Discurso de la victoria - 16 de noviembre de 1940 (puedes leer el anĂ¡lisis del discurso realizado por personas competentes, buy literary analysis paper y apreciar lo importante que es la oratoria)

Amigos, compañeros, compatriotas:

Ya lo dije antes del cinco de noviembre: que las elecciones de 1940 tendrían importancia más allá del cambio de gobierno que producirían. Dije que, por voluntad del pueblo, en los campos y poblaciones de Puerto Rico, habría un cambio de gobierno, y que eso sería importante y que a base de eso comenzaría la obra de la justicia para los que habían sufrido bajo los gobiernos de todas las combinaciones de partidos. Pero dije que más importante todavía que eso sería la enseñanza que encarnarían para nuestro pueblo las elecciones de 1940. Y en efecto así ha sido. Las leyes que aprobará el Partido Popular Democrático podrán ser superadas más tarde por otras leyes mejores todavía; o podrán contener errores, y estos errores podrán ser corregidos más tarde por el Partido Popular Democrático mismo, en consulta con el pueblo o por otro partido mejor todavía que el Partido Popular Democrático. Pero lo que habrá de servirle para siempre a nuestro pueblo es la democracia que ha aprendido y la democracia que nuestro pueblo le ha enseñado con su ejemplo a los propios líderes y dirigentes de nuestro pueblo. El pueblo de Puerto Rico en sus campos y poblaciones aprendió la lección de la democracia. ¡Y le dio la lección de la democracia a sus propios dirigentes! En este sentido, las elecciones, más que elecciones, han sido lecciones. El Partido Popular Democrático podrá desaparecer. Pero si desapareciera, sería por la voluntad democrática de nuestro pueblo. Y el haberle enseñado a nuestro pueblo a usar su voluntad ¡esa es la obra imperecedera del Partido Popular Democrático que durará más de lo que dure el Partido Popular Democrático, aunque el Partido Popular Democrático durara un siglo! Sobre esa enseñanza, sobre ese significado profundo de las elecciones del cinco de noviembre es que quiero principalmente hablar hoy, según lo ofrecí desde antes de las elecciones. El estado de espíritu de nuestro pueblo, libre de las mañas que hicieron el tiempo muerto de nuestra historia, es de tal naturaleza, que, si mis palabras se oyen con buena fe y con buena voluntad por todos, con olvido del espíritu de tribu y de banderías políticas si se oyen mis palabras, no como las palabras de un líder a unos electores de unos partidos, sino las palabras de un hombre a un pueblo el proceso que se puede hacer en breves días, en comprensión y entendimiento para la garantía y el provecho de todo el porvenir, es incalculable.

Ahora no hay sospecha de que mis palabras estén tratando de conquistar más o menos votos para unas elecciones que han pasado. Ahora que mis palabras ya no son meramente útiles a mi partido, es que quiero que sean plenamente útiles a mi pueblo entero y que lleven la carga de la mayor comunicación de verdades y realidades a todo mi pueblo. Y creo que puedo esperar que se me oiga con el mismo espíritu con el que hablo sin reservas meramente partidistas, sin las reservas psicológicas, por parte de nadie, de gente de una tribu oyendo hablar a un hombre de otra tribu, sin que nadie se defienda de conocer y entender la verdad como hombres, como mujer, como ser humano, como criatura de Dios, cuya suerte y cuyo destino y cuya justicia están profundamente ligadas a la suerte y al destino y a la justicia de todo Puerto Rico.

¡Así quería, desde hace años, tener la oportunidad de ser escuchado por mi pueblo! Con ese espíritu le he hablado siempre; pero sabía que muchos me oían como quien oye al miembro de otra tribu política tratando de quitarle votos a la tribu política del que escuchaba. Y eso hacía que mis palabras no pudieran ser enteramente útiles a mi pueblo, porque le eran demasiado útiles a mi partido, que es solamente una parte de mi pueblo. Hoy ya no hay trincheras en las mentes de los que me escuchan para no dejar entrar en su entendimiento la verdad que puedan llevar mis palabras. Hoy ya nadie que me oye tiene que defenderse de la verdad que digo. ¡Hace años que quería poder ser escuchado así! ¡Cuántas veces he oído personas educadas y normalmente sensatas que se han ido de los mítines populares diciendo: ¡Me voy, porque, si me quedo, ese hombre me convence! ¡Como si a nadie en este mundo le pudiera hacer daño convencerse de la verdad! El espíritu de tribu política que estas elecciones han desbaratado hacía que personas sensatas y normalmente razonables creyeran que era más importante seguir creyendo mentiras siempre que fueran las mentiras de sus viejos partidos que conocer la verdad cuando la verdad la decía un partido que no había sido el de ellas. Estas cosas, tan contrarias a toda civilización y a todo progreso, creo que han sido destruidas como resultado de las elecciones que acaban de pasar. ¡Así sea para bien de Puerto Rico, porque no puede haber progreso ni civilización ascendente donde los hombres le tienen miedo a la verdad venga de donde venga!

¡Hace años que quería ser escuchado por hombres y mujeres, no por miembros de partidos! ¡Hace años quería tener la oportunidad de hablar así! Y hoy que lo hago, ¡ayúdenme y acompáñenme ustedes que me oyen! Abran sus corazones y sus entendimientos, que con eso no va a cambiar el resultado de las elecciones que acaban de pasar. Den vía franca en sus cabezas a las razones, que con eso no va a cambiar la mayoría parlamentaria. Den a mi palabra oído franco ¡no puedo pedir menos ni ustedes pueden otorgarme menos! ¡Desamárrense y záfense y líbrense de la estrecha ligadura partidista en sus espíritus que ha entorpecido que lleguen las verdades a las mentes de tantos de ustedes, y dejen que la verdad entre libre en sus entendimientos como entra el sol todos los días por las puertas francas del horizonte, como entra la lluvia libre en la tierra, que no la rechaza, sino que la coge y la usa para hacer más fecundas sus cosechas! Ustedes no tienen problemas de republicanos, o de socialistas o de tripartistas. Esos son problemas de unos cuantos líderes. ¡Allá ellos con esos problemas! Ustedes tienen problemas de portorriqueños y de seres humanos. ¡óiganme como seres humanos, óiganme como portorriqueños!

