PONENCIA

Vistas Públicas del Plan de Uso de Terrenos

presentada a la Junta de Planificación de PR

por la Fundación Luis Muñoz Marín

 

 

 

   “…en la transformación de la tierra de Puerto Rico de ruralía a suburbio, de agrícola a residencial, de verde a gris, operan causas duras y directas como las tecnologías del automóvil y los intereses del sector de la construcción. También intervienen otros factores relacionados con la representación de la tierra en distintos planos discursivos, que afectan nuestras creencias y actitudes respecto de la tierra”.

 

(Rubén Nazario Velasco en Pan, casa, libertad: De la reforma agraria a la especulación inmobiliaria)

 

 

   “…la situación de este pueblo creciendo en su pequeña Isla es seria.”

 

(Luis Muñoz Marín, discurso inaugural del 2 de enero de 1949)

 

La Fundación Luis Muñoz Marín (FLMM) tiene como misión “ayudar a construir el porvenir de Puerto Rico, preservando y difundiendo los valores, filosofía y pensamientos de Luis Muñoz Marín, y promoviendo su aplicación a la identificación y solución de los problemas del país”. Siendo la planificación, el uso de tierra y el desarrollo urbano del país una de sus más profundas preocupaciones, comparecemos ante la honorable Junta de Planificación para exponer nuestros comentarios como parte del proceso de participación ciudadana de la segunda etapa de la elaboración del Plan de Uso Terrenos para considerar el borrador final del Plan que contiene la clasificación y delimitación de todos los terrenos de Puerto Rico, presentado en vistas públicas los días 24, 25 y 27 de marzo de 2006 de conformidad con el mandato de la ley #550 de 2004.

Primeramente, felicitamos a esta honorable Junta por la iniciativa y el esfuerzo brindado en la preparación y divulgación del Plan de Uso de Terrenos. No sólo se trata de un instrumento de trascendental importancia para guiar el futuro desarrollo del país, sino que además ha logrado generar gran interés y discusión entre prácticamente todos los sectores de la población.

           

A pesar de que “pocas veces se ha escrito sobre Muñoz y su influencia sobre el urbanismo”, nos recuerda el doctor en planificación Aníbal Sepúlveda Rivera en su ensayo Viejos cañaverales, nuevas casas: Muñoz versus el síndrome Long, “…fue durante su gobernación que el mundo bipolar rural-urbano del Puerto Rico de la primera mitad del siglo 20 se transformó para siempre”.[1] Podemos diferir o coincidir con la visión de Muñoz en torno al urbanismo, pero es imposible ignorar la influencia de quien en sus 16 años en la gobernación configuró “muchas de las instituciones y de las visiones de mundo que hoy inciden sobre el Puerto Rico contemporáneo”[2]. En una apretada síntesis resumiremos lo que entendemos fueron sus más significativas gestiones relacionadas con el uso de la tierra y el urbanismo, su análisis crítico de las mismas y su visión para el futuro desarrollo del país, con la esperanza que nos brinde una perspectiva amplia para el perfeccionamiento del Plan de Uso de Terrenos que hoy se elabora.

 

Su primera gestión de importancia luego del primer triunfo electoral del Partido Popular Democrático en 1940, fue la nueva Ley de Tierras de 1941 que tenía el propósito de “fomentar la justicia social y la estabilidad y libertad económica de los agricultores y trabajadores de la zona rural de Puerto Rico.”[3] En ese entonces la población de Puerto Rico era 70% rural y vivía dispersa[4]. La compleja reforma agraria de la autoría de Muñoz como presidente del Senado, que es entendida por muchos más como un evento cultural que como un evento económico[5], coincidió con los acelerados esfuerzos paralelos de la industrialización del País. Ya para el año 1947, cuando se aprueba la nueva ley de incentivos industriales, era evidente la preferencia gubernamental por los programas de industrialización como instrumento para el desarrollo económico del país. El propio Muñoz, luego de ser electo gobernador, dice en 1949, que “tenemos un solo camino franco para nuestra densidad de población; crear oportunidades de trabajo industrial. Hacemos todo lo que podemos con la agricultura, pero existen evidentes limitaciones por ese lado.” La tierra, que para Muñoz seguía siendo el sustento de la vida y así de la cultura puertorriqueña, se volvió “…más valiosa como solar suburbano que se negocia en el mercado del “real estate” que como lugar de pastoreo de reses o de siembra de caña”.[6] Una década más tarde, Muñoz en un discurso a los agricultores en 1957 les dijo que “La tierra es buena, la tierra puede ser rica …pero la tierra es lenta mientras que la maquinaria tiene una velocidad de desarrollo por su propia naturaleza mayor que la tierra”.[7]

