la democracia sin equívoco y sin regateo. Pero no estaría yo cumpliendo con la verdad que se le debe por sobre todo a la juventud si tratara de ocultar o evadir o tergiversar el hecho de que la posición de Puerto Rico es peculiar en el área de la democracia. Puerto Rico defiende la democracia, y practica la democracia, sin tenerla plenamente. Le dedica su espíritu y está dispuesto a dedicarle su sangre sin que su disfrute de ella haya sido nunca permitido por completo. Puerto Rico es fuerza honrada y abne-gada en la defensa de una libertad que plenamente no conoce. Mientras los pueblos en el área de la democracia luchan por algo más que la democracia que tuvieron antes, Puerto Rico lucha sin que siquiera se le asegure aquella medida de la democracia que ya no satisface a esos otros pueblos comprendidos, igual que Puerto Rico, dentro del área de la democracia. Si estuviéramos dando la solidaridad inequívoca que estamos dando a la democracia sin otro concepto, sin otra realidad espiritual, el mundo podría tildarnos con las palabras de su más enorme paradoja: el mundo podría llamarnos Los serviles de la libertad; los que sirven a la libertad sin ser plenamente parte de ella.

No es así. No merecemos ser tildados de ese modo por dos razones. En primer lugar, la parte de la libertad que la libertad misma nos niega jamás sería reconocida por los enemigos de la libertad; la parte de la libertad que la libertad ya nos garantiza por ejemplo, la libertad de yo estar diciendo esto aquí ahora sería aniquilada por los enemigos de la libertad. Y la realidad, la realidad que yo he palpado, la realidad que he explorado, la realidad que conozco con la familiaridad con que conozco a mis propias manos, no implica que Puerto Rico sea servil a la libertad. Lo que implica es que la libertad, en sus centros de gobierno, en el corazón de su apostolado, es ciega a Puerto Rico; es ciega a la realidad espiritual de este sitio de nuestro nacimiento, de este baluarte físico y espiritual de la democracia en el que un pueblo sencillo ha demostrado que entiende y sabe practicar la democracia, que entiende sus deberes para con el área entera de la democracia en el mundo, de la cual este sitio en que nacimos es un punto tan peculiar. Hacer que la democracia funcione en el pueblo sencillo de Puerto Rico que de los votos del pueblo se desprenda inmediatamente la legislación del pueblo es uno de nuestros servicios a todo el área democrática del mundo. Darle vitalidad a la realidad democrática en nuestro pueblo en el momento en que la democracia está acosada por la fuerza y por la duda en el resto del mundo, es un servicio eminente que le presta el pueblo de Puerto Rico a la democracia. Estar dispuestos a dar nuestras vidas por la democracia es otro de los servicios de Puerto Rico al área de la democracia. Posiblemente más grande que ésto sea el servicio de hacer que por fin termine la ceguera en los centros democráticos hacia la situación peculiar de Puerto Rico dentro del área de la democracia. Es por la confianza de que así será, y de que la victoria del área democrática ha de ser victoria igual para todas las partes que componen el área democrática, que puedo volver hoy a afirmar ante ustedes, ante mi pueblo entero, que es buena y que es digna, que es grande y que es noble, y que es salvadora, la solidaridad completa, inequívoca y sin límites que Puerto Rico está ofreciendo a la causa de la democracia. Doy por descontado que en el día de la victoria, la victoria será igual para Puerto Rico que para todas las partes que componen el cuerpo en lucha de la democracia en el mundo. Por lo menos, así lo veo yo y así lo creo yo. Y sobre esa base estoy dando los años de mi vida y sobre esa base estoy pidiendo que se me acompañe.