El pueblo, en campos y poblaciones, ha aprendido la lección de su propio poder como pueblo. Sabe la dignidad de sus votos. Sabe el poder de sus votos. Sabe la verdad a través de la calumnia y de la confusión, como a través de un cristal que ni siquiera fuera turbio ni estuviera veteado de fango. El pueblo sabe votar contra la amenaza. Sabe votar contra la coacción. El pueblo sabe contestar con sus votos al insulto de los que lo consideraron bestia de compraventa. El pueblo sabe votar contra las más grandes acumulaciones de dinero. El pueblo sabe como en Ponce elegir por más de cinco mil votos de mayoría a un chofer por sobre un millonario. Sabe como en Guayama votar contra un sindicato entero de millonarios y ganarle por dos mil ochocientos votos, faltándole solamente un puñado de votos para haberles ganado a todos los partidos juntos en ese sitio, donde, de todas partes, se derramó dinero a manos llenas para evitar que el pueblo expresara su voluntad. El pueblo sabe votar de acuerdo con su propia conciencia como en Guánica bajo la sombra de la corporación más poderosa de Puerto Rico, y votar contra los agentes políticos de esa corporación. El pueblo sabe romper las tradiciones infecundas de tribu política, como en Coamo. El pueblo sabe cuando lo tratan de confundir con insignias falsas, como lo supo en toda la isla no llegaron a mil los que votaron confundidos bajo el animal que se puso en la papeleta para confundirlo, por el sonido de su nombre con la insignia del campesino de la pava. El pueblo sabe cuándo es que las insignias, a las que le tuvo cariño antes, no son las insignias que debe respetar ahora como lo supo en Barranquitas, en Comerío, en todo el distrito de Guayama, a través de toda la isla de Puerto Rico. El pueblo sabe, en fin, hacer valer su voluntad por sobre todas las estratagemas, amenazas, triquiñuelas, fraudes, engaños, confusiones, sobornos, que pudieron inventarse personas que se creían erróneamente más inteligentes que el pueblo de Puerto Rico y que, fuera de toda duda, tuvieron mayores oportu-nidades de educarse que las que ha tenido la masa del pueblo de Puerto Rico. El pueblo de Puerto Rico, en campos y poblaciones, sabe, en fin, practicar la democracia, a través de los mayores obstáculosy lo sabe igual, y hasta mejor, de lo que lo saben otros pueblos que han estado practicando la democracia por cientos de años. ¡Esa es una lección que el pueblo de Puerto Rico se ha enseñado a sí mismo! ¡Esa es una lección que la gente sufrida de Puerto Rico les ha enseñado para siempre a los que pretenden o pretendían ser líderes de Puerto Rico! Lo que la escuela pública de Puerto Rico, lo que el Departamento de Instrucción entero de Puerto Rico, no pudo enseñarle en cuarenta años, lo ha aprendido el pueblo de Puerto Rico en dos años de palabra clara y sencilla, cargada de la verdad que necesitaba saber el pueblo de Puerto Rico.

Y a la clase media, ¿qué le ha enseñado el cinco de noviembre? ¿Qué lección tiene el cinco de noviembre para esa clase media y sufrida y espiritualmente aterrorizada? La lección más importante que ha aprendido la clase media sufrida es que su liberación estaba en manos de la masa del pueblo. Y que al prestarle a la masa del pueblo la capacidad de liderato que le dan a la clase media sus mayores oportunidades educativas, la masa del pueblo ha respondido inmedia-tamente libertando espiritualmente a la clase media. Le estoy hablando a miles de hombres y mujeres de la clase media que hoy pueden sentirse libres en sus espíritus y en sus conciencias, y que no eran libres el día cuatro de noviembre en sus espíritus ni en sus conciencias. El engranaje de la justicia material, de la justicia económica, comenzará, en cumplimiento estricto del programa popular, en cuanto empiece a ejercer el poder, bajo la ley, el pueblo de Puerto Rico a través de la responsabilidad del Partido Popular Democrático. Las medidas de esa justicia comenzarán simultáneamente. Y algunas se tomarán más tiempo que otras en su desarrollo, según la complejidad y las dificul-tades que en cada caso se encuentren. La obra de la justicia económica comenzará al reunirse la Legislatura de Puerto Rico en febrero. Pero la libertad espiritual, el respeto a los seres humanos como criaturas de Dios ¡eso no tiene que esperar hasta febrero; eso comenzó en el momento mismo en que las urnas dieron el grito del triunfo del Partido Popular Democrático! El día seis de noviembre amaneció libre, espiritualmente, la clase media junto con la gran masa del pueblo de Puerto Rico. El día seis de noviembre amanecieron libres todos los maestros de Puerto Rico. Amanecieron libres todos los profesores de la Universidad de Puerto Rico. Amanecieron libres todos los empleados públicos de Puerto Rico que cumplen con su deber y dan servicio honrado, a cambio de lo que le ganan al pueblo de Puerto Rico. Amaneció libre de coacciones y amenazas todo el comercio de Puerto Rico. Amanecieron libres de coacciones y amenazas todos los agricultores de Puerto Rico. Amanecieron libres de coacciones y amenazas todos los trabajadores de Puerto Rico. Los maestros tienen derecho ahora a estar en contra del Partido Popular Democrático, del partido del gobierno, si sus conciencias así se lo dictan y están absolutamente seguros de no sufrir persecución ni agobio ni indignidad por el ejercicio de los derechos de sus conciencias. Los profesores de la Universidad de Puerto Rico amanecieron libres de tener sus convicciones personales, de expresar sus convicciones personales, de permitirles plena acción a sus espíritus, sobre todos los asuntos de la vida pública de Puerto Rico, aunque eso los lleve a hacer crítica del Partido Popular Democrático, del partido del gobierno, y están absolutamente seguros de que no sufrirán persecuciones ni indignidades ni amenazas por el ejercicio de la libertad de sus conciencias. Esto, mientras el Partido Popular Democrá-tico guarde relación con la Universidad que será solamente el tiempo estrictamente necesario que se tome en hacerla autónoma y libre. El comercio, la industria, la agricultura, el trabajo, amanecieron el seis de noviembre absolutamente libres para el ejercicio de todos los derechos ciudadanos sin que tengan que tener miedo a persecuciones viciosas de pequeños funcionarios, ni de grandes funcionarios, ni a que la ley se tergiverse en su contra porque no opinen como alguien quiere que opinen o porque sus conciencias les digan que su verdad es otra que la verdad que pueda querer el partido del gobierno. En estos mismos momentos, en lo que al trabajo se refiereque es el que pudiera recibir la amenaza más inmediata en estos mismos momentos me acabo de dirigir al Attorney General de Puerto Rico pidiéndole que nombre fiscales especiales, de la confianza del pueblo, para que persigan drásticamente, bajo la ley, a todos los que quieran castigar a trabajadores por haber ejercido el derecho democrático de votar libremente y según los dictados de su conciencia. Y eso, ¡sin compasión y sin excepción! Y si algún popular, por desgracia, incurrió en esta falta, también debe estar incluido entre los que sufran el castigo de la ley por haber tratado de violentar el derecho sagrado de los ciudadanos bajo la democracia a emitir su voto libremente.