 

Tras el inminente descenso de la agricultura y el abandono de la zona rural a favor de los nuevos suburbios, Muñoz muestra su preocupación por la aceleración del cambio, que según explica el doctor Sepúlveda, “amenazaba con trastornar los valores que él entendía bien. ¿Cómo adaptar el buen saber del campo a la nueva realidad? Esa némesis le acompaño por el resto de sus días”[8].

 

En su discurso inaugural de 1953, Muñoz lo expuso como sigue:

 

“Hacemos en el curso de nuestra expansión económica, crecer las ciudades y disminuir los campos, ¿para qué?

…Estamos inexorablemente disminuyendo el campo y agrandando las ciudades, en el tránsito, necesario a nuestra supervivencia, de una economía agrícola a una industrial. No se puede preservar la manera rural en la vida urbana, pero será noble el esfuerzo de buscar en nuestra educación, en nuestro sentido de nosotros mismos, manera de adaptar de alguna forma válida el buen saber del campo a la vida de nuestra industrialización en marcha. Veo éste como un objetivo digno en nuestro ideal cultural”.

 

Durante su gobernación fueron muchas las iniciativas dirigidas a atender los problemas de crecimiento urbano[9] que llegaron a detener la aprobación de proyectos de urbanización de terrenos en el área metropolitana de San Juan hasta que la Junta de Planificación “…pueda adoptar medidas que ayuden al encauzamiento de ese crecimiento manteniendo los altos niveles de la industria de la construcción que tanto ha contribuido al auge económico de nuestro país.[10]

 

Ya para su segundo término como gobernador, era evidente “su disgusto por lo que acontecía en materia de urbanismo” explica el doctor Sepúlveda en el citado ensayo. “A medida que la situación se hacía más compleja, anunciaba medidas que el gobierno adoptaba para intentar manejar las nuevas circunstancias. En Arecibo, el 10 de septiembre de 1954, inaugura el primer organismo de planificación municipal. La extrema centralización concebida por Tugwell en el 1942 había probado su ineficacia. Con su poético saber de explicar sencillamente los asuntos más complejos, Muñoz aboga por la descentralización en la toma de decisiones sobre la ordenación territorial.”[11]

 

“La planificación busca darle método, precisión, orden, al uso de la inteligencia aplicada, a buscarle soluciones a los problemas del pueblo.

La planificación fortalece el hábito democrático, por intercambio de ideas, datos, enfoques entre los ciudadanos y su gobierno.

La planificación ayuda a informar la conciencia de los que tienen que tomar decisiones de interés público.

Hay que decidir qué va antes y qué va después.”[12]

Muñoz entendía además la planificación como un ejercicio democrático que operaba a la vez en el plano demográfico y espacial como instrumento para proyectar la imagen del futuro.

 

“La planificación económica opera también en decisiones relativas al espacio, o sea, a las regiones del país en las que han de ocurrir tales o cuales desarrollos de acuerdo con la imagen que la sociedad haya hecho de su propio porvenir”[13]

 

En su último mensaje a la Asamblea Legislativa como gobernador, dictado en 1964, conocido después como “el propósito de Puerto Rico”, Muñoz abordó su inconclusa agenda urbanística.