Recordemos ahora los cuatro puntos de la definición que hicimos antes: (1) el espíritu ha de ser guía del estado; no ha de ser instrumento del estado; (2) la libertad personal ha de ser preservada; (3) la acción democrática del pueblo ha de ser respetada y vitalizada; (4) la seguridad social de los seres humanos ha de ser establecida. Esta es la parte creadora de Puerto Rico en la democracia. Esta es la misión creadora de ustedes en Puerto Rico. En lo que respecta a lo primero, no permitan que las prácticas de gobierno y de política establecidas en Puerto Rico amolden sus espíritus a la naturaleza de esas prácticas. Que sean los espíritus de ustedes, en sus actividades en la vida, en su ciudad grande o en su aldea o en su campo, los que moldeen y limpien y hagan buenas esas prácticas. Por ejemplo, nunca pertenezcan a un partido político porque sea el partido político del gobierno. Pertenezcan a partidos políticos porque sean predominantemente sino completamente fuerzas que expresen lo que ustedes crean bueno para la gente que sufre en Puerto Rico. Por ejemplo, cuando lleguen ahora a sus ciudades o a sus campos no vayan a descuidarse ni a convertirse en lo que vean allí si lo que ven allí no les parece bueno. Sean parte de la fuerza que cambia a sus ciudades y a sus campos. Por ejemplo, nunca consideren que su partido político está por encima de su pueblo. Nunca lleguen a caer en uno de los hábitos mentales más corruptores de la democracia que ha habido en Puerto Rico: el hábito de creer que es permisible hacerle cualquier daño al pueblo de Puerto Rico siempre que sea en beneficio del partido político a que se pertenece.

En cuanto al segundo punto de nuestra definición, la libertad individual, no basta con que esté protegida por la ley, como lo está en Puerto Rico: es necesario que esté vitalizada por las costumbres. Pensar en contrario de lo que piense otro no es una ofensa ni un daño; es un servicio que se le presta a ese otro si así se le hace saber con honradez. La libertad es fuente de creación.

En cuanto al tercer punto de la definición, el ejercicio de la demo-cracia implica, profundamente, una actitud de igualdad entre los seres; implica la comprensión de que las superioridades individuales son nimias ante la eternidad; de que la superioridad que alcanzan unos, no es, bajo la mirada de Dios, para hacer más infeliz la situación de los que no han alcanzado la superioridad, sino que es para compensar y aliviar los resultados de no haberla podido alcanzar otros. Hace milenios que la igualdad de la muerte nos está sugiriendo el concepto democrático de la igualdad en la vida. Los hombres tienen aptitudes distintas y se considera justo que esto implique compensaciones distintas por servicios de distinta importancia por lo menos para aquéllos que quieran reclamar tales compensaciones. Hablo ahora del concepto de la igualdad que impone igual respeto humano hacia los más humildes que hacia los más exaltados en las fortunas de la vida, y que traduce ese respeto en visión colectiva y en acción colectiva.

Y en cuanto al cuarto punto de la definición, la seguridad social es lo que en la práctica expresa ese respeto, que es lo que hace al hombre libre del miedo a su hambre, del miedo a la miseria de sus hijos, del miedo a su propia vejez, del miedo a su propia libertad y a todas las expresiones más nobles de su propia vida.

Esta universidad, por la forma de constituirse, es un ejemplo claro de esto que vengo diciendo. Esta Universidad es del pueblo de Puerto Rico. Es de todo el pueblo de Puerto Rico. Todo Puerto Rico, directa e indirectamente, contribuye a sostenerla, no sólo por los fondos que provee, sino por la voluntad de que exista y crezca. Sin embargo, no todo Puerto Rico asiste a esta Universidad. Son pocos puertorriqueños los que se gradúan en esta Universidad. Es evidente que el pueblo de Puerto Rico no otorga el privilegio de asistir a esta universidad con el mero propósito de crear el privilegio mayor para un grupo de obtener mayores frutos individuales en la vida como resultado de la prepa-ración que aquí se obtiene. El pueblo de Puerto Rico ha hecho esta universidad para ayudar en la creación de sus propios líderes, de sus propios orientadores, grandes o pequeños en la isla, en el mundo o en la aldea o en el campo para que éstos se unan, con mayor preparación, a los orientadores que no han tenido ese privilegio. En esta universidad Puerto Rico quiere crear trabajadores de su vida, obreros de su destino, hombres y mujeres de brega para una vida mejor para todo el pueblo de Puerto Rico.

El gran primer ministro inglés, Winston Churchill, al referirse al puñado de aviadores que han defendido la democracia de cuarenta millones de ingleses y de muchos millones más de seres a lo ancho del mundo, ha dicho: Nunca en la historia de los conflictos humanos tantos le debieron tanto a tan pocos. Por Puerto Rico y por ustedes que tienen, además, ante sí el claro ejemplo democrático que acaban de dar las gentes sencillas y agobiadas de Puerto Rico yo quiero decir ahora las palabras que en mi espíritu me siento confiado que han de merecer ustedes al final de su generación: Nunca en la historia de la justicia y de la democracia de un pueblo tantos le debieron tanto a tan pocos.

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