Una gran parte de nuestra clase media, viviendo como todos lo saben bajo el temor de emitir sus opiniones, bajo el miedo de pensar contra lo que pudiera querer algún cacique político, bajo el temor de llamarle suya a su propia alma, inducida por el ambiente en los espíritus más débiles al halago, atemorizada contra el derecho de ser ello mismo, y de no ser lo que quiera una maquinaria política, toda esa parte de la clase media amaneció libre el día seis de noviembre. ¡El sol del seis de noviembre llegó quemando sogas y derritiendo cadenas!

Del Partido Popular Democrático quiero decir, y de mi mismo personalmente puedo decir, que aquí el halago no hace méritos. Más mérito tiene para nosotros, quien nos critique honradamente para ayudarnos a perfeccionar nuestra obra y a cumplir mejor nuestra obligación con el pueblo, que quien nos halague desaforadamente para fortalecer algún fin personal divorciado del interés del pueblo. La obra del Partido Popular Democrático nunca podrá ser todo lo fecunda que debe ser si no tiene críticos honrados y sinceros que le señalen al Partido Popular Democrático, con honradez y con nobleza, los errorres que a su juicio pudiera cometer el Partido Popular Democrático. Reclamamos, en nombre del pueblo de Puerto Rico, la crítica honrada y fecunda que nos ayuda a hacer nuestra obra lo mejor posible para nuestro pueblo, para el pueblo del cual formamos parte todos nosotros. Donde la inteligencia libre tiene miedo, la civilización se estanca y se pervierte. Donde la crítica tiene libertad, la civilización se enriquece y se hace fuerte.

Esta libertad, esta libertad ciudadana, esta libertad del espíritu, esta libertad de la conciencia y de la dignidad humana de que ahora puede gozar plenamente y en toda confianza, nuestra clase media sufrida y nuestro pueblo entero, esta libertad no es a mí a quien se la deben. ¡Se la deben a los hombres y mujeres sencillos, explotados, sufridos, hambreados, en los campos y poblaciones de Puerto Rico, que bajaron por esas veredas, bajo la lluvia y bajo la amenaza, y bajo la coacción; que se enfrentaron al soborno como hombres y mujeres, como criaturas de Dios; que no se dejaron turbar, ni engañar, ni desviar, ni detener por nada en este mundo hombres que bajaron de la montaña sin una taza de café negro; mujeres que bajaron de la montaña, con niños recién nacidos en sus brazos, para ejercer su derecho democrático y hacer su gobierno de pueblo, de gente, de justicia humana! ¡A esos; a los que una gran parte de la clase media le dio su liderato basado en sus mayores oportunidades de educación, ellos respondieron haciendo libre a la clase media. ¡Con ellos sólo saldará su deuda la clase media, ahondando y ensanchando su liderato hacia la plena justicia para la masa sufrida de nuestro pueblo!