 

“Queremos ciudades vivibles, no gigantescos almacenes de gente. Queremos ciudades que sean hogares de convivencia y no meros mecanismos de producción y comercio durante el día y meros dormitorios durante la noche. De los planos reguladores que está haciendo la Junta de Planificación debemos derivar lo más aproximadamente posible la ciudad que le sirva al espíritu de Puerto Rico, ciudad de iniciativas arquitectónicas, de vecindarios que faciliten la buena relación humana, de rica producción industrial, de excelentes servicios de educación, cultura, reposo, comercio, vida social, actividad cívica y religiosa. Nuestra legislación y planificación deben encaminarse a estimular diversidad y descentralización…

 

…No queremos convertir nuestro país en una enorme ciudad de piedra con algunas manchas verdes de parques y sembrados, ni en una jungla de hormigón…[14]

 

En el homenaje que se le tributó en 1968 con motivo de su 70 cumpleaños, Muñoz abogó por la reorientación del desarrollo económico hacia lo que llamaba la buena civilización.

 

“No hay que quitarle energía, repito, al progreso económico. Lo que hay que hacer es reorientar la energía adicional que cada año va creando el progreso económico, reorientarla hacia los más elevados bienes sociales y espirituales que concibe, y que conciba, el hombre puertorriqueño… es también… la preservación de aire y aguas puras, el respeto a los paisajes, la protección de las bellezas naturales y de las que el pasado quiere, si lo dejan, contribuirle a las gentes de cada nueva generación; el desarrollo de las ciudades con visión dirigida a los valores de la vida buena más que a los valores de los bienes raíces: en fin, la fuerza económica puesta al servicio del espíritu humano, plenamente, sin dudas o titubeos en cuanto a cuál es el servidor de cuál.”

 

Luego de regresar al país como ex-gobernador y una década después de haber dictado el citado discurso, Muñoz continuó la discusión del tema del desarrollo urbano y su visión del futuro. En ese período Muñoz apoyó las gestiones que llevaba a cabo el Fideicomiso de Conservación a favor de la protección y descontaminación de tierras de gran valor ecológico y belleza natural, abogó por la creación del Gran Parque de San Juan y mostró su preocupación y ofreció sus recomendaciones sobre los proyectos del Superpuerto y de la explotación de minas. En su Diario (1972-1974), Muñoz reseña una reunión que sostuviera el 8 de abril de 1973 con el recién electo gobernador, Rafael Hernández Colón, donde le expuso el futuro que le describió “como digno de proyectarse y trabajarse” que incluía, entre otros, lo siguiente:

 

·       Eliminación de arrabales y alto mínimo en la calidad de la vivienda.

·       Descontaminación y no-contaminación del ambiente en todos sus aspectos: agua, aire, serenidad de belleza y auditiva, desarme del crimen.

·       Zonificación rural que pare en seco el crecimiento de las ciudades y aún de las poblaciones más pequeñas (por su mala planificación excepto en sus centros originales). Para acomodar la población y actividades y servicios crecientes, ubicación y planificación de ciudades nuevas pequeñas, digamos de no más de 20,000 habitantes, de diseño variado, que puedan contener básicamente los medios de trabajo y recreo inmediato de sus habitantes. Entre 40 o 50 de estas ciudades ocuparían entre ese mismo número de kilómetros cuadrados, o a lo sumo el doble, y acomodarían la población hasta el 2,000.

 

Poco después, el 15 de abril de 1973, Muñoz reseñó en el antes mencionado Diario, un artículo de James McDonough que apareció en el Star sobre “la situación de tierras, sus precios monstruosos y la especulación” en el cual lanza una crítica a los mecanismos de Junta de Planes de aquel entonces para establecer los parámetros de expansión urbana, amplía la propuesta antes citada y demuestra con gran claridad su visión para el futuro desarrollo urbano del país.

 

“…hay unos números que no me parecen ciertos. Son de la Junta de Planes. Calculan que para la población del año 2,000 se necesitarán 168,000 cuerdas de expansión urbana. No dice cuantas personas o familias habrá en Puerto Rico entonces. Yo diría que la población podrá llegar en ese año a 4 millones, o sea 1 millón 200,000 adicionales. Digamos 240,000 familias, que resulta ser como familia y media por cuerda urbanizada, más de 2,000 metros por familia. Me parece que un cálculo más realista sería de, digamos, 500 metros por familia, en proporciones de edificios altos y bajos, contando calles, sitios comerciales, parques, y locales bajo el nivel de la tierra. Este cálculo reduce las cuerdas necesarias a la cuarta parte: 42,000 cuerdas.

