Una casa con recuerdos: La colección Luis Muñoz Marín

El poeta alemán Rainer María Von Rilke hablaba de la "humanidad que los lugares contienen". Se refería a la manera más sentida que pensada, más intuída que razonada, que va dando a los espacios y a las cosas y objetos que forman y hacen los lugares, el orden y contenido vívido y vivido de lo humano frente al orden geométrico de lo que meramente está o sólo físicamente existe.

Así encontramos la residencia, convertida en museo, de quien fuera gobernador de Puerto Rico, don Luis Muñoz Marín y su compañera doña Inés Mendoza en la que se conoce como la finquita de Trujillo Alto en el municipio de San Juan. Este lugar, este espacio, este hogar, está impregnado, imbuído, incorpora, contiene y por consiguiente, refleja, transmite y evoca la fina y profunda sensibilidad humana de la pareja excepcional que lo formó. La formidable aglomeración de objetos que contiene no es confusión ni desorden, sino más bien, el exuberante orden de la alegría de sentir y de vivir la vida.

El ámbito interior de la residencia es de carácter ascético y de inmovilidad como si la supresión del tiempo fuese característica de cada uno de los escondrijos de la morada. Su decoración sugiere un aire de nostalgia unida a una inaudita sencillez por ser la residencia oficial del que fuera el primer gobernador electo por votación popular.

Muñoz adquiere la residencia en 1946 en alquiler a William Sinz, profesor de idiomas de la Universidad de Puerto Rico. Luego, el propio Sinz le recomendó a Muñoz adquirir la propiedad, lo cual hizo mediante un préstamo a la Administración Federal de Hogares. La residencia está construida en concreto armado copiada de un diseño que proveía la oficina de la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA) para fomentar la construcción de viviendas en concreto en lugar de las tradicionales casas de madera. Es una casa muy sencilla provista de dos cuartos dormitorios, sala-comedor, cocina, baño y una pequeña biblioteca que a la vez era cuarto de televisión.

Doña Inés Mendoza de Muñoz Marín comentaba que la mayoría de los objetos que llenan su casa fueron obsequios de amigos de la familia o de conocidos que demostraban así su afecto hacia la pareja. Muchos de estos materiales estaban ubicados en un pequeño cuarto en La Fortaleza que, luego del retiro de Muñoz de la gobernación en 1964, son trasladados a su residencia en San Juan. Entre los presentes tenemos varias piezas de un extraordinario mérito histórico-artístico aunque para los esposos Muñoz, su valía sentimental superaba cualquier valor material. Cada cuadro, cada figura, cada objeto tiene su historia, su espacio, su recuerdo. Dentro de la cantidad de objetos con historia en la vivienda habían unos muy estimados por doña Inés como una mesita de pared con tope de mármol que perteneció a Eduardo Giorgetti, amigo de Luis Muñoz Rivera, y una silla mecedora obsequiada a don Luis por Celestino Iriarte durante una campaña política en la década de 1940.

Artistas de la isla y del extranjero adornan con su arte la residencia Muñoz-Mendoza. Entre ellos figuran Cristóbal Ruiz, Francisco Rodón, Luis Germán Cajigas, Julio Rosado del Valle, Bernard Safran, Eliza B. K. Dooley, José R. Oliver, Manuel Hernández Acevedo y Arnaldo Mass entre otros.

El caudal artístico en la residencia es la reverberación de unas vidas ricas en experiencias y conocimientos, pero a la vez sencillas y humildes en donde la motivación de crear antagoniza con el acicate adquisitivo. Son estas acciones y ejemplos los que nos ayudan a entender para que cosas vale la pena vivir.

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