Y a mí, a este hombre que les habla, que nació con la reverencia por la libertad en su sangre, ¡a mí también me han hecho comple-tamente libre! Profundamente, humildemente, agradezco esta libertad de hablar, después de las elecciones lo mismo que hablaba antes de las elecciones esta libertad de no deberle nada a nadie, a quien no le convenga para que se cumpla estrictamente y punto por punto el programa entero del Partido Popular Democrático; esta libertad de no sentir ahora el peso del poder, porque no sentí antes la liviandad de las promesas, porque sabía antes que el triunfo se lo debería a la conciencia de gente libre que no me obligaba a amarrarme con las grandes fuerzas del dinero, que hubieran hecho imposible el cumplimiento de las promesas. Profundamente, humildemente, agradezco esta libertad. ¡Y he de usarla plenamente para la justicia de mi pueblo hasta donde alcanzan los poderes legales y morales, que mi pueblo otorga con su voto! Y nadie, nadie debe abrigar temor de que, en el ejercicio de esta libertad, y de este poder, se cometan injusticias ¡ni aún con los más poderosos de esta tierra! La libertad y la justicia no son innobles, no son pequeñas, no son vengativas y en nada se parecen al privilegio. Pedro Juan Serrallés hombre simbólico el hombre del poder privilegiado de sus millones, fue derrotado en Ponce por un trabajador popular para su escaño en el Senado. Pedro Juan Serrallés símbolo del uso del poder para monopolizar la vida y el destino de toda una comunidad ha sido derrotado por el pueblo votando por uno de los trabajadores de su pueblo para su puesto en el Senado. Ante el pueblo y ante la democracia, ahora, lo mismo que antes ante Dios, Pedro Juan Serrallés es un hombre lo mismo que los demás. ¡Creo que hemos hecho libre a Pedro Juan Serrallés también, en su alma, de las estrecheces que impone en las almas de los hombres el poderío excesivo e injustificado sobre las almas de los demás hombres! Pedro Juan Serrallés, ciudadano de Ponce, lo mismo que todos los otros cincuenta mil ciudadanos de Ponce, en cuanto a su poder público se refiere es hoy ante nosotros, lo mismo que ante Dios, un hombre igual a los demás. Y como hombre y como ciudadano tendrá de nosotros el mismo verdadero y profundo respeto que tiene el Partido Popular Democrático para todos los hombres iguales ante Dios y ante la democracia, y sus derechos legítimos (puesto que ya no sus privilegios ilegítimos) tendrán el mismo resguardo que los derechos legítimos de todos los hombres iguales ante Dios y ante la democracia.

Y todos los poderes de esta tierra también deben aprender una lección de ese cinco de noviembre de mil novecientos cuarenta la lección de que un pueblo no resiste eternamente el hambre y la opresión; la lección de que los pueblos saben rebelarse contra la injusticia; la lección de que han tenido la fortuna de que la voluntad del pueblo, por la justicia del pueblo, haya encontrado canales de orden, de ley, de pan y de democracia en Puerto Rico, porque si no encuentra esos canales la historia está llena de ejemplos de pueblos que, no encontrando la justicia, que no encontrando alivio de la opresión por las vías del orden y la paz, la han buscado destructo-ramente, muchas veces, sin beneficio alguno para el pueblo mismo, pero como expresión de rabia ante lo intolerable, por las vías de la destrucción y del caos.

Hace veinte años traduje un gran poema de un gran poeta americano. Ese poema se llama El hombre de la azada. Parece que hace veinte años que yo estaba viendo la tragedia del hombre de la azada lo mismo que la he visto a través de esos viente años, lo mismo que la vi a través de la campaña que condujo al cinco de noviembre, lo mismo que la estoy viendo ahora. Y en ese gran poema dice Edwin Markham, aquel gran poeta americano, refiriéndose al hombre de la azada, al campesino sufrido:

Oh, reyes y opresores de la tierra,
¿qué ha de ser el futuro de este hombre?
¿cómo ha de responder a su brutal pregunta?
cuando el viento de las grandes rebeliones
azote costas y derroque muros?
¡Qué será de los reyes y sus reinos,
de los culpables que le han dado forma,
cuando este terror mudo lance su grito al cielo
después del silencio de los siglos!

El Partido Popular Democrático ha hecho que este terror mudo, en Puerto Rico, ya no sea mudo y nunca llegue a ser terror, ni para otros ni para su propio porvenir. En vez de fuerza amenazante al orden del universo, se ha convertido en fuerza creadora, en fuerza esta-bilizadora de la paz, pues no hay paz estable en medio de la injusticia. En vez de fuerza amenazadora de caos y destrucción, bajo el Partido Popular Democrático, el hombre de la azada se ha convertido en fuerza buena de creación democrática, justiciera y civilizadora. ¡Hasta los reyes económicos y los poderosos de esta tierra portorriqueña han sido libertados, contra su voluntad, del terror del caos para el porvenir a base de hacer justicia decentemente, pacíficamente, ordena-damente, honradamente, civilizadoramente, cristianamente en el presente y en el futuro inmediato de nuestro pueblo! ¡Hasta los poderosos de esta tierrasin saberlo y negándolo amanecieron libres el día seis de noviembre, porque son más libres en un orden de estabilidad y contento que viviendo al margen de un abismo de odio creado por sus privilegios!