 

En otra parte de este Diario, yo he anotado la sugerencia de que se pare en seco el crecimiento de las actuales zonas urbanas y se planifique, en vez, para alrededor de 50 nuevas ciudades, rodeadas de campo, de gran autosuficiencia, y de no más de 25,000 habitantes cada una: 5,000 familias; 500 metros por familia: 2,500,000 metros cuadrados: 625 cuerdas por ciudad. Algo así como una milla cuadrada por ciudad, o 2 kilómetros y medio cuadrados. Las nuevas ciudades ocuparían, por lo tanto, un total de 125 kilómetros cuadrados, de los 8 millones y medio que tiene Puerto Rico. La familia promedio probablemente será más pequeña en el año 2000. Se puede calcular en, digamos, una cuarta parte más de espacio.”

 

En un discurso pronunciado en Barranquitas el 17 de julio de 1973, Muñoz honrando el natalicio de su padre, Luis Muñoz Rivera, habló sencillamente y fundamentalmente del futuro de Puerto Rico, “…de cómo hacer juntos los puertorriqueños la vida buena de una buena civilización, distinta a la mera buena vida con la que a veces la confundimos.” El propio Muñoz señala que no fue a hablar de lo mucho que se había hecho, sino a hablar “…de lo que no hemos hecho o de lo que hemos hecho insuficientemente – que quizás es más”. En su discurso Muñoz aboga por nuestro derecho a escoger maneras de desarrollo y nuevamente formula una serie de propuestas de cómo usar la grande y creciente riqueza económica de país y lo que debiera ser nuestra agenda para el porvenir. Entre ellas reafirma la necesidad de eliminar la contaminación, la sustitución de los arrabales por viviendas modernas, la protección de los campos y la detención de la expansión de las zonas urbanas. No obstante, introduce como mecanismo para viabilizar su propuesta de desarrollo urbano el componente del transporte.

 

…(5) desarrollando un sistema de transportación pública moderna, rápida y cómoda no solo en el área metropolitana, sino entre las regiones del país: más rieles que carreteras: las carreteras sin los rieles son sólo futuros garajes de automóviles acorralados en tapones;

 

…(7)protegiendo los campos de Puerto Rico para la agricultura y el recreo; parando en seco el crecimiento de las zonas urbanas, salvo las pequeñas; creando modernas ciudades pequeñas bien planificadas y comunicadas para la creciente población; …”[15]

 

Para ello elaboró propuestas específicas para el transporte sugiriendo “aumentar en algo el impuesto sobre gasolina (no mucho aún) para dedicar 9/10 partes a transporte público rápido”. Muñoz pensaba que no eran muchas las carreteras que ya debían construirse en nuestra Isla de 100 X 35; deberían completarse los trechos de autopistas que faltaban y las carreteras rurales para darle salida a la agricultura de alimentos. Pero sobre todo propuso el desarrollo de una moderna red de “transportación rápida, cómoda, tentadora, no sólo en internas zonas urbanas, sino de conexión interregional… (esto) restaría carros a las carreteras, convertiría carros largos en carros cortos, ahorraría millones de horas hombre en cada día, libertando gente en un sentido muy real de sus cárceles temporeras en los tapones, mejoraría los carácteres contribuyendo a la serenidad… No se puede pensar esto sin a su vez pensar en una planificación más ancha.” Y concluye que “se requiere una zonificación total… La zonificación básica: ciudad-zona rural: agricultura- recreo-residencial. ¡Y sanseacabó!”[16]

 

Sobre el crecimiento urbano que Muñoz entendía era necesario para acomodar el incremento en la población, las 20 o 25 nuevas ciudades de no más de 20,000 gentes cada una las concibió “rodeadas de zona verde, bien intercomunicadas, bien diversificadas en su arquitectura, alta y llana, a gusto, bien integradas en sí mismas y al país”. Y aclara que dijo “arquitectura alta y llana. Se oye a menudo que en Puerto Rico hay que fabricar para arriba porque es país de territorio limitado y mucha gente.” Pero Muñoz pensaba que “no debemos dejarnos vencer por esto en nuestra libertad de opciones, de escogencias. Una de las metas de una buena civilización es el respeto y amparo a la libertad individual en escoger las maneras de vida… Y una de las preferencias que pueden tener diversos individuos es vivir en casas de diversas alturas. Hasta donde se pueda, estas opciones deben respetarse. Y se puede.”[17]

 

Conjuntamente con la instrumentación de la ley de planificación rural, Muñoz creía que se debía controlar el incremento en el precio de la tierra, el cual consideraba que no tan sólo producía un enriquecimiento personal totalmente injusto, sino que además constituía uno de los más apremiantes problemas del país.