Y hay una gran lección también en el cinco de noviembre para los líderes políticos, que, siendo buenos en sus personas, han considerado que en política son justificables todas las mañas más podridas y más corrompidas. El pueblo ha triunfado bajo la bandera del Partido Popular Democrático sin usar una sola de las viejas malas mañas que corrompieron el tiempo muerto de nuestra vida pública. El Partido Popular Democrático no hizo campaña de insultos. No hizo campaña de hojas sueltas sin pie de imprenta para confundir al pueblo; ni utilizó, ni se alabó de estar utilizando, departamentos del gobierno o agencias federales para el soborno o la coacción, o la amenaza política; ni se alabó de estar utilizando, influencias de Washington o de Fortaleza o de ninguna otra procedencia que no fuera la conciencia del pueblo portorriqueño. El Partido Popular Democrático ni amenazó a nadie con privarlo del trabajo, ni trató de conseguir la traición de ningún líder adversario ofreciéndole trabajo, prebendas o privilegios. El Partido Popular Democrático ni regaló ropas ni compró votos. ¡No compró hombres como a bestias! El Partido Popular Democrático no falsificó insignias, ni habló lenguaje oscuro, ni trató de turbar a la gente sencilla de nuestro pueblo. Y, sin utilizar una sola de las viejas malas mañas del tiempo muerto de nuestra política, triunfó el pueblo bajo la bandera del Partido Popular Democrático. La lección para esos antiguos líderes, buenos en sus personas, malos por la justificación que la política a la antigua le daba a las malas mañas, la lección para ellos es bien clara. La lección es ésta: ¡Ya no se ganan elecciones con insultos ni con calumnias bajas, viles y burdas! ¡Ya no se ganan elecciones tratando de confundir a la gente sencilla de nuestros campos y poblaciones! ¡Ya no se ganan elecciones ofreciendo caminitos o negando caminitos municipales! ¡Ya no se ganan elecciones ofreciendo trabajo o amenazando con negar el pan que es fruto del trabajo a los electores! ¡Ya no se ganan elecciones ofreciendo comprar a hombres como a bestias! ¡Ya no se ganan elecciones fraudulentas o escamo-teadas! ¡Ya no se ganan elecciones alabándose de influencias en Washington, o en Fortaleza, o en ninguna otra parte que no sean las fuentes mismas de la conciencia del pueblo! ¡Apréndanse bien esa lección los líderes que, siendo buenos en sus corazones, han sido malos por las malas mañas de la época del tiempo muerto en que se formaron y vivieron! ¡Ya no habrá compra de votos en Puerto Rico! El Partido Popular Democrático, si cumple, gobernará en Puerto Rico hasta que se mueran de viejos niños que no habían nacido el cinco de noviembre de mil novecientos cuarenta; o el Partido Popular Democrático perderá las elecciones dentro de cuatro años si no agota todo el esfuerzo de su espíritu y de su poder para darle cumplimiento a la justicia del pueblo.

Y todas estas cosas juntas enseñan una gran lección que incluye todas las demás. Y esa lección es que considerar los partidos como tribus a las que se les debe adhesión para toda la vida, es un factor contrario a la civilización y enemigo del progreso de un pueblo, cuando ha triunfado el Partido Popular Democrático ha triunfado todo el pueblo sufrido de Puerto Rico, en su clase trabajadora, en su clase agrícola, en su clase media. Han triunfado los trabajadores explotados que se llamaron socialistas; han triunfado los agricultores amenazados de ruina que se llamaron republicanos; han triunfado agricultores y trabajadores y clase media que se llamaron tripartitas y de todos los partidos. El triunfo del Partido Popular Democrático no es el triunfo de una tribu para perjudicar y agobiar a otras tribus derrotadas. Es el triunfo del libre instrumento de justicia para la justicia de todos los que la necesitan, cualesquiera que hayan sido los nombres de partidos que hayan llevado en el pasado. Por eso, las manifestaciones de triunfo que hagan los líderes populares en la isla no debe ser para estrujar la victoria en los rostros a los que fueron de partidos derrotados. Entre nuestro pueblo, no hay derrotados en esta hora. La maquinaria repu-blicana, la maquinaria política socialista, la maquinaria política tripartita, han sido derrotadas; pero el pueblo sufrido socialista, republicano y tripartita ha triunfado, lo mismo que el pueblo popular democrático, en su justa aspiración de que haya justicia para sus vidas. Los cartelones que engalanen las manifestaciones de victoria no deben ser cartelones que indiquen el triunfo de una tribu llamada popular sobre otras tribus llamadas con otros nombres de partidos; deben ser expresión de triunfo de todo el pueblo sufrido contra las causas de su sufrimiento.

Y no es sólo cuestión de cartelones y divisas y palabras; es cuestión de acción y de hechos y de verdad. Las administraciones municipales que ha de desempeñar el Partido Popular Democrático deben tener igual servicio e igual justicia para los hombres y las mujeres que han sido de todos los partidos. Deben terminar el crimen de que haya medicinas para unos mientras se les niega medicinas a otros, habién-dolas. El cristianismo impone respeto al dolor y a la enfermedad. No es respeto al dolor republicano o socialista o tripartita o popular o a la enfermedad republicana, o socialista o tripartita o popular; es respeto al dolor y a la enfermedad de todos los que sienten el dolor y padecen la enfermedad. Este y todos los otros servicios municipales bajo la administración del pueblo, bajo la administración del Partido Popular Democrático, deben ser rendidos igualmente para todos los ciudadanos.

Los departamentos del gobierno insular deberán funcionar con igual espíritu. A las agencias federales no se les debe interrumpir u obstaculizar en su intención de funcionar con igual espíritu. En todos los departamentos del gobierno de Puerto Rico deberán ser respetados los padres de familia que honradamente se están ganando la vida rin-diendo un servicio eficiente al pueblo de Puerto Rico, cualquiera que haya sido el nombre de su partido. ¡Solamente las botellas, los empleados fantasmas, los puestos innecesarios o desempeñados en forma contraria al interés público, deberán ser objeto de eliminación o substitución para beneficio de los contribuyentes y del servicio público!