 

“La inflación en el precio de los terrenos en San Juan, en otras zonas urbanas y en algunas otras partes del país constituye un grave problema para las familias de escasos y moderados recursos, para la industrialización, para el desarrollo de obras públicas, para el ordenado crecimiento de ciudades y pueblos. Este problema nos reta a buscarle solución.”[18]

 

“Es más”, expresó en su Diario, “si el Estado decidiera expropiar toda la tierra de Puerto Rico, menos la que contenga hogares, yo favorecería el proyecto”.[19] Muñoz reconocía que sus ideas radicales (radex=raíz) que expresaba sin inhibiciones hoy, “son reacción a los años en que mi responsabilidad política y de gobierno acumularon en mi espíritu una rebeldía”.[20] Estos temas relacionados a la valoración y los usos de la tierra eran reconocidos por Muñoz como “una de las fallas que ponen un límite de insatisfacción al orgullo de la obra que he dirigido en Puerto Rico”.

 

Han pasado ya 60 años o lo que es igual a dos generaciones de puertorriqueños desde que Muñoz comenzó a formular las ideas que hemos expuesto sobre su visión para el desarrollo del país. Mucho se ha avanzado en la disminución de la pobreza material, en la construcción de viviendas para la familia puertorriqueña, en la concienciación por la protección de nuestros recursos naturales y en los propios instrumentos de planificación. También tenemos que reconocer la manera que hemos erosionado, contaminado y destruido parte del paisaje del país; los fracasos en los medios de transporte y en las redes de infraestructura; y el cuestionable nivel de calidad de vida que ha alcanzado la familia puertorriqueña. No obstante, más allá de si se difiere o se está de acuerdo con sus propuestas urbanísticas, su gran mérito, y a la vez, nuestra gran desgracia, es la persistencia de esos mismos problemas. Vale preguntarnos ¿cuan mejor estamos hoy? o si como acuñó su amigo y senador por acumulación de 1953 a 1965, Ramón Enrique Bauzá, “era mejor cuando era peor”. O como bien nos dijo el propio Muñoz,

 

“¿Cómo urbanizar las virtudes de la ruralía para que vengan a enriquecer las que de arte y ciencia y sociabilidad tienen las ciudades? ¿Cómo evitar que, en vez, perezcan en manos de las otras peripecias urbanas de vicio, de cinismo, de la profesionalización del crimen, de la romantización del mal en gangas, de la corruptela y la tirada?

 

Tiene su buena calidad de vida en nuestras ciudades. Y no hemos de pretender que ciertas características inevitables de la urbe moderna puedan de milagro evadirse por completo en Puerto Rico. No podemos resignarnos, sin embargo, a que un pueblo creador como el nuestro se le escapen maneras de aprender a no repetir en toda su magnitud histórica los males que en el pasado acompañaron al industrialismo, al crecimiento de las ciudades.[21]

Por su actualidad y la importancia que reviste este tema, la Fundación Luis Muñoz Marín entiende que la discusión seria de sus ideas pueden servir de punto de partida para provocar una discusión saludable y necesaria para el futuro del país en este momento que se está formulando el Plan de Uso de Terrenos que abarcará y regulará todos los terrenos del territorio nacional.

 

El Plan de Uso de Terrenos propuesto utiliza los nuevos instrumentos de planeamiento para articular muchas de las ideas de Muñoz, tales como la zonificación total ciudad-rural, la transferencia de derechos de desarrollo y la protección de nuestros recursos naturales y las zonas de mayor valor ecológico y escénico. Sin embargo, el Plan de Uso de Terreno no está concebido de manera que permita introducir ni discutir modelos urbanos alternos, ni contiene ninguna recomendación o plan para desarrollar redes de transporte e infraestructura que faciliten el intercambio y comunicación entre las distintas regiones del país. También, al utilizar como su principal instrumento de planificación la clasificación del suelo de los Planes de Ordenación Territorial, los cuales fueron concebidos para la ordenación a nivel municipal, erosiona el rol que debe reconocérsele a los municipios y debilita la descentralización.

 

El Plan de Uso de Terrenos debe establecer una visión del país al que aspiramos, porque no nos podemos exponer al riesgo de que se perpetúen los patrones de crecimiento actuales. La Fundación Luis Muñoz Marín apoya esta iniciativa de la Junta de Planificación de Puerto Rico, ofrece su más activa participación en las próximas etapas del desarrollo del Plan y solicita que el mismo se perfeccione y amplíe para abarcar de manera integral el complejo y serio problema de “… este pueblo creciendo en su pequeña Isla.” A esos efectos, hemos decidido celebrar en un futuro no muy lejano una serie de foros o encuentros que propicien el debate público sobre los aspectos que hemos tratado en esta ponencia. Esperamos que sean recibidos y percibidos como una aportación genuina y provechosa a esta importante conversación pública que es imperativo llevar a cabo. Por otro lado, coincidimos con la necesidad manifestada de solicitar doce meses más para cumplir con las sucesivas etapas que le queden al Plan de Uso de Terrenos antes de entrar en vigor con fuerza de ley.

 

Respetuosamente sometido y reconociéndoles el paso de avance que supone el estar ya debatiendo el problema en sus méritos, quedamos de ustedes,

 

 

FUNDACION LUIS MUÑOZ MARIN

 

 

 

Lcdo. Emilio E. Piñero Ferrer

Presidente de la Junta de Directores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[1] Aníbal Sepúlveda Rivera, Viejos cañaverales, nuevas casas: Muñoz versus el síndrome Long. En Luis Muñoz Marín, Perfiles de su gobernación: 1948-1964. Fernando Picó, Editor. Fundación Luis Muñoz Marín, San Juan, 2003.

[2] Fernando Picó, prólogo de Luis Muñoz Marín, Perfiles de su gobernación: 1948-1964. Fernando Picó, Editor. Fundación Luis Muñoz Marín, San Juan, 2003.

[3] Rubén Nazario Velasco, Pan, casa, libertad: De la reforma agraria a la especulación inmobiliaria. En Luis Muñoz Marín, Perfiles de su Gobernación 1948-1964. Fernando Picó, Editor. Fundación Luis Muñoz Marín, San Juan, 2003.

[4] Aníbal Sepúlveda Rivera, Ibid

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Ibid

[8] Aníbal Sepúlveda Rivera, Ibid.

[9] Según nos indica Aníbal Sepúlveda en la obra citada, Muñoz en su mensaje a la Asamblea Legislativa en 1962, incluye por primera vez en sus discursos un renglón denominado: problemas de crecimiento urbano.

[10]Discurso a la Asamblea Legislativa, 6 de febrero de 1962.

[11] Aníbal Sepúlveda Rivera, Ibid.

[12]Mensaje en Arecibo, 10 de septiembre de 1954, Archivo FLMM

[13]Seminario de planificación, 27 de octubre de 1958, Archivo FLMM

[14]Mensaje a la Asamblea Legislativa, 11 de febrero de 1964, Archivo FLMM

[15] Palabras de Luis Muñoz Marín para hoy y para mañana, discurso pronunciado en Barranquitas el 17 de julio de 1973.

[16] Luis Muñoz Marín, Diario (1972-1974), 5 de junio de 1973

[17] Luis Muñoz Marín, Diario (1972-1974), 5 de junio de 1973

[18] Luis Muñoz Marín, preámbulo para el anuncio de la creación de la Administración de Terrenos de Puerto Rico, abril de 1962, Archivo FLMM

[19]Luis Muñoz Marín, Diario (1972-1974), 13 de abril de 1973

[20] Luis Muñoz Marín, Diario (1972-1974), 15 de abril de 1973

[21] Mensaje a la Asamblea Legislativa, 26 de febrero de 1953




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