Nuestra responsabilidad ante nuestro pueblo no se limita al cumplimiento del programa. Es responsabilidad de enseñanza. Y es responsabilidad de ejemplo. Los líderes del Partido Popular Democrático no podemos aceptar la demostración tremenda de renovación en el corazón de nuestro pueblo humilde y sencillo sin registrar nuestra propia conciencia y hacer nosotros, en nosotros mismos, la renovación que sea necesaria en nuestras costumbres políticas, en nuestra manera de hacer y ver las cosas, para colocarnos a la altura en que se han colocado los campesinos y la gran masa del pueblo de Puerto Rico. Debe terminar, entre otras, la costumbre de los endosos para las jefaturas de departamentos y otros puestos públicos; la costumbre de comprometer gente o comprometerse gente a nombre de candidatos para tales o cuales puestos públicos. Los líderes del partido, los comités del partido, todos los populares, tienen, no sólo el derecho, sino el deber de pensar en quienes puedan ser los mejores hombres para los puestos los hombres que mejor garanticen que vamos a poder cumplir con ese pueblo que nos ha dado un ejemplo tan alto de civismo. Y tienen el derecho y el deber de transmitir sus consejos; pero esto no debe ser a base de buscar endosos ni comprometer a nadie. Los hombres que desempeñen los altos cargos de responsabilidades, en todas las esferas del gobierno, no deben ser aquellos cuyos amigos llegaron primero a más sitios en menos tiempo y lograron comprometer a más gente. Deben ser aquellos, que, en la opinión considerada del partido y de sus hombres cada uno con su conciencia se crea que mejor puedan ayudar a cumplir con el pueblo. Creo que no debo dejar pasar más tiempo sin ofrecer esta pauta a mi partido. Yo no tengo candidatos ni compromisos con nadie para ningún puesto. Cuando los tenga, lo diré francamente, porque mi pueblo me hace a mí en gran parte responsable del cumplimiento de la palabra del Partido Popular Democrático, y porque mi partido no me ha de negar el derecho de trabajar con la gente que más fructíferamente pueda trabajar conmigo. Pero el hecho es que no tengo candidatos ni compromisos de ninguna clase con nadie para ningún puesto. Y lo que les pido a todos los líderes y a todos los organismos del Partido Popular Democrático es que sigan mi ejemplo en ésto y que no tengan ellos tampoco candidatos ni compromisos de ninguna clase para ningún puesto. ¡Que se ejercite la conciencia y el pensamiento de todos en la selección de hombres para cumplir con el Pueblo de Puerto Rico! ¡Hemos ganado las elecciones para servirle al Pueblo de Puerto Rico!

La victoria del Partido Popular Democrático no debe servir solamente para hacer leyes y llevar a cabo su programa: debe servir de enseñanza honda, honrada, verdadera, que ilustre para siempre la conciencia del pueblo de Puerto Rico. En los empleos públicos, el Partido Popular Democrático no ve un medio de cobrar botín para algunos de sus seguidores. En los empleos públicos el Partido Popular Democrático ve un medio de rendirle verdadero servicio a la gran masa entera del pueblo de Puerto Rico, cuyos problemas y necesidades son iguales a los problemas y a las necesidades de la gran masa de los seguidores del Partido Popular Democrático.

Es un símbolo de la nueva época que se inicia que el Partido Popular Democrático pueda hablar después de las elecciones con igual claridad con que hablaba antes de las elecciones; que pueda decir exactamente las mismas cosas después de las elecciones que decía antes de las elecciones.

Por esas carreteras de Puerto Rico, en las últimas semanas de la campaña, me llegaron, por micrófonos aislados, las voces de los ora-dores adversarios que hablaban en la noche. Una de las frases que más a menudo escuché de esos oradores adversarios fue esa frase que dice: Con la boca es un mamey. Lo decían refiriéndose a nuestra predica, a que era muy fácil decirlo y después no hacerlo. Yo quiero y puedo decir ahora que cuando yo escuchaba esa frase antes de las elecciones, pensaba: ¡que equivocados están: con la boca no es un mamey; o con la boca es que es difícil; porque con la boca uno dice unas palabras y luego, para probarlas tiene que usar otras palabras más y todas son palabras! ¡Con el poder es que es un mamey! ¡Con la voluntad del pueblo detrás de uno es que es un mamey! Y ahora, con la responsabilidad del poder otorgada por los votos libres del pueblo de Puerto Rico, vuelvo a afirmar todas y cada una de las cláusulas del programa publicado del Partido Popular Democrático y de sus leyes expuestas ante el pueblo antes de las elecciones. Antes de las elecciones teníamos que demostrar las palabras de nuestro programa con las palabras de nuestros discursos. ¡Y eso no era un mamey ante un pueblo tantas veces engañado por las meras palabras! Ahora, después de las elecciones, con la responsabilidad del poder en nuestras manos, reafirmamos nuestro programa ante el pueblo y pro-baremos nuestras palabras con nuestras acciones.

Y quiero señalar especialmente que cumpliremos estrictamente nuestra palabra ante el pueblo de que el status político no estaba en issue y de que no utilizaremos los votos que el pueblo diera al Partido Popular Democrático como votos otorgados a base de status político alguno.

Vamos a cumplir nuestro programa tal y como ha sido publicado, tal y como el pueblo de Puerto Rico lo conoce. Pero ahora podemos hacer mucho más que eso. Hemos dicho que el Partido Popular Democrático es el partido de todo el pueblo. Y esa no es una frase hueca. Esa es una verdad honrada y tiene toda la sustancia de la realidad. No es solamente el programa del Partido Popular Demo-crático el que reafirmamos y vamos a cumplir. Vamos a cumplir, casi totalmente, los programas económicos de todos los demás partidos en Puerto Rico. Porque en todos los programas de todos los partidos se dicen cosas muy buenas para el pueblo de Puerto Rico. Todos esos partidos han pasado por el poder y no han podido cumplir sus progra-mas, porque, dentro de las malas mañas del tiempo muerto de nuestra historia, esos partidos y combinaciones llegaban al poder a través de la compraventa de votos, amarrados a los grandes intereses que les daban el dinero para comprar esos votos, y no tenían la libertad de cumplir sus propias promesas ni para hacer efectivos sus propios programas. Pero el Partido Popular Democrático ha llegado al poder a través de la conciencia libre de un pueblo que no se ha vendido. Y, por eso, está en completa libertad, no sólo de cumplir su propio programa totalmente, sino de cumplir los programas de los demás partidos políticos que han pasado por el poder y no han podido cumplirlos, no porque sus hombres fueran malos, que no lo eran sino porque llegaban al poder amarrados y obligados con aquéllos a quienes no les convenía el cumplimiento de esos programas.

De modo que, trabajador, agricultor, hombre y mujer de la clase media, que te has llamado republicano, o socialista o tripartita: los programas que no te pudieron cumplir, que nunca te hubieran podido cumplir los partidos a que perteneciste, los va a abordar y los va a cumplir, en tu nombre, en nombre de todo el pueblo de Puerto Rico, este Partido Popular Democrático. ¡Este es el símbolo más claro y más tremendo de la magnitud de la obra que ha hecho el pueblo de Puerto Rico con sus votos libres el cinco de noviembre! ¡Esta es la verdadera y real y profunda unificación de la familia portorriqueña!

Aunque este es momento de pueblo de todo el pueblo de Puerto Rico y no es momento de partidos y maquinarias, quiero recordar cordialmente a los hombres y mujeres del Partido Unión Republicano Puro que fundó Martínez Nadal y que tanto se pareció, en su estructura y composición, libre de grandes intereses, a este Partido Popular De-mocrático, y que tan buena obra pudiera haber llevado a cabo si la invasión de los grandes intereses no lo hubieran turbado en la época que se llamó del Grupo del Buen Gobierno.

Y quiero tener palabra y recuerdo cordial y amistoso también para los socialistas honrados de Puerto Rico, para aquellos que también tuvieron un partido que pudiera haber llevado a cabo esta obra del Partido Popular Democrático si no hubiera caído en la tentación de persistir en coaliciones después que éstas habían sido invadidas por los grandes intereses que combatían la justicia del pueblo. En mis viajes a caballo por esos montes, cuando he visto la bandera roja flotando sobre los bohíos humildes, cuando he visto la sinceridad con que flota-ba esa bandera roja sobre esa pobreza, he pensado: ¡Esa bandera fue esperanza de este pueblo agobiado; esa esperanza se desvaneció por la práctica de hacer coaliciones o persistir en coaliciones con intereses contrarios a la justicia de ese bohío humilde! Aquellos líderes eran líderes buenos. ¡Y a aquel pueblo bajo esa bandera lo movía la esperanza de su justicia! El Partido Popular Democrático tiene que aprenderse esa lección y nunca entrar en entendidos ni coaliciones ni alianzas que puedan dañar la obra de justicia del Partido Popular Democrático como antes dañaron la obra de justicia simbolizada por esa bandera socialista. La esperanza de esos socialistas sinceros ¡no la va a traicionar el Partido Popular Democrático! ¡La esperanza y la reciedumbre de aquellos republicanos puros, no las va a traicionar el Partido Popular Democrático!

Y quiero dirigirles también palabras de fraternidad, de comunión espiritual a los que se llamaron liberales. No quisiera que se tratara de esto en el espíritu de meras organizaciones políticas. Pero si en ese espíritu se tratare, recuerden esto: que todos los que participaron en la acción de Naranjales pueden haber creído, con entera honradez, que estaban interpretando los deseos y la voluntad de la mayoría de los liberales de Puerto Rico. Pudieron seguir convencidos de eso a través de toda la campaña, y de todas las vicisitudes, y a pesar de la asamblea nuestra en Arecibo, porque esa, después de todo, fue simple-mente una asamblea de delegados de comités no fue una asamblea del pueblo en masa. ¡Pero después de las elecciones del cinco de noviembre es imposible que los que usen el nombre de liberal para fines políticos puedan ya creer que expresan la voluntad de la mayoría de los liberales o que tengan derecho a actuar como si la expresaran! Ya no puede haber duda honrada de ninguna clase que autorice a nadie a seguir honradamente equivocado sobre esto. Todos se habrán dado cuenta de que, si se sigue usando el nombre y los derechos liberales ahora, eso sería en desafío abierto a la voluntad expresada por el pueblo en las urnas y en admisión clara de que se usan sin respaldo ni excusa ni justificación moral de especie alguna. Lo que fue equivocación honrada antes de las elecciones, no puede seguir llamándose equivocación honrada después del cinco de noviembre. Los liberales sencillos del pueblo de Puerto Rico dijeron el cinco de noviembre con quién estaban ellos, qué programa respaldaban, qué actitud hacia la política tenía el apoyo de sus conciencias. Esta no es razón para que ningún liberal que no esté a favor de nuestros postulados o propósitos se colocara a nuestro lado. Repito que la convicción personal de cada conciencia está por encima de todo espíritu de tribu política. Pero esta es razón para que no haya más confusión ante nuestro pueblo con el nombre de liberal y para que los hombres que se equivocaron honradamente, siendo hombres honrados, admitan honradamente, cual ha sido la voluntad del pueblo liberal lo mismo que la voluntad del pueblo de Puerto Rico entero. A los liberales que acatarían la voluntad de la mayoría de una asamblea de trescientos o cuatrocientos delegados, les señaló amistosa y democráticamente la voluntad de la mayoría del pueblo liberal de Puerto Rico, expresada en las elecciones. Quiero que me entiendan bien, porque el espíritu de tribus políticas es dañino a Puerto Rico, y no estoy haciendo un llamamiento a los liberales como una antigua tribu. Lo que salva es el espíritu de pueblo, no el espíritu de banderías ni de tribus políticas. Pero esos liberales de buena fe, honradamente confundidos, hasta en su más alto liderato, creo que deben tener algunas palabras mías fraternales en esta noche. Nadie que sea del pueblo que no sea contrario a la justicia del pueblo, ha perdido las elecciones. Pero si algunos han perdido las elecciones menos que otros en Puerto Rico, esos son los liberales buenos y de buena fe que hay todavía en los campos y poblaciones de Puerto Rico. Ellos ganaron conmigo. Ellos han tenido que reconocer en mi palabra a través de esta campaña, y en mi palabra en esta noche, el eco de la vieja palabra genuinamente, popularmente liberal, la luz que no es de una estrella dibujada en una papeleta o cosida en una bandera, sino de una verdad recordada en el fondo del alma y entendida en el fondo de la conciencia. No hago llamamiento a ningún liberal que crea que nuestros propósitos no son convenientes para Puerto Rico, que honradamente crea que nuestra justicia no es la justicia que necesita Puerto Rico. La mera tradición, la mera posesión de un origen común, no debe pesar sobre las convicciones de la conciencia de cada hombre. Mis palabras van dirigidas a aquellos liberales que creyeron en mis propósitos cuando se luchaba por la Reconstrucción, cuando se luchaba por la justicia social, cuando se luchaba por respaldar a Fernández García en su lucha por el cumplimiento de la Ley de Quinientas Cuerdas, cuando el debate de San Germán, celebrado y decidido otra vez en las urnas el cinco de noviembre; aquéllos que creyeron entonces lo mismo que creía yo, lo mismo que he seguido creyendo yo, lo mismo que he seguido defendiendo yo, lo mismo que, con la ayuda de todos los hombres de buena voluntad, voy a dar todo esfuerzo para implantar desde el poder; a aquéllos que creían en esto, hoy como ayer les digo que aquí está su casa; no una mera casa política; aquí está la casa de su conciencia; aquí está la casa de su esperanza para el porvenir de sus hijos; aquí tienen un amigo para usarlo como amigo; aquí tienen un líder para usarlo como líder mientras sea la voluntad de ellos y de mi pueblo entero, usarme como líder. ¡Aquí está mi mano, aquí está mi corazón, y aquí está el porvenir de la justicia para todo nuestro pueblo!

Tenemos todos una alta y grave responsabilidad para con este pueblo sufrido que supo vencer avasalladoramente todas las coacciones, amenazas, y sobornos para establecer un gobierno que fuese responsable al pueblo mismo, tanto en las poblaciones como en los campos. El Partido Popular Democrático tiene más responsabilidades que nadie en esta obra y en esta obligación pero la responsabilidad es de todos. No solamente cumpliremos nuestro programa; no solamente cumpliremos programas de otros partidos que, por amarres a las viejas malas mañas, nunca pudieron cumplir esos partidos y que son buenos en sí. Con eso no basta. Es obra para todo un porvenir la que hay que hacer en este momento en que nuestro pueblo se muestra dispuesto y preparado para echar las bases de esa obra y hundir hondo en la tierra las raíces de todo su destino democrático. El Partido Popular Democrático se mantendrá en constante comunicación con el pueblo en los campos y poblaciones de Puerto Rico. El Batey se seguirá publicando. Se le comunicarán a todos los barrios de Puerto Rico, incluyendo los más lejanos, todos los pasos que se vayan dando en cumplimiento del programa del Partido Popular Democrático y en la obra de hacer la justicia para nuestro pueblo. Se escucharán los consejos de todos los que tengan algo que contribuir con su experiencia o su inteligencia a esta obra. Se consultará al pueblo sobre las dificultades que se presenten en el curso de esta obra. Se continuará ensanchando y ahondando la comprensión de la democracia en Puerto Rico. Los Comités Rurales del Partido Popular Democrático deberán seguir en pie y funcionamiento. El Partido Popular Democrático tiene un plan mediante el cual los Comités Rurales del partido pueden llevar a cabo la obra magna de terminar con el analfabetismo en cuatro años, de enseñarles a leer y escribir, para que tengan esa arma más de defensa, a los hombres y mujeres que no han tenido esa oportunidad. El Partido Popular Democrático llevará continuamente a efecto un trabajo de enseñanza, para que lo que nuestro pueblo ha podido entender en dos años con su instinto iluminado, lo entienda también con su inteligencia y con su razón.

Estamos obligados a darle toda nuestra cooperación al presidente Roosevelt y al pueblo americano y a todos los pueblos de América en la defensa de la democracia. Y para que esta obligación pueda ser cumplida con el mayor vigor, con la mayor efectividad, es necesario que nuestro pueblo entienda, cada día mejor todo el vasto significado de esa democracia que estamos obligados a defender.

Puerto Rico tiene el alto privilegio de que en este momento en que la democracia se ve asediada en el mundo, en que la dictadura la acecha y la desconfianza la corroe Puerto Rico tiene el alto privilegio de ser muestra y símbolo de la vitalidad inmortal de la democracia, surgiendo más potente que nunca en un pueblo que nunca en realidad la experimentó antes. El tráfago del espíritu de Puerto Rico creando la democracia cuando la democracia es ultrajada en una gran parte del mundo, haciendo que los hombres tengan fe en ellos mismos como hombres y como criaturas de Dios, que es la base espiritual incon-movible de la democracia, le da a Puerto Rico, le da a nuestro pueblo, la posición privilegiada de ser ejemplo de la potencia enorme del espíritu democrático, y esperanza para muchos que en tierras lejanas y a través de anchos mares estaban perdiendo la fe en la democracia. ¡Con la ayuda de Dios y de nuestra fe en nosotros mismos hemos también de servirle a la democracia, a la democracia de toda la América, lo mismo que a la democracia de Puerto Rico!

El pueblo de Puerto Rico ha hablado. Ha hablado democráticamente. ¡Ya más nunca nadie se atreverá a faltarle el respeto al pueblo de Puerto Rico! Y con la humildad que debe sentirse ante todo lo grande, elevemos nuestras oraciones al Todopoderoso para que el ejemplo democrático del pueblo de Puerto Rico sea grano de arena en el valladar que impida que se le falte el respeto a la democracia en toda América.

Biografía . Discursos . Audiovisuales . Libros . Fundación . Actividades . Archivo . Jardines . Para Niños
Galería de Fotos de Don Luis Muñoz Marín . Exhibiciones
Wallpapers . Tienda . Miembros .
Boletín Mumarino
Página Anterior: Discursos . Página Principal